Fracasa la austeridad “de izquierda” en Grecia
En 2015, el partido de izquierda Syriza, liderado por Alexis Tsipras, fue votado para gobernar Grecia con el mandato popular de oponerse a las políticas de la denominada Troika (Banco Central Europeo-BCE, el FMI y la Unión Europea-UE) y sus medidas de austeridad, mandato ratificado ampliamente...
En 2015, el partido de izquierda Syriza, liderado por Alexis Tsipras, fue votado para gobernar Grecia con el mandato popular de oponerse a las políticas de la denominada Troika (Banco Central Europeo-BCE, el FMI y la Unión Europea-UE) y sus medidas de austeridad, mandato ratificado ampliamente en un referéndum el 5 de julio de ese año. Sin embargo, Tsipras no cumplió, aplicó la austeridad, y perdió el apoyo de los griegos.
Al principio, Syriza resistió a la Troika. Tsipras y su entonces ministro de finanzas, Yanis Varoufakis, intentaron un acuerdo con los líderes de la zona euro que no implicara la austeridad. Cuando ese acuerdo fue rechazado por la Troika, Tsipras convocó un referéndum para que el pueblo se pronuncie a favor o en contra de volver a la austeridad.
El ambiente en los días previos al referéndum era caliente. Pleno verano, mucha gente en las calles, protestas. Hubo una masiva campaña de los bancos y medios de comunicación empresariales para que la población acepte el memorándum de austeridad de la Troika. Los bancos cerraron también como forma de amedrentamiento y advertencia a la población. Pese a ello, los griegos votaron masivamente por rechazarla, con más del 61% de los votos.
Sin embargo, un día después, el gobierno ignoró los resultados y decidió ceder. El ministro Varoufakis renunció y Tsipras hizo aprobar el acuerdo en el parlamento con un rostro apesadumbrado. Una analista explicaba que, con ello, se envolvía a la economía griega “en una camisa de fuerza europea, un proceso que comenzó en anteriores gobiernos”.
Fin del sueño
El reconocido economista marxista británico, Michael Roberts, considera que los siguientes cuatro años del gobierno de Syriza han sido a la vez “tristes y complejos”, ya que ha intentado poner en práctica “cada exigencia de la Troika”: las pensiones se han reducido, los empleados del sector público han sido despedidos y se han congelado los salarios, los activos estatales han sido vendidos y han subido mucho los impuestos.
El gobierno encabezado por Tsipras siguió adelante con la esperanza de que, si cumplía las medidas de austeridad impuestas por la Troika, finalmente sería capaz de reanudar al menos parcialmente el crecimiento económico, ganar un poco de “espacio fiscal” y “volver al mercado” de la deuda pública.
Pero los primeros préstamos que el gobierno obtuvo por su “buen comportamiento” se utilizaron, tal como establecían las condiciones del FMI y el BCE, para pagar a los bancos franceses y alemanes que acumulaban miles de millones de euros deuda pública griega que prácticamente no valía nada.
Después de este rescate de la banca privado, los siguientes préstamos fueron utilizados para cumplir con los pagos al propio FMI, al BCE y otros gobiernos de los primeros rescates.
“En este círculo sin fin se contrató más deuda para pagar la deuda anterior. Ni un céntimo de ese dinero fue destinado a aliviar la depresión que estaban sufriendo los griegos en su nivel de vida”, explica Roberts.
Eso es algo que ya lo habían advertido reiteradas veces tanto los expertos del Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas (CADTM) -quienes abogaban por una auditoría de la deuda griega, por considerar que era injusto e ilegítimo que el pueblo griego pagara por la irresponsabilidad de anteriores gobernantes-, como el propio exministro Varoufakis.
Sacrificio en vano
Datos presentados por Roberts muestran que el sacrificio fue en vano. La economía griega cayó en un 30%, las pensiones y los salarios se redujeron un 40%, miles de jóvenes emigraron en busca de trabajo y los servicios públicos y el desempleo aumentó, especialmente para los jóvenes. Los sectores más afectados en cuanto al desempleo fueron el turismo, la industria y los viajes.
La inversión de capital se derrumbó durante la crisis de la deuda, y no se ha recuperado. Los negocios griegos no pueden invertir. El gasto público ha caído por las medidas de austeridad.
“Pero nada de esto ha reducido la deuda pública en relación con el PIB, que se mantiene en un asombroso 180% del PIB y seguirá así en un futuro previsible. El fracaso del sector privado, las empresas griegas y el capitalismo global, ha recaído sobre las cuentas públicas y varias generaciones venideras de griegos”, agrega el economista británico.
Roberts había calculado que para evitar la austeridad si el gobierno mantenía sus compromisos con la Troika, la economía tenía que crecer a una tasa de 3% anual, pero ésta ha sido apenas ligeramente superior al 1% anual bajo el gobierno de Syriza, y tras un breve periodo por encima del 2% ahora está en sólo el 1,3%.
La opción y el final
El marxista británico afirma que había otra opción para Grecia, allá en 2015: “Un programa amplio para reemplazar el capitalismo. Había que reemplazar el capitalismo griego”, que significaba nacionalizar “todas las grandes empresas y el capital extranjero en Grecia; una movilización democrática de los trabajadores para controlar sus lugares de trabajo y la economía con un plan de inversión y producción”.
Para lograrlo, se requería del apoyo del movimiento obrero en Europa “para obligar a sus gobiernos a abandonar la austeridad, cancelar la deuda y comenzar un programa europeo de inversiones que incluyese a Grecia”. Ahora la oportunidad se cerró.
“El objetivo del nuevo gobierno será continuar el trabajo de Syriza para salvar al capitalismo, pero con nuevas energías y un toque de venganza. Mientras tanto, se cierne en el horizonte una nueva recesión global”, sentencia Roberts.