Ojorico, callejón sin salida
Quien fuera la mano derecha de Montes y ministro de Hidrocarburos de Áñez no logra encontrar vías para retornar a Bolivia



Probablemente uno de los políticos de larga data que hayan salido peor parados de la gestión de Jeanine Áñez sea precisamente Víctor Hugo Zamora, quien además, cuentan las crónicas, pudo haber estado en la posición de Áñez en el momento de la verdad, es decir, en la vicepresidencia segunda del Senado, pero prefirió cambiarla por la secretaría, que parecía más interesante en aquellos tiempos de mayoría absolutísima del MAS.
Lo curioso es que empezó zigzagueando bien, pues fue nombrado ministro en la segunda oleada, es decir, al día siguiente que Áñez y los primeros ministros firmaran el decreto que pretendía liberar de responsabilidad a los militares y policías que usaran armas de fuego para reprimir las protestas.
No fue hasta muchos meses después que se conoció que su nombre estuvo sobre la mesa para ser Presidente. Fue a través del informe que los obispos hicieron de su mediación en la UCB donde se gestionó la salida de Evo Morales del país y la transición hacia Jeanine Áñez. Ahí señalan que las delegadas del MAS plantearon su nombre como alternativa, pero nunca fue considerada en serio ni por Carlos Mesa ni por Samuel Doria Medina, que ya habían apostado por Áñez.
La inclusión de Víctor Hugo Zamora en el gabinete no fue considerada extraña, pues básicamente era la cuota tarijeña involucrada en un tema específico y propio como los Hidrocarburos, y además se pagaba el apoyo firme que Óscar Montes había dispensado a Óscar Ortiz en la aciaga campaña inmediatamente anterior donde apenas se superó el 4%. Víctor Hugo Zamora siempre había sido la voz de Montes en La Paz, primero como diputado, luego como senador, y aunque él había manifestado su voluntad de retornar a Tarija, ni uno ni otro consideraron dejar pasar esta oportunidad.
Cuando se conoció el informe de los Obispos se cuadraron algunas otras cuentas. Aunque siempre se especuló con la “amistad” de Montes y Evo Morales, con quien no hay ninguna duda del lazo, pues ha sido reconocido por ambas partes, es con Milcíades Peñaloza, empresario y constructor, eventualmente senador como Zamora en aquella época y nombrado supergerente del MAS en Tarija, donde también pululaba el antecesor, Luis Alberto Sánchez. Diversas fuentes señalan que Ojorico se constituyó en un puente para garantizar una transición ordenada al menos en una cartera tan técnica y delicada como los Hidrocarburos. Sánchez fue el primero en renunciar, junto a Milcíades, y ni uno ni otro fueron perseguidos ni encausados por la gestión entrante en ese momento.
Tal vez por esos motivos opacos, la gestión de Zamora fue de escándalo en escándalo. Los hubo en hidrocarburos, donde cada licitación, incluida la del catering o la de la contratación de los seguros, se saldó con denuncias y cruces de acusaciones, pero también en ese extraño rol de ministro de Salud de Tarija que asumió durante la pandemia.
Hubo decisiones polémicas, como la de cerrar la planta de urea provocando un daño económico evidente al Estado y por la que se le acaba de condenar a ocho años, pero la joya de la corona fue la renegociación en tiempo récord del contrato de exportación con Brasil tras años de desajustes. Bolsonaro, que había sido el primero en reconocer a Áñez, bendijo continuar con un negocio que no quería, pues estaba embarcado en la privatización de Petrobras, pero en el que se introdujeron sustanciales cambios que afectaron fundamentalmente a Bolivia.
Montes se dio cuenta mucho antes de la deriva desastrosa que estaba tomando el gobierno de Áñez y aunque inicialmente se colocó en la foto de Juntos, se retiró dos meses antes de que la propia Áñez bajara los brazos. Aquello acabó por minar la relación con Zamora, al que no le quedaba otra opción que continuar.
Zamora se borró del país pocos días antes de la posesión de Luis Arce, como Arturo Murillo o Fernando López, los más significados en la gestión represiva. Murillo fue sentenciado por corrupción en Estados Unidos, Zamora y López siguen en paradero desconocido.
En su círculo reconocen que salió hacia Brasil, donde gobernaba Bolsonaro, y últimamente se le sitúa en Paraguay como otros prófugos tarijeños. Sus publicaciones en redes se han reducido y aún con el cambio de gobierno en Argentina, que le podría dar otras opciones, no parece que, por el momento, tenga pensado asumir defensa. La desaparición de los viejos amigos masistas en el choque Evo – Arce tampoco le ayuda.