Doria Medina en el Gobierno
A priori, Samuel Doria Medina está más cerca que nunca de lograr su objetivo de siempre: llegar al Gobierno. El magnate excementero fue el elegido por la presidenta Jeanine Áñez para acompañarlo en la fórmula de la agrupación Juntos, que pasadas las fulgurantes luces del estreno, ya todos...



A priori, Samuel Doria Medina está más cerca que nunca de lograr su objetivo de siempre: llegar al Gobierno. El magnate excementero fue el elegido por la presidenta Jeanine Áñez para acompañarlo en la fórmula de la agrupación Juntos, que pasadas las fulgurantes luces del estreno, ya todos los involucrados la identifican como la sucesión de Unidad Demócrata de 2014, solo que con el enroque preceptivo que impidió precisamente la reedición de la fórmula en la elección fallida de 2019.
Es a priori, porque pese a que la campaña de Juntos anda sobrada de recursos y proyección mediática, incluso en plena crisis del Covid-19, los datos indican que está peor situado que en la campaña de 2014.
Samuel Doria Medina ha candidateado en tres ocasiones como Presidente. En 2005, cuando solo trataba de posicionar a Unidad Nacional como proyecto de país y sacó un modesto 5 por ciento; en 2009 cuando siguió al margen de la “megacoalición” de entonces, que fue Convergencia Nacional, y en 2014, cuando se presentó a sí mismo como candidato de la “megacoalición”, que al principio se llamaba “Frente Amplio” y tenía al MNR de Johnny Torres como principal socio, pero que acabó dinamitando a cambio de la alianza con los Demócratas de Rubén Costas (y Ernesto Suárez, y Oscar Ortiz, y ahora Jeanine Áñez) básicamente porque tenían los votos de Santa Cruz.
A estas alturas de 2014 Samuel Doria Medina ya era el segundo en intención de voto y sumaba algo más de lo que actualmente le dan a Jeanine Áñez - entre 18 y 22 según la encuestadora -, que sobre todo, no consigue salir del tercer lugar, cada vez más alejada de Carlos Mesa, con el efecto de la novedad disuelto y con pocas armas para reaccionar.
Así acabó, con un 24 redondeado en la votación tras una campaña que no quiere recordar, donde estuvo el “carajo no me puedo morir”, pero también aquellas amenazas de “te vas a Trinidad” que le señalaba a la esposa denunciante por maltrato de un estrecho colaborador, y que sigue en activo.
Lo del amor entre Doria Medina y Rubén Costas es como de telenovela venezolana. En 2019, Doria Medina decidió apartarse de la coalición “Bolivia Dice No” que su “amigo” Rubén Costas había preparado no solo para hacerle la cama a Carlos Mesa sino para limpiar a Doria Medina de su camino. Los Demócratas tenían más afiliados, y cuando se retaron a una primaria de verdad, las cuentas no le salieron. Doria Medina prefirió retirarse y, mucho más tarde, dar su respaldo al voto útil por Carlos Mesa. Costas estuvo a punto de entregar en bandeja el Gobierno al MAS, que hubiera estado cantado si la población cruceña no hubiera desobedecido a su Gobernador. Pese a todo, los Demócratas de Costas, Suárez y Áñez son hoy Gobierno, y Doria Medina es su amigo.
Tan amigo que ocupa la candidatura a la Vicepresidencia, algo que seguían sin querer en Demócratas, pero a lo que se vieron obligados para fortalecer el discurso de la unidad más amplia posible… que no es otra cosa que la enésima megacoalición.
La presentación del binomio en enero pasa por ser uno de los actos de paroxismo político más grossos de los últimos años en Bolivia, reconocen algunos de los operadores que estuvieron cerca: Doria Medina había recibido con furibundo malestar expresado en redes la decisión de Áñez de candidatear a la Presidencia aquel 24 de enero. Hasta se mandó un artículo de opinión publicado en varios medios del establishment y al que le metió harta publicidad en Facebook para que llegara hasta la última cuenta boliviana: Una semana después unían destinos en el ex Radisson.
Áñez, quien sabe por qué, entonó aquello de que iba a dejar todo lo económico “en manos de Samuel” para que los bolivianos pudieran dormir tranquilos. Sin entrar en lo simbólico de las palabras respecto al rol femenino, más de un nacionalista de los que estaban presentes se revolvió en su asiento: Doria Medina se hizo con una empresa del Estado a precio de saldo, se enriqueció dotando cemento al boom boliviano y acabó vendiendo la empresa a través de un paraíso fiscal a capitales extranjeros. Aun suponiendo que todo es perfectamente legal, pues ningún tribunal ha podido demostrar lo contrario ni en 14 años de masismo, lo de “dormir tranquilos” suena a amenaza.
La candidatura de Áñez iba lanzada una semana, desde aquel viernes no crece. La leyenda kencha de Doria Medina, dicen algunos en occidente, parece haberse trasferido. “Pacificación, elecciones, candidatura. Todo iba bien”, dicen, pero llegó el coronavirus, Tiquipaya, el hundimiento del petróleo, los contratos a la baja, el caso Entel, BoA, Bolivia TV y todo lo demás.
El tiempo apremia. Doria Medina quiere su sueño, pero las cuentas, de nuevo, no cuadran.
Es a priori, porque pese a que la campaña de Juntos anda sobrada de recursos y proyección mediática, incluso en plena crisis del Covid-19, los datos indican que está peor situado que en la campaña de 2014.
Samuel Doria Medina ha candidateado en tres ocasiones como Presidente. En 2005, cuando solo trataba de posicionar a Unidad Nacional como proyecto de país y sacó un modesto 5 por ciento; en 2009 cuando siguió al margen de la “megacoalición” de entonces, que fue Convergencia Nacional, y en 2014, cuando se presentó a sí mismo como candidato de la “megacoalición”, que al principio se llamaba “Frente Amplio” y tenía al MNR de Johnny Torres como principal socio, pero que acabó dinamitando a cambio de la alianza con los Demócratas de Rubén Costas (y Ernesto Suárez, y Oscar Ortiz, y ahora Jeanine Áñez) básicamente porque tenían los votos de Santa Cruz.
A estas alturas de 2014 Samuel Doria Medina ya era el segundo en intención de voto y sumaba algo más de lo que actualmente le dan a Jeanine Áñez - entre 18 y 22 según la encuestadora -, que sobre todo, no consigue salir del tercer lugar, cada vez más alejada de Carlos Mesa, con el efecto de la novedad disuelto y con pocas armas para reaccionar.
Así acabó, con un 24 redondeado en la votación tras una campaña que no quiere recordar, donde estuvo el “carajo no me puedo morir”, pero también aquellas amenazas de “te vas a Trinidad” que le señalaba a la esposa denunciante por maltrato de un estrecho colaborador, y que sigue en activo.
Lo del amor entre Doria Medina y Rubén Costas es como de telenovela venezolana. En 2019, Doria Medina decidió apartarse de la coalición “Bolivia Dice No” que su “amigo” Rubén Costas había preparado no solo para hacerle la cama a Carlos Mesa sino para limpiar a Doria Medina de su camino. Los Demócratas tenían más afiliados, y cuando se retaron a una primaria de verdad, las cuentas no le salieron. Doria Medina prefirió retirarse y, mucho más tarde, dar su respaldo al voto útil por Carlos Mesa. Costas estuvo a punto de entregar en bandeja el Gobierno al MAS, que hubiera estado cantado si la población cruceña no hubiera desobedecido a su Gobernador. Pese a todo, los Demócratas de Costas, Suárez y Áñez son hoy Gobierno, y Doria Medina es su amigo.
Tan amigo que ocupa la candidatura a la Vicepresidencia, algo que seguían sin querer en Demócratas, pero a lo que se vieron obligados para fortalecer el discurso de la unidad más amplia posible… que no es otra cosa que la enésima megacoalición.
La presentación del binomio en enero pasa por ser uno de los actos de paroxismo político más grossos de los últimos años en Bolivia, reconocen algunos de los operadores que estuvieron cerca: Doria Medina había recibido con furibundo malestar expresado en redes la decisión de Áñez de candidatear a la Presidencia aquel 24 de enero. Hasta se mandó un artículo de opinión publicado en varios medios del establishment y al que le metió harta publicidad en Facebook para que llegara hasta la última cuenta boliviana: Una semana después unían destinos en el ex Radisson.
Áñez, quien sabe por qué, entonó aquello de que iba a dejar todo lo económico “en manos de Samuel” para que los bolivianos pudieran dormir tranquilos. Sin entrar en lo simbólico de las palabras respecto al rol femenino, más de un nacionalista de los que estaban presentes se revolvió en su asiento: Doria Medina se hizo con una empresa del Estado a precio de saldo, se enriqueció dotando cemento al boom boliviano y acabó vendiendo la empresa a través de un paraíso fiscal a capitales extranjeros. Aun suponiendo que todo es perfectamente legal, pues ningún tribunal ha podido demostrar lo contrario ni en 14 años de masismo, lo de “dormir tranquilos” suena a amenaza.
La candidatura de Áñez iba lanzada una semana, desde aquel viernes no crece. La leyenda kencha de Doria Medina, dicen algunos en occidente, parece haberse trasferido. “Pacificación, elecciones, candidatura. Todo iba bien”, dicen, pero llegó el coronavirus, Tiquipaya, el hundimiento del petróleo, los contratos a la baja, el caso Entel, BoA, Bolivia TV y todo lo demás.
El tiempo apremia. Doria Medina quiere su sueño, pero las cuentas, de nuevo, no cuadran.