San Juan, quemar lo malo
A Arce le quedan algo más de dos años de gestión pero este invierno es clave para quemar lo malo y esperar que sobre las cenizas brote algo más sano y que de mejores frutos
En la diversidad ritual de esta Bolivia nuestra tan ecléctica, San Juan es una de esas festividades que reúne todas las características para ser ejemplo. Tiene que ver con la tradición católica, que colocó sus ritos siguiendo el ciclo astronómico y sus solsticios a la manera ancestral e indígena, como la Navidad y la Semana Santa; suma el fuego como elemento purificador, que es transcultural, y, en los últimos años, la tontuna agringada está haciendo que todo se reduzca a meter una salchicha en un pan, llamarlo Hot Dog y pronunciarlo “jados” o alguna variante. Algunos aún toman té con té o “leche de tigre”. La mayoría Coca Cola.
Algunos dirán, y con razón, que lo importante no es seguir el rito a pies juntillas, ni orar de más o de menos, ni ir a la Iglesia o a la pradera, ni prender una enorme hoguera o un pequeño brasero, sino que lo importante es al fin y al cabo estar con la gente querida y tener claro lo que significa el símbolo: quemar como ejercicio de romper con lo malo del pasado y empezar algo nuevo.
En la diversidad ritual de esta Bolivia nuestra tan ecléctica, San Juan es una de esas festividades que reúne todas las características para ser ejemplo
Este San Juan de quemar las cosas malas llega a Bolivia en un momento particularmente feo por la desesperanza que se augura. Atrás quedaron los años en los que se construía un nuevo ciclo y los que anunciaban el fin del mismo; atrás queda la zozobra de 2019 y 2020, atrás queda la pandemia y sus atroces consecuencias… El 55 por ciento de los bolivianos votó pensando que el retorno del MAS tranquilizaría la situación y un 14% pensando en la clave regional cruceña. Pero en los últimos dos meses se vive con el Jesús en la boca entre crisis de dólares, ministros hipercorruptos, bancos quebrados en medio de una infame orgía especulativa, interventores arrojándose por la ventana y narcovuelos a la puerta de Europa envolviendo media tonelada de cocaína en ropita para planchar.
El estado de descomposición de las cosas es grave, y tranquiliza poco encontrar al vicepresidente concentrado en promocionar la isla del Sol o al presidente organizando gabinetes ampliados con lista de invitados y censurados achacando los problemas a la gestión comunicacional y, como no, a conspiraciones oscuras.
Arce debería aprovechar estos días de reinicio y depuración para poner en orden su gabinete y darle un nuevo pulso a su gestión, que desde hace demasiado tiempo está estancada por los miedos en la economía y que no ha podido sacar adelante ni siquiera un asunto elemental como la nueva currícula educativa por la falta de consensos con los sectores clave. No es un buen augurio que todos los ministros que han salido de su gabinete sean por escándalos (o sospechas) concretos de corrupción, como el ministro de Desarrollo Rural y Tierras que vendía legalizaciones del INRA, el de Educación que se dice que vendía exámenes o el de Medio Ambiente, con todo.
A Arce le quedan algo más de dos años de gestión y el ultimo será inútil por lo mucho que se acelera el calendario electoral con las primarias, así que este invierno es clave para quemar lo malo y esperar que sobre las cenizas brote algo más firme, más sano y que de mejores frutos.