La carrera hacia la Casa Blanca
Donald Trump, ante sus peores instintos
Tras el cambio de partida, Trump se ha de enfrentar a alguien casi 20 años más joven y mujer no blanca. Los estrategas republicanos temen un arrebato sexual y racista contra Harris
Una cita, atribuida a Lenin, sostiene que “hay décadas en las que no pasa nada y semanas en las que pasan décadas”.
Esa frase describe a la perfección el seísmo político que se ha producido entre el domingo de la semana pasada y el de esta, cuyas réplicas no hacen más que amplificar todas las cosas extraordinarias que han ocurrido en estos siete días de julio.
Lo que era una batalla en la cumbre entre dos abuelos –término literal–, entre Joe Biden, de 81 años, y Donald Trump, de 78, ha sufrido un giro radical.
Ahora es una batalla de sexos, de género, pero también de raza y de edad, cuando existe la posibilidad de que la antorcha pase de manos de la gerontocracia a generaciones más jóvenes, como una amplia mayoría de ciudadanos han estado reclamando durante tiempo.
Los republicanos, en su Arcadia de la convención de Milwaukee, donde coronaron a su rey absoluto, ya se veían ganadores en noviembre. Estaban seguros de que delante no había nadie, que Biden era un espantapájaros de votantes tras su desastroso debate con Trump el 27 de junio. Abatidos y cabizbajos, los demócratas parecían resignados a lo peor, envueltos en una batalla interna.
Y de pronto les salió el sol y vuelven a sonreír con la irrupción de la vicepresidenta Kamala Harris como la candidata a las elecciones de noviembre.
Harris, de 59 años, se hizo con las riendas del partido en 48 horas. Su ascensión –mujer de origen afrocaribeño (paterno) y del sur de Asia (materno)– supone una sorpresa, algo totalmente inesperado para los republicanos. Esto los ubica en unas aguas donde, sobre todo Trump y su elegido para la vicepresidencia, J.D. Vance, naufragan. Han de hacer campaña no solo contra una mujer más joven, que les rompe el esquema, sino que además no es blanca.
No parece que haga falta recordar como el showman de la telerrealidad y empresario inmobiliario calificó de presidente ilícito a Barack Obama, el primer negro titular de la Casa Blanca, con la falsedad de que había nacido en África.
Trump y su equipo llevaban un par de años cultivando una confrontación electoral contra un presidente blanco, de aspecto frágil y con una capacidad mental debilitada por la edad, cuestión por la que muchos estadounidenses expresaban dudas en los sondeos de que pudiera cumplir otros cuatro años de mandato en gobierno.
Enfrente había un candidato republicano caracterizado de energético de cuerpo y mente, a pesar de sus múltiples lagunas, de sus obsesiones enfermizas con los tiburones, los molinos de viento o el novelesco psicópata Hannibal Lecter.
De pronto, Trump se ha de enfrentar a una mujer casi 20 años más joven, con sus fuerzas y debilidades, pero con aire fresco. Revigorizado el partido, con un resurgimiento del apoyo entre mujeres, latinos y negros, Harris ya ha dejado claro que va a jugar fuerte el papel de la fiscal (origen de su carrera) contra el criminal convicto.
“No voy a ser amable”, avisó Trump. Los estrategas republicanos temen su respuesta y la de sus acólitos. Asusta que caiga en los insultos de género y racistas, que pueden decantar en contra grandes bolsas de votantes independientes e indecisos.
Papel Harris ya ha dejado claro que va a jugar fuerte el papel de la fiscal (origen de su carrera) contra el criminal convicto
Sus miedos se justificaron este mismo viernes. Tras recibir al primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu, en su mansión de Mar-a-Lago (Florida) y asegurar que a su nueva rival “no le gustan los judíos” (su marido lo es) y acusarla de “hostil a los estadounidenses de fe”, escaló los insultos en su intervención en una conferencia de conservadores religiosos. Ahí afirmó que Harris es una marxista, le achacó haber abierto la puerta a inmigrantes, descritos todos como delincuentes, y la definió como una bum , término con una acepción sexual (culo) utilizado para tildar a alguien de incompetente y chupóptero.
Esta descripción es una de las que aterroriza a los sectores pensantes de los republicanos, puesto que encaja con el desprecio que muchos legisladores republicanos hablan de las políticas de diversidad, equidad e inclusión (DEI). Para ellos, por lo general blancos y de buena crianza, eso no es más que una tapadera para impulsar a gente sin méritos y lograr votos.
En cuanto Biden cedió el testigo a su vicepresidenta, hubo voces entre congresistas trumpistas que despreciaron sus logros diciendo que era elegida por ser mujer y negra. Pese a su afiliación ultra, Mike Johnson, presidente de la Cámara Baja, salió a rebatir esa línea de ataque. “Estas elecciones deben ser sobre políticas, no sobre personalidades. Esto no va de un asunto personal con Kamala Harris. Su etnia, su género, no tienen nada que ver con esto en absoluto”, remarcó.
No da la impresión de que muchos, incluido Trump, le escucharan. Mucho menos Vance. En cuanto fue encumbrada la vicepresidenta salieron a la luz unas declaraciones del senador por Ohio del 2021, donde arremetió contra Harris por ser una de esas mujeres (señoras gato) que habían optado miserablemente por no tener hijos y con su elección querían hacer miserable también al país.
Este comentario no solo es un ataque a la vicepresidenta –es la madre no biológica de los dos hijos de su marido, que la llaman Momala –, sino que ha provocado una airada respuesta de otras muchas mujeres.
Lo quiso arreglar este viernes y lo empeoró. “Obviamente fue un comentario sarcástico. No tengo nada contra los gatos. No era una crítica a las que no tienen hijos por la razón que sea”. Pero profundizó en la ignominia al añadir que “es una crítica al Partido Demócrata por ser anti familia y anti niños”.
“Trump eligió como compañero a Vance, de 39 años, para presentar una fórmula moderna y de futuro. En lugar de esto, su campaña se ha focalizado a la defensiva contra las opiniones censoras de Vance sobre las mujeres que no tienen hijos”, señaló el conservador The Wall Street Journal este sábado en su editorial. Este artículo sugiere una cuestión que flota en el ambiente de los republicanos, ¿ya se arrepiente Trump de su elección para vicepresidente?”.
Estos son daños colaterales del seísmo causado por la renuncia de Biden. Harris ha logrado neutralizar la euforia conservadora, las encuestas indican que hay partido, pero contra ella juega la percepción de que la economía no va bien para los ciudadanos de a pie.