La igualdad es primero

Pasado el día de la mujer boliviana, vuelve a quedar en evidencia que es necesaria una profunda reflexión sobre el papel de las mismas en la sociedad, pero sobre todo, implementar las acciones necesarias para garantizar una integración y una sociedad igualitaria real. En la medida en que la...

EDITORIAL
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Pasado el día de la mujer boliviana, vuelve a quedar en evidencia que es necesaria una profunda reflexión sobre el papel de las mismas en la sociedad, pero sobre todo, implementar las acciones necesarias para garantizar una integración y una sociedad igualitaria real.

En la medida en que la celebración y la reivindicación, con objeto de la fecha, se van acercando, se empieza a cumplir el objetivo de la concientización necesaria para lograr un cambio real en la sociedad que, cada vez más, se evidencia necesario.

El día de ayer, obviamente, volvieron a triunfar las flores, las felicitaciones, las fiestas femeninas, las exaltaciones genuinas de las características atribuidas desde tiempos inenarrables a la mujer y las generalizaciones melífluas. Varían ligeramente con lo que se expresa el día de la madre, pero más de uno recicla estaditos de instagram y carteles en WhatsApp. No es malo, obviamente, reconocer la feminidad como sujeto y celebrar su presencia en el mundo, pero no puede convertirse en algo exótico o en una suerte de campaña de preservación, como quien habla de especies en extinción.

El Día de la Mujer empieza a ser, al fin, un justo homenaje a Adela Zamudio, la primera activista – reconocida - por los derechos de la mujer en Bolivia y que tuvo el valor de romper canones y saltarse las reglas de una sociedad cerrada y machista. Es un buen día también para recordar lo poco que hemos cambiado como sociedad.

Hasta la nueva Constitución, apenas se hablaba de paridad, y desde que se incluyó, apenas se ha logrado implantar allí donde las cuotas actúan como mecanismo de control, es decir, en los órganos legislativos, tanto nacional como departamental y municipal. Allí donde no hay cuota que cumplir, los hombres siguen siendo mayoría. Bastan algunos ejemplos locales: Los Concejos Municipales son más o menos paritarios, pero el presidente es hombre en el 90 por ciento de los municipios. En la Asamblea tarijeña, que va por su octavo año de vida, sólo han presidido dos mujeres, un año cada una. De los once alcaldes de los municipios tarijeños, solo la alcaldesa de Yunchará es mujer; ninguno de los once subgobernadores es mujer y solo Ana María Barja ocupa la cartera de Obras Públicas en el gabinete de la Gobernación, donde todos los demás son varones… Los ejemplos tienden a infinito: candidatos a rectores en la Universidad Pública, candidatos a la Presidencia en 2019, presidentes de los Colegios Profesionales, etc., donde se pone el ojo aparecen las diferencias.

La desigualdad no pasaría de anécdota si detrás no se escondieran docenas de familias disfuncionales, violencia por doquier y mujeres muertas, fruto de años de sociedad ciega, sorda y muda que se conformó con el así son las cosas y aquello de los trapitos sucios se lavan en casa.

Es tiempo de cambiar de lógicas, y eso se hace desde los medios de comunicación, pero sobre todo, desde la política. Es tiempo de que aquellos que administran el poder asuman responsabilidades y medidas para que hombres y mujeres puedan desarrollarse en plenitud y en libre competencia, sin servidumbres ni ataduras. Es tiempo de cambiar de actitud, por el bien del país.

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