Mayo, el mes que nos fuimos al tacho



Hoy acaba el fatídico mes de mayo. No tanto por la sordidez de los datos del avance de la enfermedad, que dan cuenta de un descontrol absoluto, sino por las miserias que han salido a la luz en estos días.
El mes empezaba con el entonces ministro de Salud Marcelo Navajas diciendo que íbamos a llegar a 10.000 casos y que lo único que podíamos hacer era resignarnos y esperar en casa, o no, porque todos nos íbamos a contagiar.
Unas semanas después ese ministro tan optimista fue relevado del caso porque mientras recomendaba que nada se podía hacer más que esperar, alguien hizo un negocio millonario y obsceno: se compró 170 respiradores de 8.000 dólares cada uno que no sirven para UTI por 28.000 dólares.
El asunto es doloroso, y lo seguirá siendo a medida que los casos suban, porque no se ha dotado de otro equipamiento, salvo unas pocas unidades de respiradores convencionales. Tampoco se han entregado ítems y hay incluso un hospital, en uno de los municipios más afectado por la pandemia, Montero, que no funciona pese a estar terminados. Unos presentan una Acción Popular y otros una Ley. El asunto parece ridículo.
Mientras esperábamos, los casos pasaron de mil a diez mil. El Beni se fue literalmente al bombo para que el Gobierno reaccionara con una campaña de apoyo más mediática que efectiva. Santa Cruz, desatado, se fue a darle consejos al Beni. Y mientras, en el resto del país se evidenció que los casos “aparecen” en el hospital, muchas veces en terapia intensiva, y que nadie está haciendo lo que se debe para su detección vía contactos.
Además, alguien se empeñó en la ivermectina como antes había sido la hidroxicloriquina y después el plasma “hiperinmune”. Todo experimental. Hasta que apareció un iluminado en Trinidad repartiendo cócteles de azotrimicina… sin que nadie lo detenga.
Para acabar, el Gobierno, que es quien tiene todos los datos, todos los reactivos, todos los laboratorios, todo el control sobre Policía y Fuerzas Armadas, todos los recursos, la máquina de hacer dinero vía deuda o vía devaluación, etc., decidió levantar las manos y conminar a los alcaldes y las gobernaciones a “hacer algo” para contener la enfermedad.
En un departamento autónomo y con recursos como Tarija sonó raro, básicamente porque el Gobierno tardó dos meses en dar un laboratorio, no da ítems, no da respiradores, ni otras promesas… pero ahí quedó la cosa.
El mes acaba y el gobierno se borra. Viene un mes atroz, nada parece indicar que algo vaya a ir mejor.