Ay, ay, Ayo
El aguerrido politólogo Diego Ayo pidió hace unas semanas espacio y reconocimiento entre los periodistas. No lo hizo por favor, sino afilando su plumilla ironizando sobre la libertad de expresión, para acabar dándole un deje intelectual a los exabruptos del ministro de Gobierno, Arturo...



El aguerrido politólogo Diego Ayo pidió hace unas semanas espacio y reconocimiento entre los periodistas. No lo hizo por favor, sino afilando su plumilla ironizando sobre la libertad de expresión, para acabar dándole un deje intelectual a los exabruptos del ministro de Gobierno, Arturo Murillo, en su cruzada particular contra tuiteros y hacedores de memes.
La cosa es que después de una vida teorizando entre las faldas – y los millones – de Samuel Doria Medina en su Fundación Pazos Kanki, un think thank experto en todo menos en ganar elecciones, a Ayo le tocaba dar el paso, y su jefe consideró que sería más útil en la trinchera del relato mediático del nuevo Gobierno/candidato que en algún viceministerio de ventanas opacas.
Ayo aterrizó en la “nueva” Bolivia TV, donde desempeña una suerte de consultorio editorial, pero además reclamó pantalla, por lo que se hizo un espacio en “Parte y Contraparte”, el late night público que pretendía mostrar el cambio de cara del canal del Estado.
Como el formato es aburrido: cuatro o cinco personas sin barbijo y sin distancia de seguridad pertrechados sobre una mesa redonda, Ayo trata de animar la tertulia referenciando sus comentarios a las correrías de su wawa de cinco años o a sus 31 alumnos, de los que nos cuenta incluso lo que van a votar.
En Parte y Contraparte todos son Parte. Y parte del Gobierno, aunque alguna vez dan alguna opinión divergente, por aquello de que no se note demasiado. Quién más hace esto es de nuevo Diego Ayo, que llega al programa en calidad de analista pero que trata de ejercer de periodista con los invitados, y acaba saliendo un “refrito infumable” que diría aquel, o un “teatrillo muy poco convincente”.
Esta semana brindó un triste homenaje al Día del Periodista boliviano, que atraviesa en este último año una de las coyunturas más difíciles, al justificar el decreto 4231 – que penalizaba la información que generara incertidumbre – aun diciendo que no le parecía bien. Es pura técnica.
Lo propio hizo en el debate de los Transgénicos, lanzando centros al área para que la ministra Capobianco rematara – “Mesa hizo esto, Veltzé lo otro, Evo más, ¿Por qué ustedes son distintos?” – y haciendo como si la explicación unilateral – sin contraparte – le fuera convenciendo poco a poco.
El hombre que duró seis días y una sola entrevista como jefe de campaña de Mesa, por encargo de nuevo de Samuel Doria Medina, tal vez pudiera mejorar como periodista si no le tocara ejercer de operador político, que es lo que desde siempre ha sido.
Sus reflexiones tal vez puedan resultar interesantes. Bastaría con que pusieran a un periodista en la mesa, uno de verdad, para ver cuánto ha cambiado Bolivia TV.
La cosa es que después de una vida teorizando entre las faldas – y los millones – de Samuel Doria Medina en su Fundación Pazos Kanki, un think thank experto en todo menos en ganar elecciones, a Ayo le tocaba dar el paso, y su jefe consideró que sería más útil en la trinchera del relato mediático del nuevo Gobierno/candidato que en algún viceministerio de ventanas opacas.
Ayo aterrizó en la “nueva” Bolivia TV, donde desempeña una suerte de consultorio editorial, pero además reclamó pantalla, por lo que se hizo un espacio en “Parte y Contraparte”, el late night público que pretendía mostrar el cambio de cara del canal del Estado.
Como el formato es aburrido: cuatro o cinco personas sin barbijo y sin distancia de seguridad pertrechados sobre una mesa redonda, Ayo trata de animar la tertulia referenciando sus comentarios a las correrías de su wawa de cinco años o a sus 31 alumnos, de los que nos cuenta incluso lo que van a votar.
En Parte y Contraparte todos son Parte. Y parte del Gobierno, aunque alguna vez dan alguna opinión divergente, por aquello de que no se note demasiado. Quién más hace esto es de nuevo Diego Ayo, que llega al programa en calidad de analista pero que trata de ejercer de periodista con los invitados, y acaba saliendo un “refrito infumable” que diría aquel, o un “teatrillo muy poco convincente”.
Esta semana brindó un triste homenaje al Día del Periodista boliviano, que atraviesa en este último año una de las coyunturas más difíciles, al justificar el decreto 4231 – que penalizaba la información que generara incertidumbre – aun diciendo que no le parecía bien. Es pura técnica.
Lo propio hizo en el debate de los Transgénicos, lanzando centros al área para que la ministra Capobianco rematara – “Mesa hizo esto, Veltzé lo otro, Evo más, ¿Por qué ustedes son distintos?” – y haciendo como si la explicación unilateral – sin contraparte – le fuera convenciendo poco a poco.
El hombre que duró seis días y una sola entrevista como jefe de campaña de Mesa, por encargo de nuevo de Samuel Doria Medina, tal vez pudiera mejorar como periodista si no le tocara ejercer de operador político, que es lo que desde siempre ha sido.
Sus reflexiones tal vez puedan resultar interesantes. Bastaría con que pusieran a un periodista en la mesa, uno de verdad, para ver cuánto ha cambiado Bolivia TV.