La resaca del 18-O
La oposición de Mesa, la de Camacho y la deriva cruceña
Ser oposición en Bolivia tiene muy pocos alicientes, sobre todo para una oposición que quiera ser “constructiva”. Por el momento, el MAS hace méritos para reinstalar la polarización pese a la holgada victoria, algo que Camacho y los suyos desean
En una entrevista del medio que envuelve este suplemento, Carlos Mesa repitió dos veces que la ideología no importaba “a estas alturas del siglo XXI” y que lo realmente importante era dar soluciones a los problemas de la gente. Diez días después la gente lo dejó en segundo lugar con el 28% de los votos. Prácticamente el mismo porcentaje que obtuvo Tuto Quiroga en 2005, Reyes Villa en 2010 (sí, él era el candidato de Convergencia) y Samuel Doria Medina en 2015 y algo menos de lo que obtuvo en 2019 y que sirvió para sostener la narrativa del fraude, ya que llegó casi al 37%.
Mesa quedó pinzado en su indefinición ideológica por un MAS que decidió volver a ser de izquierda patrocinando un impuesto a las grandes riquezas y contrastando con la derecha de Áñez; y por una derecha emergente y radical que simbolizaba Luis Fernando Camacho, que nunca se ha quejado de que lo caricaturicen con esvásticas, y que también prometía “resolver los problemas de la gente”, pero al menos se posicionaba en los temas ideológicos como el aborto y el matrimonio homosexual.
El voto útil no funcionó esta vez en una elección que sí era la continuación de la de 2019, como teorizan los analistas, pero en la que los contextos y las visiones habían cambiado radicalmente y la mayoría de los ciudadanos se sigue sintiendo más pueblo que ciudadanos. El voto castigo, parece, fue demasiado castigo.
El rol vital de Mesa en la oposición
Los que lo conocieron en su primera etapa de político, luego de ser periodista, coinciden en que Carlos Mesa tiene un particular interés por dejar su nombre en buen lugar en la Historia, disciplina a la que se ha entregado, pero que tiene escasa vocación de poder, un factor clave para gobernar un país, y mucho más, para hacer oposición.
En la legislatura 2006 – 2010, marcada por la Constituyente, la oposición estuvo ligeramente dirigida por Tuto Quiroga, que en su performance intentó hacer de jefe desde fuera, pero que dejó decisiones aun hoy controvertidas, como la del apoyo al referéndum revocatorio.
Con todo, fue la última experiencia que más o menos se puede considerar de oposición coordinada por el candidato perdedor. No pasó en la 2010 – 2014, pues Manfred Reyes Villa no puso ni un pie en Bolivia, y tampoco en la 2014 – 2019, en la que Samuel Doria Medina se mantuvo vigente en los medios pero no coordinó con la bancada más allá de compartir con su grupo íntimo – entre ellos Arturo Murillo -.
Mesa se comprometió a hacer la tarea de coordinación y de vocería fundamental en la nueva etapa del Movimiento Al Socialismo, y el propio MAS le ha forzado a asumirla incluso antes de que sus acólitos asuman papel.
La primera – o última – decisión del MAS ha sido suprimir los dos tercios en los artículos del Reglamento que hacen al debate y sus tiempos – no a la aprobación de leyes, por ejemplo, para lo que no se necesitan dos tercios. La “cacicada” de último momento ha servido para remover el hastío y dar argumentos de nuevo a los derrotados, como si el MAS necesitara siempre tensión para avanzar-
Como sea, Mesa ha señalado que o se baja la modificación o no acudirán a la sesión de investidura. Una “amenaza” que de nuevo se lee en clave internacional: un Gobierno solitario, un intento por reposicionar el autoritarismo del MAS frente al resultado y que puede ser el inicio de una estrategia a la venezolana, que tan malos resultados le ha dado a Juan Guaidó y compañía.
Otros creen, sin embargo, que a Mesa en realidad lo que le gustaría es desaparecer, y con él su bancada y no verse en el pesado trabajo de crear criterio y posición sobre las decisiones de Gobierno sin cobrar siquiera el salario de un diputado o un senador. Nada desarticula más la oposición que dejar sin laburo a su candidato.
En 2017 hubo dos parlamentarios de UD que avalaron la consulta al Constitucional que acabó permitiendo la candidatura de Evo Morales en 2019. Si Mesa desaparece, la bancada de Comunidad Ciudadana, probablemente, no tenga mayor vocación de sobrevivir que la que sus miembros tengan en el futuro inmediato, normalmente en sus regiones.
En cualquier caso, quien parece que no tiene intención alguna de desaparecer es Luis Fernando Camacho, que estas semanas ha bajado el tono pero que prevé un futuro inmediato en Santa Cruz, normalmente en la Gobernación, y que sí servirá para sostener una bancada menuda, pero con posibles.
Muchos analistas ven en la estrategia de Camacho una implementación de una vía independentista semejante a la vía catalana en España, que después de años de moderación y concertación con el Estado a través del histórico partido de Convergencia i Unió para fijar privilegios – que sería un símil de Demócratas -, el radicalismo ha tomado la delantera exigiendo la secesión con un amplio apoyo popular.
Camacho, de momento, ya ha anunciado que se pliega a los designios del Comité Cívico de Santa Cruz, que prepara una Asamblea de la Cruceñidad donde seguramente fije el objetivo a corto, a mediano y a largo plazo.
Lo que pase en las subnacionales va a resultar clave para el desarrollo de la legislatura. Si Comunidad Ciudadana desaparece como instrumento y Camacho se fortalece en Santa Cruz, a costa de los Demócratas, se pueden empezar a poner cosas en juego mucho más importantes que la propia Gobernabilidad. Y no hace tanto estuvimos en esas.