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Levante las manos, señor Zamora

Luego de tres meses ejerciendo de Ministro de Salud de Tarija y a tenor de los resultados – un laboratorio tardío que despierta sospechas, cubículos inútiles en Bermejo y Yacuiba, respiradores que no sirven e ítems que nadie conoce -, el Ministro de Hidrocarburos, Víctor Hugo Zamora,...

Luego de tres meses ejerciendo de Ministro de Salud de Tarija y a tenor de los resultados – un laboratorio tardío que despierta sospechas, cubículos inútiles en Bermejo y Yacuiba, respiradores que no sirven e ítems que nadie conoce -, el Ministro de Hidrocarburos, Víctor Hugo Zamora, parece haber decidido retornar a sus funciones como responsable del sector más importante del país y que ciertamente ha estado abandonado en las últimas semanas.

Zamora se plantó en el hall de la Casa Grande del Pueblo para anunciar que junto al presidente de YPFB, Richard Botello, estaban convocando a los diferentes actores del sector del petróleo para organizar una metodología que les llevara a definir una ruta crítica que definiera un horizonte para los hidrocarburos del país. Zamora habló de la primera semana de agosto, justo la semana que, si el Tribunal Electoral o el de Justicia o la propia pandemia no lo evitan, se estarían desarrollando las elecciones nacionales.

El anuncio tiene varias aristas y viene a reincidir en lo de siempre: un Gobierno que vino con una misión concreta, que era la de garantizar la continuidad democrática tan pronto como se pudiera, se ha convertido en una máquina electoral que trata de emular a sus antecesores, sin tener en cuenta que gran parte del descalabro del MAS tuvo que ver con su afición al abuso de poder y a confundir el partido y el Estado para sus fines de perpetuación.
Zamora no ha tenido problema, por ejemplo, en dar luz verde a la continuidad del proyecto de fracking en Miraflores o a dejar vigentes los contratos de Tariquía, alegando, entonces sí, su interinidad.
Tal vez en noviembre Zamora pudo convocar una especie de cumbre similar a la que ahora está planteando. Haber escuchado a los diferentes sectores y haber tratado de resolver los problemas más coyunturales en consenso con todos, para dejar después las decisiones de fondo para los que vinieran después.

Zamora no ha tenido problema, por ejemplo, en dar luz verde a la continuidad del proyecto de fracking en Miraflores o a dejar vigentes los contratos de Tariquía, alegando, entonces sí, su interinidad. Tampoco ha tenido problema en negociar a la baja la continuidad del contrato con Brasil, rebajando en mucho el volumen obligatorio de compra, ni en pretender renegociar la adenda del contrato con Argentina que finalizará en febrero de 2021 y que ya de por sí empeora las condiciones del contrato vigente. Tampoco ha tenido dudas en frenar el proyecto de urea en Bulo Bulo o de eliminar de un plumazo el del plástico en el Chaco tarijeño.

Las cifras de todos esos proyectos y acciones donde el Ministro ha tenido intervención directa son astronómicas y la información ha sido escasa. Zamora sí ha tenido problemas, sin embargo, en YPFB y al menos tres negociados poco ortodoxos endilgados al expresidente, Herland Soliz.

En todo este tiempo, Zamora ha adelantado criterio de lo que quiere hacer con el sector, y se resume en desnacionalizar, exportar siempre y en todo lugar por encima de cualquier uso interno que se pueda hacer del gas, incluido el que necesitan las cementeras del occidente u otras ideas de industrialización, y buscar “inversión” del sector privado.

En ese sentido, la convocatoria es ficticia y más parece destinada a validar el programa electoral de Juntos en el sector con reuniones y asesores pagados con fondos públicos – como ya hiciera el MAS con la Agenda 2025 – que a buscar iniciativas que realmente sirvan para dinamizar el sector.

No hay duda de que es necesaria una reflexión profunda sobre qué hacer con el sector y es bueno que haya diversidad de opiniones. Es bueno también que haya debate y finalmente, es necesario que sean los ciudadanos los que tengan la última palabra. Eso es la campaña electoral y por eso hace falta un Gobierno legítimo.

 

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