Primavera, un trimestre para tomar previsiones para 2022

Hay emergencias que atender en esta estación, como lo que venga de la lluvia, de la sequía, del dengue y demás, pero, sobre todo, hay que pensar ya en el próximo curso escolar

Llegó la primavera puntual en su 21 de septiembre y su interminable lista de asuntos a celebrar: el amor, la amistad, el estudiante, el médico, el aniversario de Ciclón, etc., una fecha que es sobre todo una advertencia: lo más duro ha pasado y el año se acaba, y por lo tanto, es tiempo de apurarse en muchos aspectos para alcanzar las metas trazadas, sean personales, sociales o económicas.

A nivel de política pública, la primavera tiene sus propios desafíos e incógnitas que deben resolverse para tener un fin de año sin sobresaltos.

Por ejemplo, en estos meses se deben tomar las medidas urgentes para poner coto a la plaga del dengue, que cada año avanza más en el departamento y ya ha convertido al valle central y a la ciudad de Tarija en zona endémica. Es el tiempo de descacharrar, de atacar los criaderos de las larvas y también de poner a punto los servicios de atención sanitaria para garantizar un buen servicio, pues, aunque en las zonas más complicadas la gente se haya acostumbrado a pasarlo en casa, no es lo que procede.

También es tiempo de prever la emergencia por lluvias, o por no lluvias. El tiempo es cada vez más impredecible y las lluvias – dicen los expertos – duran periodos más cortos, pero más intensos. Esto supone llevar al límite a los ganaderos y agricultores con las sequías, si es que se retrasan demasiado, en el Chaco o en la zona alta, pero también prever inundaciones, desbordes de ríos caudalosos e incluso la caída de algunas infraestructuras. Toca empezar ya a prever esos eventos y tomar las medidas que eviten las catástrofes, que después ya sabemos lo que sucede.

Es también la recta final del curso escolar, un curso escolar que este año no ha existido físicamente como los conocimos toda la vida, sino mediatizado, discontinuo y con más temores y fragilidades que aportar a los estudiantes en lugar de todo lo contrario.

Tomar previsiones es sin duda uno de los grandes déficits del país, pero la pandemia ha venido a remover las estructuras y probablemente sea esta la que antes debemos reparar. Durante todo el año hemos corrido hacia el fin de año con la ilusión de que algo pasaría y todo volvería a la normalidad, pero a tres meses del final del curso, la pandemia sigue ahí.

A estas alturas no se ha logrado resolver el problema esencial: el virus, aunque menos, sigue corriendo libre; tampoco se ha logrado avanzar sustancialmente en lo que es la principal tabla de salvación: la vacunación completa apenas llega al 20% y no hay muchas expectativas de que mejore en el corto plazo, y tampoco parece recomendable lanzarse a la vacunación infantil con un producto no homologado científicamente.

No va a haber un 2022 sin pandemia, pero tampoco es viable un nuevo curso fallido, pero nadie parece estar tomando las previsiones para que en febrero se vuelva a las aulas con más garantías, con más seguridad, con más espacio y con menos ratios. Ciertamente Bolivia se está jugando demasiado en esto, y el tiempo no se detiene.


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