Hacer política con el coronavirus
¿Alguien podía creer que el coronavirus no llegaría a Bolivia? Efectivamente nadie. Su irrupción ha volteado la atención de las campañas políticas, que han pasado a un segundo plano absoluto. Los candidatos lo saben y por ello, deben adecuar su estrategia a lo que los ciudadanos quieren...



¿Alguien podía creer que el coronavirus no llegaría a Bolivia? Efectivamente nadie. Su irrupción ha volteado la atención de las campañas políticas, que han pasado a un segundo plano absoluto. Los candidatos lo saben y por ello, deben adecuar su estrategia a lo que los ciudadanos quieren escuchar.
El asunto, dicen los analistas, tiene mucho riesgo:
El que se pase de alarmista – “¡Vamos a morir todos!” - puede ser rechazado por miedoso y por generar incertidumbre.
El que se pase de confiado – “es una gripe más” - puede pagarlo en el mediano plazo si el asunto se va de las manos.
El que se pase de oportunista – “lo dije y no hicieron nada” - puede quedar como desleal en un momento delicado para la población.
El que se pase de victimista – “es lo que nos han dejado y no podemos hacer más” – puede acabar siendo penalizado por incapaz.
Medida política versus medida técnica
La crisis empezó en las manos del Ministro de Salud, Aníbal Cruz, que confirmó la presencia de dos positivos el martes 10 de marzo en horas de la noche. Ese día, y no antes, se convocó para el día siguiente a gobernaciones y alcaldes a coordinar acciones técnicas y de prevención, y se empezaron a organizar asuntos básicos, como los costos del transporte de las pruebas del virus o los lugares de aislamiento que se iban a disponer.
El miércoles 11 de marzo se vivieron escenas dantescas, con ciudadanos cercando un centro de salud exigiendo la evacuación de una de las enfermas y con personal de salud cercando hospitales públicos para impedir la entrada de esa misma mujer. El concepto de previsión voló por los aires.
El jueves 12 de marzo, la Presidenta Jeanine Áñez determinó dejar de escuchar a los técnicos y empezar a escuchar a los políticos, que de alguna forma tenían una visión más certera de lo que es el sistema de salud boliviano. Áñez optó por las medidas más duras con solo tres casos confirmados en el país y ningún muerto. Medidas que recién se están tomando en países desbordados como España o Italia.
Los analistas coinciden en que solo la prevención puede evitar problemas graves en el país, que evidentemente tendrían un alto costo político ante las elecciones del 3 de mayo. Ahora, la posibilidad de aplazar elecciones y que las propias medidas no sean efectivas hasta el 31 de marzo, podría poner en serio riesgo al Gobierno de Jeanine Áñez, muy ajustado en lo económico y sobre el que planea una fuerte recesión si continua a la baja el precio del petróleo.
¿En qué se parece al incendio de la Chiquitanía?
En el “mes tonto” de la campaña de 2019, el que se queda en medio entre que se conocen las listas y se acerca la elección, tuvo lugar en una de las regiones más emblemáticas del oriente boliviano un incendio de magnitud, donde se arrasaron más de tres millones de hectáreas de bosque seco chiquitano, en transición hacia la Amazonía.
Los análisis que han hecho los expertos unos meses después coinciden en que si no fue decisivo, si detuvo la progresión de todos los candidatos. Probablemente a quien más le perjudicó fue al MAS, ya que su estrategia de campaña se basaba en el lema “Futuro Seguro” y no correspondía con las imágenes de llamaradas. Al final, fue el incendio también el que hizo de resorte de los cabildos ciudadanos, que dieron pie a la desobediencia civil posterior y que acabó como ya todos conocen.
Con el tiempo, todos coinciden en que el Gobierno de Morales minimizó el impacto original, posteriormente se jugó todo al éxito del Supertánker, que no resultó, y cuando finalmente se apagó en septiembre, todos los ciudadanos habían ya sacado sus conclusiones al respecto.
Una de las imágenes icónicas de aquella crisis es la de Evo Morales y Juan Ramón Quintana con sus chisguetes. Un error de cálculo que los expertos siguen defendiendo “porque demostró que estuvo allí”.
El círculo palaciego de Áñez no quiere que su candidata cometa un error similar al del incendio con el Coronavirus – de ahí las medidas urgentes y duras – pero tampoco puede garantizar una fecha para que expire el riesgo, como sí podía suceder en el incendio, que “solo” necesitaba la época de lluvias. El 31 de marzo está tal vez demasiado cerca y lejos de las elecciones como para que tenga algún efecto, y como para todo lo contrario.
¿A quién le conviene atrasar las elecciones?
Carlos Borth, que es un político e intelectual de largo recorrido y se ha especializado en los últimos meses en sembrar temas de debate en Bolivia, quién sabe para interés de quién, escribió que iba a ser necesario retrasar las elecciones por el Coronavirus. El mismo Borth fue el que a finales de año insistió en que las elecciones tenían que ser por lo menos en julio y posesionar en el 6 de agosto, algo que gustó mucho a “los Pititas” y pronto se hizo viral.
Como la opinión de Borth – que no calificó para integrar este TSE – pesa en lo electoral - institucional, tuvo que salir el presidente del organismo Salvador Romero a negar esta posibilidad, pero evidentemente, el debate quedó instalado en la opinión pública, a la que nada le gusta más que le nieguen una posibilidad.
Más tarde, otro subordinado, Saul Paniagua, Presidente del TED en Santa Cruz, dijo que en 21 días se definiría y Romero cedió en su opinión: “Mejor no especular”. O sea, que algo hay.
Los analistas discrepan sobre a quién le conviene más alargar el periodo de transición, sobre todo si el aplazamiento es producto de que la epidemia se ha salido de control. A eso se suman las necesidades económicas inmediatas que requieren decisiones…
El asunto es complejo. Por el momento, cuarentena voluntaria.