La cabeza de Mostajo – Radji
Desde el pulso por la ivermecticina, una parte del Gobierno quedó resentida. A la fecha, la polarización es mayor. Mohammed Mostajo – Radji fue presentado con honores de embajador para la Ciencia y la Tecnología para Bolivia el 14 de febrero de 2020. El doctorado en Harvard venía a ocupar...



Desde el pulso por la ivermecticina, una parte del Gobierno quedó resentida. A la fecha, la polarización es mayor. Mohammed Mostajo – Radji fue presentado con honores de embajador para la Ciencia y la Tecnología para Bolivia el 14 de febrero de 2020. El doctorado en Harvard venía a ocupar un puesto de superasesor cerca del oído de la presidenta Jeanine Áñez, que ya había convertido su Gobierno de Transición en uno aspirante a la continuidad, y que por lo tanto, le venían bien todo tipo de ideas que la presentaran como un gobierno nuevo y moderno.
Los cargos de “embajadores” son molestos para los ministros, básicamente porque se convierten en voceros sin responsabilidad, arguyendo la ausencia de honorarios, pero que suelen tener la última palabra en asuntos delicados por encargo de la Presidenta. Algo así pasó con Tuto Quiroga cuando el Gobierno de Áñez comenzaba a caminar y se le encomendó una vocería internacional para explicar el “no golpe”. Tuto acabó pisando tantos charcos que en Cancillería se sintieron aliviados cuando optó por renunciar para candidatear.
Mostajo - Radji es un cerebro privilegiado que ha estudiado en grandes universidades y que desde 2017 es una suerte de celebrity de la neurociencia, muy de moda en estos tiempos postmodernos. En una entrevista en 2017 explicó que siempre anduvo en temas de investigación, pero que "hallaba que la medicina era muy repetitiva y me parecía aburrida” por lo que estudió para “científico”, lo que para él era “el mejor trabajo del mundo”.
La cuestión es que con 31 años cumplidos y mucho afán de reconocimiento, lo que tenía que convertirse en una plácida estancia en Bolivia como asesor referenciado de Naciones Unidas se convirtió en pesadilla por la manida proteína del coronavirus y la falta de roce real en un país que abandonó hace mucho tiempo.
[caption id="attachment_554875" align="alignright" width="300"] Mostajo Radji con Adriana Salvatierra[/caption]
El asunto de los respiradores ha puesto a Mostajo – Radji en el centro de la polémica, sobre todo porque una parte del gabinete quiere que esté ahí. El científico apareció pisando fuerte, pero se hace el desligado a la hora de la verdad, algo que no acaba de caer bien.
En la crisis de estos días a cuenta de la fatídica compra, Mostajo – Radji ha señalado que él no toma decisiones sobre insumos ni equipos médicos, pero sí ha reconocido una presencia casi constante en el piso 22 de la Casa Grande del Pueblo, donde se ha instalado una suerte de cuartel general contra el coronavirus y, sobre todo, ha reconocido que es responsable de la estrategia. Justamente eso que no está funcionando.
La cuarentena se decretó el 22 de marzo con 27 casos positivos. Dos meses después va por 6.000. El problema no es solo matemático, sino que el pueblo real no puede quedarse dos meses en el hogar, lo que en la práctica ha supuesto la disolución de la cuarentena y por ende, un incremento desproporcionado del riesgo de contagio. A eso se suma que las capacidades médicas no se han mejorado ni un ápice: no hay ítems, no hay respiradores ni camas UCI, no hay intensivistas… y la única compra voluminosa se ha convertido en un escándalo.
Es verdad que Mostajo – Radji no llegó para enfrentar el virus y tal vez no tenía necesidad de quedarse, sobre todo si como dicen no recibe honorarios. Algunas fuentes le atribuyen una retribución de hasta 6.000 dólares con ese concepto extraño de “embajador” en tierra boliviana. Otros señalan que es personal nomás de Naciones Unidas. Lo cierto es que Mostajo – Radji se está quedando en Bolivia, y que su papel en el entramado puede acabar convirtiéndose en su tumba, o en su aprendizaje para otras cotas.
El fracaso de la estrategia se gestó en los primeros días. En ese momento en el que se vetó la compra de 100.000 pruebas rápidas por parte de YPFB y se desaconsejó a todo el mundo usarlas. Tarija fue el primer departamento en romper la disciplina y hoy por hoy es uso corriente en todos los departamentos, pero recién se ha aprobado un “reglamento” que nadie atiende.
El segundo fracaso fue tal vez provocado por la ansiedad: la promesa de los 500 respiradores para Terapia Intensiva tenía toda la pinta de convertirse en cruz que cargar – algo así como las 48 horas de los laboratorios de Tarija o Trinidad – cuando se conocía que en el mundo entero se hacían compras a 300 días de plazo de entrega y los países empezaban a actuar como corsarios, reteniendo insumos de unos y de otros.
Cuentan entre los pasillos que Navajas, neumólogo en fase de jubilación, tal vez no quiso polemizar con “el chico”, pero que era la mano derecha de la Presidenta, Yerko Núñez, quien tenía la palabra empeñada en esto, y tardaba demasiado. El día que el único referente moral y científico de estos tiempos dejó el cargo para recuperarse del coronavirus – Óscar Urenda, el secretario de Salud de Santa Cruz – lo hizo disparando: no hay ítems, no hay camas, ni siquiera hay sueldos.
Ese día alguien se puso muy nervioso. Alguien de los que miden intención de voto. La operación de los respiradores españoles se activó poco después y los resultados son por demás conocidos: lo que costaba 8.000 se acabó comprando a 27.000.
Lo que no cae bien en el gabinete es la habilidad para zafar ocultándose públicamente en las redes sociales. Ya lo había hecho con anterioridad, dando explicaciones contradictorias sobre los laboratorios de Tarija o sobre el volumen de pruebas a realizar, pero lo que estaba por venir lo iba a superar.
El jueves 14 llegaron a Santa Cruz los primeros aparatos y los médicos pusieron el grito en el cielo nada más verlos. El Gobierno en pleno trataba de justificar la utilidad y los hacía confundir con la promesa de los 500 respiradores que iban a llegar siempre “la próxima semana” y que Núñez y el resto de la comitiva política había convertido en bandera.
El 15, y mientras todos defendían a una, Mostajo Radji se descolgó aclarando que esos respiradores no eran del paquete de 500. Y lo que es peor, puso plazo de entrega de los 500, de los que se sigue sin saber nada.
Fue la aclaración de Mostajo – Radji en medio de la discusión sobre la utilidad la que abrió la nueva incógnita. ¿Y entonces para qué se ha comprado esto? De ahí a la indagación del precio hubo solo un pequeñísimo paso.
Mostajo – Radji lo volvió a hacer dos días después, colocando otro post en su Facebook en el que detallaba la cadena de responsabilidad en la que, por supuesto, se eximía:
Mostajo Radji trataba de exonerar al Ministro dejando la decisión de la compra en “una persona” y la validación de la operación en unos funcionarios del BID, que por mucha rimbombancia no dejan de ser unos oficiales de crédito al uso. En este caso, al mal uso.
Evidentemente no coló.
Los cargos de “embajadores” son molestos para los ministros, básicamente porque se convierten en voceros sin responsabilidad, arguyendo la ausencia de honorarios, pero que suelen tener la última palabra en asuntos delicados por encargo de la Presidenta. Algo así pasó con Tuto Quiroga cuando el Gobierno de Áñez comenzaba a caminar y se le encomendó una vocería internacional para explicar el “no golpe”. Tuto acabó pisando tantos charcos que en Cancillería se sintieron aliviados cuando optó por renunciar para candidatear.
Mostajo - Radji es un cerebro privilegiado que ha estudiado en grandes universidades y que desde 2017 es una suerte de celebrity de la neurociencia, muy de moda en estos tiempos postmodernos. En una entrevista en 2017 explicó que siempre anduvo en temas de investigación, pero que "hallaba que la medicina era muy repetitiva y me parecía aburrida” por lo que estudió para “científico”, lo que para él era “el mejor trabajo del mundo”.
La cuestión es que con 31 años cumplidos y mucho afán de reconocimiento, lo que tenía que convertirse en una plácida estancia en Bolivia como asesor referenciado de Naciones Unidas se convirtió en pesadilla por la manida proteína del coronavirus y la falta de roce real en un país que abandonó hace mucho tiempo.
[caption id="attachment_554875" align="alignright" width="300"] Mostajo Radji con Adriana Salvatierra[/caption]
El asunto de los respiradores ha puesto a Mostajo – Radji en el centro de la polémica, sobre todo porque una parte del gabinete quiere que esté ahí. El científico apareció pisando fuerte, pero se hace el desligado a la hora de la verdad, algo que no acaba de caer bien.
En la crisis de estos días a cuenta de la fatídica compra, Mostajo – Radji ha señalado que él no toma decisiones sobre insumos ni equipos médicos, pero sí ha reconocido una presencia casi constante en el piso 22 de la Casa Grande del Pueblo, donde se ha instalado una suerte de cuartel general contra el coronavirus y, sobre todo, ha reconocido que es responsable de la estrategia. Justamente eso que no está funcionando.
La cuarentena se decretó el 22 de marzo con 27 casos positivos. Dos meses después va por 6.000. El problema no es solo matemático, sino que el pueblo real no puede quedarse dos meses en el hogar, lo que en la práctica ha supuesto la disolución de la cuarentena y por ende, un incremento desproporcionado del riesgo de contagio. A eso se suma que las capacidades médicas no se han mejorado ni un ápice: no hay ítems, no hay respiradores ni camas UCI, no hay intensivistas… y la única compra voluminosa se ha convertido en un escándalo.
Es verdad que Mostajo – Radji no llegó para enfrentar el virus y tal vez no tenía necesidad de quedarse, sobre todo si como dicen no recibe honorarios. Algunas fuentes le atribuyen una retribución de hasta 6.000 dólares con ese concepto extraño de “embajador” en tierra boliviana. Otros señalan que es personal nomás de Naciones Unidas. Lo cierto es que Mostajo – Radji se está quedando en Bolivia, y que su papel en el entramado puede acabar convirtiéndose en su tumba, o en su aprendizaje para otras cotas.
El fracaso de la estrategia se gestó en los primeros días. En ese momento en el que se vetó la compra de 100.000 pruebas rápidas por parte de YPFB y se desaconsejó a todo el mundo usarlas. Tarija fue el primer departamento en romper la disciplina y hoy por hoy es uso corriente en todos los departamentos, pero recién se ha aprobado un “reglamento” que nadie atiende.
El segundo fracaso fue tal vez provocado por la ansiedad: la promesa de los 500 respiradores para Terapia Intensiva tenía toda la pinta de convertirse en cruz que cargar – algo así como las 48 horas de los laboratorios de Tarija o Trinidad – cuando se conocía que en el mundo entero se hacían compras a 300 días de plazo de entrega y los países empezaban a actuar como corsarios, reteniendo insumos de unos y de otros.
Cuentan entre los pasillos que Navajas, neumólogo en fase de jubilación, tal vez no quiso polemizar con “el chico”, pero que era la mano derecha de la Presidenta, Yerko Núñez, quien tenía la palabra empeñada en esto, y tardaba demasiado. El día que el único referente moral y científico de estos tiempos dejó el cargo para recuperarse del coronavirus – Óscar Urenda, el secretario de Salud de Santa Cruz – lo hizo disparando: no hay ítems, no hay camas, ni siquiera hay sueldos.
Ese día alguien se puso muy nervioso. Alguien de los que miden intención de voto. La operación de los respiradores españoles se activó poco después y los resultados son por demás conocidos: lo que costaba 8.000 se acabó comprando a 27.000.
Lo que no cae bien en el gabinete es la habilidad para zafar ocultándose públicamente en las redes sociales. Ya lo había hecho con anterioridad, dando explicaciones contradictorias sobre los laboratorios de Tarija o sobre el volumen de pruebas a realizar, pero lo que estaba por venir lo iba a superar.
El jueves 14 llegaron a Santa Cruz los primeros aparatos y los médicos pusieron el grito en el cielo nada más verlos. El Gobierno en pleno trataba de justificar la utilidad y los hacía confundir con la promesa de los 500 respiradores que iban a llegar siempre “la próxima semana” y que Núñez y el resto de la comitiva política había convertido en bandera.
El 15, y mientras todos defendían a una, Mostajo Radji se descolgó aclarando que esos respiradores no eran del paquete de 500. Y lo que es peor, puso plazo de entrega de los 500, de los que se sigue sin saber nada.
Fue la aclaración de Mostajo – Radji en medio de la discusión sobre la utilidad la que abrió la nueva incógnita. ¿Y entonces para qué se ha comprado esto? De ahí a la indagación del precio hubo solo un pequeñísimo paso.
Mostajo – Radji lo volvió a hacer dos días después, colocando otro post en su Facebook en el que detallaba la cadena de responsabilidad en la que, por supuesto, se eximía:
Mostajo Radji trataba de exonerar al Ministro dejando la decisión de la compra en “una persona” y la validación de la operación en unos funcionarios del BID, que por mucha rimbombancia no dejan de ser unos oficiales de crédito al uso. En este caso, al mal uso.
Evidentemente no coló.