Quintana abre el debate del fracking en Bolivia
En los tiempos de zozobra económica y precios del petróleo a ras de suelo, Bolivia necesita certezas que oxigenen el Presupuesto General del Estado y dejando las aventuras a un lado, Rusia y Brasil parecen las socias más fiables en el actual mapa geoestratégico mundial.
Así lo pareció anunciar el ministro de la Presidencia Juan Ramón Quintana, a quien le tocó suplir en un acto al presidente Evo Morales el pasado 14 de abril, que aquejado de un dolor de muelas literal tuvo que retirarse a La Paz.Gazprom y Petrobras, dos grandes energéticas de dos grandes potencias escuchaban atentos al ministro en el salón del Hotel Los Parrales antes de firmar sendos memorándums de entendimiento en temas de exploración y de reordenación del sector, política de alto vuelo.Gazprom y Petrobras, Rusia y Brasil, son dos de las grandes perjudicadas por el derrumbe de los precios del petróleo motivado, dicen, por la irrupción del gas de esquisto no convencional que ha patentado EEUU y que no ha caído bien en el gigante de la OPEP, Arabia Saudi, que para atragantar el nuevo negocio ha tirado los pecios por debajo de los 50 dólares; un tercio de lo que estaban un año atrás.Esa es la teoría, porque EEUU sigue produciendo en su territorio, aunque con más intención de llevar la tecnología del fracking hasta el último rincón del mundo mediante sus poderosas empresas, y porque EEUU sigue comprando lo necesario ahora a un precio más barato. Ni antes ni ahora dejó de comprar por lo que el supuesto objetivo de la guerra de precios no funcionó.Ahora bien, las lágrimas empezaron a brotar en Rusia, donde el enérgico presidente Vladimir Putin, dotado de un carácter megalómano de estudio en este siglo XXI había construido sus planes de reconstrucción del Imperio sobre unos precios elevados que le permitieran financiar operaciones de explotación en el Mar del Norte, donde el costo de operación se eleva por encima de los 90 dólares.Llorar también lloran en Brasil, donde apenas seis meses antes del derrumbe de precios se licitó el megaproyecto del Presal, el proyecto de extracción de hidrocarburos en aguas profundas más ambicioso del continente y con unos costos tan grandes que hacen inviable cualquier movimiento con el precio del barril por debajo de los 70 dólares. Ambos directores, Gazprom y Petrobras, aplaudieron enérgicos cuando el ministro Quintana condenó también enérgico la práctica del fracking por el “atentado medioambiental” que constituye, cerrando así un debate que todavía no se había instalado en el país pero que el fallecido presidente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) había augurado al incluir en sus discursos la exploración de gas “convencional y no convencional”.En Bolivia no existe ninguna normativa que prohíba estas prácticas y más allá de la falta de soberanía sobre las tecnologías de exploración y explotación que todavía lastra el desarrollo del sector, es preciso que el país se concentre en su propio desarrollo. Quizá las palabras del ministro se concreten en próximas fechas. De momento todas las autoridades involucradas son de reciente designación y suficientemente jóvenes.