¿Casualidad o estrategia?
Todos los gobiernos progresistas de la región, o al menos identificados en el ala más a la izquierda, están sufriendo un acoso sin precedentes.
La Venezuela de Maduro fue la primera y la tensión no parará de crecer ya con fecha de elecciones legislativas fijadas para diciembre. La Argentina de Cristina, también en puertas de elecciones, sufre más tensión mediática que social, aunque si se han registrado movilizaciones de calibre, pero no suficientes para arrebatar la preferencia en las encuestas a sus candidatos. El Ecuador de Rafael Correa parece ya acostumbrado a vivir a la contra; los márgenes de apoyo son muy amplios para el presidente pero parece que su figura necesita de este tipo de ataques. El Brasil de Dilma Rousseff también vive convulsionado entre movilizaciones, que no le impidieron ganar con mayoría absoluta el año pasado, y sobre todo con los asuntos de corrupción relacionados a una Petrobras cada vez menos estatal. La Folha de Sao Paolo, el diario conservador, marca la pauta y entremezcla las noticias con sondeos que aseguran que la presidenta ha bajado su popularidad de 53 a 9 por ciento en apenas ocho meses. La economía manda. Caso paradigmático es el de Bachelet en Chile donde los escándalos de corrupción también están salpicando a su segundo gobierno socialista y donde ya se vio obligada a cambiar a todos sus ministros, salvo el Canciller. También hay tensiones en México y en Perú, pero sus movilizaciones ocupan menos espacios en las portadas de los grandes medios en español y ninguno en los de otros idiomas. Cosas que pasan.Los casos aislados podrían tener una justificación local, la suma apunta a otros principios. En un análisis somero, la economía manda y las turbulencias agitan pulsiones. Lo que no está tan claro si son los corazones locales los que se agitan o los de otros en otros despachos más fríos.De entre todos estos gobiernos, solo el de Evo Morales en Bolivia se mantiene estoico y con una relativa paz social más allá de la tensión generada por tres semanas con la movilización potosina y que si bien existen denominadores comunes, también existen causas objetivas que aíslan a este movimiento del contexto internacional. Potosí tiene hambre y sueños rotos.Algunos analistas se han aventurado a hacer comparaciones entre la Primavera Árabe de principios de década y la situación actual que atraviesa el continente latinoamericano, incluido el efecto contagio que se dio en el norte de África. Sin embargo, el hecho de que las consecuencias de la Primavera Árabe estén todavía por evaluarse: Libia balcanizada en tres, Estado Islámico, dictadura más dura en Egipto, sangría perenne en Siria, etc. Dificultan las conjeturas.Occidente, en aquellas, se vio obligada a medir con diferente rasero a cada uno de los países. Marruecos se quedó incólume mientras se defendía la conquista de la democracia en Túnez, por ejemplo, o el aplastamiento de las protestas en la Turquía de Erdogan merecía otra consideración que la represión de Amanideyah en Irán. Unos años después, cada uno corre su suerte, pero las cuentas de resultados de algunas empresas han empezado a crecer.El gobierno de Evo Morales ya ha lanzado varias recomendaciones apuntando a la línea de la conspiración, aunque de momento no se ven fuerzas capaces de articular un pulso semejante a los que se juegan en el entorno. El clima electoral volverá a instalarse pronto en el país.