El verdadero pacto de la Educación

La pandemia ha hecho un daño terrible en el sistema educativo, pues dos años pasando clases irregulares han tenido un impacto en toda la praxis

Arrancan las clases en todo el país y, para no variar, con revuelo en la mayoría de las aulas (urbanas, hay que decir). La noticia es una buena noticia dados los problemas de los años previos con la pandemia y la limitada voluntad de las partes implicadas en priorizar el proceso educativo de los jóvenes respecto a las susceptibilidades médicas que en ningún momento se sustentaron con datos.

El lío esta vez tiene que ver con la nueva malla curricular, un documento que es más procedimental y que no sustituye a la Ley Avelino Siñani, pero que sí incorpora conocimientos y conceptos nuevos a ser impartidos en las aulas.

Como tras cada novedad que exija modificar las costumbres y actualizar los métodos, los maestros – algunos, no se puede generalizar nunca - han puesto el grito en el cielo, alegando primero que nadie les ha consultado y después, que no les han capacitado, un asunto por demás recurrente.

La nueva malla causa polémica por dos temas, uno de ellos perfectamente evitable, como es la incorporación de las referencias a los hechos de 2019, que por su proximidad temporal ni siquiera deberían estar recogidos en un libro de Historia.

Como tras cada novedad que exija modificar las costumbres y actualizar los métodos, algunos maestros han puesto el grito en el cielo

El otro es el central: la Educación Sexual Integral va a entrar al fin en las aulas del país líder en feminicidios y con elevadísimas tasas de embarazo adolescente, pero evidentemente no falta a quién le parezca mal.

De momento la incertidumbre se apodera del futuro educativo, con el magisterio urbano declarando su rebeldía respecto al contenido, algo que invita a pensar si esto es nuevo o qué malla en realidad se estará aplicando. Queda por ver la reacción del gobierno y la capacidad de lucha de un grupo, los que se oponen, que han resultado por demás duros combatientes en otras batallas de corte similar.

Bolivia tiene un problema central con su educación. La Ley Avelino Siñani nunca ha sido aplicada en su totalidad por problemas con la infraestructura, pero sobre todo, porque no se la ha comprendido prácticamente desde ningún sector. Para algunos es una Ley demasiado optimista con la juventud de las aulas. Para otros, con los maestros. Sacar lo mejor de cada alumno nunca fue una tarea fácil.

La pandemia ha hecho un daño terrible en el sistema educativo, pues dos años pasando clases irregulares han tenido un impacto en toda la praxis, tanto en la adquisición de contenidos como en el desarrollo madurativo y en comunidad de los estudiantes. Concentrarse en reparar ese daño y tratar de recortar terreno con los vecinos, con quienes no competimos tampoco en esta materia, debería ser el objeto principal del debate y la discusión, y sin embargo, la pelea vuelve a darse en asuntos periféricos pero elementales.

Si un tema necesita un pacto de Estado es precisamente el asunto de la Educación. Bolivia necesita concentrarse en las generaciones venideras, en dotarles de los mejores recursos educativos, las mejores experiencias y los mejores docentes, pues el país sigue teniendo un potencial enorme, pero necesita mentes que lo desarrollen. Ojalá la crispación acabe virando hacia esto.


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