¿La hora de los impuestos?
Cuando se calcula la presión fiscal en el país tomando en cuenta los grandes tributos petroleros, Bolivia aparece como el cuarto país en el ránking continental. Los datos varían según la fuente, pero el presidente del Servicio de Impuestos Nacionales (SIN), Erick Ariñez, lo calcula en un...



Hablar de impuestos genera urticaria tanto en políticos como en los ciudadanos en general. A nadie le gusta pagar impuestos y la evasión de los mismos parece una de las mañas más arraigadas que nos dejaron los años de la opresión. No importa el monto, lo importante es pagar lo menos posible. Las continuas campañas y cierta pedagogía ha incluido a grandes bolsas de comerciantes a cambio de montos poco significativos, han ensanchado la pirámide a través del IVA, pero la caída en el precio de los hidrocarburos también afectará a este segmento del presupuesto.Evidentemente, en tiempos de crisis resulta todavía más complicado legislar sobre los tributos, aunque se sienta más necesario. Ni el gobierno central, ni las gobernaciones, ni las alcaldías se ven con fuerzas de enfrentar una reforma tributaria o de encarar aunque sea la inclusión de nuevos tributos que desincentiven ciertas prácticas nocivas para el bien común.Es el caso de los lotes baldíos o de los vehículos altamente contaminantes que poco o nada se diferencia. En muchos países se ha incluido la tasa verde o la tasa por la salud gravando el uso de combustibles, mientras que en Bolivia se subvenciona. A la inversa, también genera problemas, con una presión tan mínima es difícil incentivar un sector a través de rebajas de impuestos como en el caso de los impuestos.El impuesto sobre el salario, ensayado hace más de una década, dejó una serie de aprendizajes como país y como sociedad. Hoy nadie en su sano juicio (y con interés políticos) se plantearía volver a proponerlo, aunque suena una hipotética propuesta para gravar los sueldos por encima de los 5.000 bolivianos.El pacto fiscal ha sido cerrado con siete candados y enterrado a cientos de metros bajo tierra tan pronto como pasaron las elecciones. “A Tarija no le conviene”, se repitió una y otra vez, seguramente con mucha razón. El impacto de la caída de los precios del petróleo afecta a esta región con mayor virulencia, sobre todo porque no se tomaron medidas preventivas, vía reserva fiscal o similares. En Tarija todavía no se ha abordado con seriedad el debate de depender de unos ingresos volátiles u otros más estables. La improvisación manda y el deje rentista también.Olvidada ha quedado también la reivindicación de la tributación de las petroleras que operan en Tarija en el mismo departamento y también las posteriores. ¿Dónde tributará la enorme planta separadora de líquidos del Gran Chaco cuyas previsiones son millonarias?Sin duda hay poco margen para la actuación. Sin creatividad, la senda de la austeridad parece el camino ineludible, a pesar de las consecuencias que se han visto en numerosos países del entorno y más allá. Por el momento no hay propuestas alternativas.