Esperando los 130.000

La estrategia contra el Covid 19 a nivel nacional ni ha cambiado. Esperar y esperar mientras se intenta equipar hospitales y conseguir reactivos para las pruebas PCR. La responsabilidad queda ahora en los ciudadanos como si no se pudiera hacer más

Las semanas pasan y pasan y ya se van a cumplir cuatro meses desde que se detectaron los dos primeros casos de coronavirus en Bolivia, uno en Santa Cruz y uno en Oruro. Desde entonces, el virus se ha diseminado por todo el territorio nacional dejando momentos dantescos en casi toda la geografía patria, desde Trinidad hasta Llallagua o Villa Montes.

Desde entonces, las curvas crecen y crecen de forma exponencial en todo el país. Los 40.000 positivos que alguna vez apuntó como máximo el ex ministro de Salud, Aníbal Cruz, y por lo que fue reprendido por su sucesor, Marcelo Navajas, son hoy una simplicidad. En aquel entonces – abril – los ministros y gobernantes dijeron que no había que ser pesimista. Unas semanas después, esos mismos gobernantes plantearon un pico de 130.000 positivos justamente en la fecha consensuada para las elecciones, el 6 de septiembre.

El goteo de casos, ahora ya torrente, se ha convertido en una rutina de cada noche sin que ya se le de mayor importancia. Los casos suben, los bolivianos esperamos, “muchos morirán”.

Ayer lo volvió a ratificar la ministra de Salud, Eidy Roca, en un mensaje pregrabado que parecía destinado a presentar alguna estrategia diferente, pero que acabó justificando la cuarentena infinita – aseguró que se han ahorrado un millón de contagios – y acabó básicamente hablando de política, de la fecha de elecciones y de la herencia recibida. Roca complementó el mensaje con el anuncio de su positivo, por lo que le deseamos una pronta recuperación.

Roca también anunció un incremento de test en los 16 laboratorios que ahora tiene el país. Una capacidad aproximada de 2.500 al día que ya se ha venido registrando la última semana y ya no los 1.300 que anunció Cruz en su momento. El problema, sin embargo, son las tasas de positividad superiores al 50% que se vienen registrando, muy alejadas de cualquier recomendación de la OMS, y la verdadera capacidad de aprovisionar reactivos. Ayer Roca apuntó dificultades en la compra del PNUD y aseguró que el Gobierno hizo una compra. Los problemas pueden estar por llegar, pues tampoco se anunció ninguna otra medida de fondo, salvo la “coordinación” y la enésima promesa de que los 500 respiradores llegarán.

El goteo de casos, ahora ya torrente, se ha convertido en una rutina de cada noche sin que ya se le de mayor importancia. Los casos suben, los bolivianos esperamos, “muchos morirán”. Desde que el 31 de mayo el Gobierno levantara la emergencia sanitaria y se lavara las manos en los gobiernos municipales y departamentales, a quienes se les ha asignado la tarea de llevar adelante los planes de mitigación y contención, nadie ha sido capaz de verbalizar una estrategia nacional sobre la crisis, y más se habla de la reactivación y de la flexibilización que de superar la emergencia.

En Tarija se ha llevado adelante dos semanas de encapsulamiento en las que han aflorado numerosos casos gracias al testeo masivo de pruebas rápidas cruzadas con PCR, casos que no hubieran sido detectados de otra manera. Tarija, sin embargo, tiene que levantar su cuarentena porque la presión no es solo social, sino que el propio Gobierno parece venir incentivando eso.

La pelota ahora está en el tejado de todos los ciudadanos y las autoridades nacionales parecen resignarse a ello. Esperar y esperar. Cuidarse. Sobrevivir… Cuesta creer que de verdad no se pueda hacer otra cosa.


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