Salvar la educación en Tarija

Bolivia va a necesitar de una revolución educativa en el corto plazo, pues son dos años los que nuestros estudiantes, ya de por sí atrasados respecto al resto de países del continente, están perdiendo

El Gobierno Municipal liderado por Alfonso Lema ha empezado a pagar el bono educativo a todos los escolares de la provincia Cercado, un bono nutrido con los recursos del desayuno escolar y demás que no se ejecutó la gestión anterior por la suspensión de clases decretada por el Gobierno de Jeanine Áñez.

Desde hace meses en El País reclamamos un pacto por la educación que trace la hoja de ruta en el momento actual y siente las bases que permitan elevar la calidad de la enseñanza

El bono en sí es el producto de la presión de los padres de familia y del oportunismo de algunos políticos que quisieron ganar puntos canalizando esta demanda, aunque finalmente se está ejecutando cuatro meses después de acabar el año y después de las elecciones subnacionales.

El bono asciende a la friolera de 253 bolivianos para cada estudiante, es decir, un poco más que el pingüe bono Juancito Pinto, y que, al entregarse también en efectivo, irá destinado a lo que las familias tengan a bien y no necesariamente a las urgencias educativas del joven estudiante, que sin duda son muchas.

A estas alturas de la pandemia y con las clases todavía suspendidas, el conjunto de los actores que intervienen el proceso educativo coinciden en que la virtualidad es un fracaso absoluto y la semipresencialidad un concepto poco aplicado. De lo que no parece que estemos todavía convencidos es del profundo daño que se está haciendo a los estudiantes, que si a los años de pandemia se suma el tormentoso final del curso de 2019, va camino a dos años sin gestión escolar regular.

La suspensión de clases está afectando a pequeños y grandes, aunque sea en medidas diferentes. Los más grandes están perdiendo valiosas clases en las que incorporar conceptos y procedimientos de aprendizaje imprescindibles para acceder al mundo universitario o desempeñarse en la vida adulta. Los más pequeños están perdiendo la posibilidad de desarrollar habilidades socio afectivas entre iguales, pero también la necesaria incorporación de técnicas básicas, como el trabajo de los músculos de la mano para la correcta escritura.

Ninguno de estos aspectos se va a corregir con un bono de 253 bolivianos que los padres han exigido, en ocasiones, como si les fuera la vida en ello, con bloqueos y acciones extremas que dicen mucho sobre el ambiente educativo en el que los niños se están desarrollando fuera de las aulas.

El asunto no se va a poder pasar de puntillas. El retraso de los estudiantes supondrá un retraso en el desarrollo del país como indican todas las estadísticas recogidas por la OCDE y las conclusiones de los informes Pisa año tras año. 

Bolivia va a necesitar de una revolución educativa en el corto plazo, pues son dos años los que nuestros estudiantes, ya de por sí atrasados respecto al resto de países del continente, están perdiendo.

Desde hace meses en El País reclamamos un pacto por la educación que trace la hoja de ruta en el momento actual y siente las bases que permitan elevar la calidad de la enseñanza. Sin eso, Bolivia seguirá a la cola del continente.


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