El día que se re legalizó la dinamita
Ahora que mineros y otros sectores sociales están autorizados a portar y explosionar dinamitas cuando marchen por las ciudades, surge una serie de preocupaciones. Por ejemplo, sabremos que en los vehículos de transporte público podrá haber una buena carga de cachorros. Virtuales...



Una vez en las ciudades, estos hombres, armados, en sus momentos de sosiego ingresarán a lugares públicos a semejanza de algunos conocidos terroristas modernos. Todo legal, pinta sexy con casco y chaleco cargado de cachorros. No habrá que alarmarse. Es más, deberán agradecer a los portadores de los explosivos porque, como aseguró el ministro de Defensa, Reymi Ferreira: “La dinamita sirvió en la Revolución de 1952, (…) sin la dinamita Goni tal vez no habría caído”. La misma autoridad respondió, incluso, indignada, cuando una periodista le consultó sobre los riesgos que corrían los niños y otros ciudadanos en las calles. “Ah, no puej, -dijo con acento cruceño- si alguien atenta contra niños con explosivos, las leyes establecen un castigo”.O sea, que los transeúntes no se preocupen. Es posible que queden muertos, tullidos, sordos o con males algo menores como traumas acústicos, pero segurito le caerá la ley a los culpables. Podrán aplaudir a nuestros célebres jueces y fiscales desde los hospitales o el cielo. Y todos contentos. ¡Qué lindo! ¡Uta, qué maaachos son los mineros!A estas alturas casi sólo cabe una especie de sintonía con la locura colectiva que a momentos parece afectar a algunas autoridades de Gobierno. Claro, no sólo fue el Ministro de Defensa quien justificó la derogatoria del Decreto Supremo 3159 que prohibía el uso de explosivos en las manifestaciones públicas. Su par de Minería, César Navarro, se mandó un virtual y emotivo huayño para celebrar la disposición. “Para los mineros –explicó -, la dinamita es una tradición casi cultural, cuando Evo llega a las minas anuncian su llegada haciendo explotar dinamitas…”. Como dándoles razón a los ministros, el 1 de mayo, día de la re legalización de la dinamita, don Máximo Mamani obró en consecuencia. Este experimentado minero de 86 años salió a festejar a las calles de Achacachi. Fue breve la celebración y además resultó la última. El cartucho explotó en la mano y muy pegado al vientre del señor Mamani. Murió el martes tras tres días de agonía. Don Máximo recordó así la historia de víctimas que, vía accidentes o agresiones, ha causado en años recientes y no precisamente en situaciones heroicas. Junto a varios mutilados que se produjeron en todo el país, incluso en 2008 uno en Tarija, es fácil recordar, por ejemplo casos como el de Eustaquio Picachuri.Le habían despojado de su derecho a la jubilación. El 30 de marzo de 2004, este minero ingresó al Parlamento con un chaleco cargado de dinamitas conectado a un detonador eléctrico. Esperaba en el hall del Palacio Legislativo una nueva respuesta de las autoridades de Gobierno. Y entonces el presidente del Congreso, Hormando Vaca Diez, pidió a su guardia que desalojen a Picachuri del lugar. Contados minutos más tarde de que un oficial y dos guardias se acercarán al minero, una explosión destrozó cuatro ambientes del Congreso y se llevó tres vidas.Lo de Picachuri no fue lo más grave si además se recuerda “la masacre de Huanuni”. Más de uno la considera la peor de las masacres mineras, precisamente porque se basó en dinamitas y anfo (un explosivo especial para minas). A diferencia de todo el historial de masacres que afecta a aquel sector social, en ésta no participaron militares ni policías. Mineros cooperativistas y sindicalizados derivaron la disputa de la veta Posokoni de aquel reservorio a una guerra abierta lanzándose explosivos. Murieron 16 personas y decenas quedaron heridas.En cualquier Estado relativamente moderno el uso de explosivos es motivo de estrictos controles de seguridad. Los responsables de su uso industrial obedecen severas restricciones que evitan su traslado furtivo y su permanencia en recintos ajenos a la institución responsable. Desafortunadamente, en la “Bolivia potencia” de la que habla el discurso oficial hace cinco días se dio paso atrás a una incipiente y sensata prohibición.Esperemos que, como sirvieron para la recuperación de la autonomía, ahora no se legalice el uso de bombas Molotov en las marchas y entradas universitarias. Tal vez, igual, los policías marchen en su aniversario gasificando y dando palos a la gente, “por su tradición”. Quién sabe si haya que hasta temer que nuestros militares, por alguna guerra que ganaron hace muchos años, no decidan desfilar disparando metralla y cañonazos. Las malas lenguas aseguran que la loca medida de re legalizar la dinamita en las marchas mineras constituye una intimidación contra sectores antigubernamentales. Lenguas más malas atribuyen a una creciente política de represión y provocación para que se proceda luego con más dureza. Y hay lenguas aún peores que interpretan la decisión como el principio de un nuevo tiempo nada, pero nada claro.Inocente no es la medida. La explosiva “tradición” minera repuesta sabe a retroceso, cuando no a decadencia de un proceso histórico. Ojalá, como muestra de fortaleza gubernamental, otra vez se prohíba semejante licencia. No vaya a ser que cualquier día, un minero algo despistado se aplique a eso de “’¡uuuuna bombita por el Gobierno!”, en plena Plaza Murillo y a ver dónde acaba el país.