Feminicidio: de la indignación al cambio político

El horrendo crimen perpetrado en Bermejo contra una niña de 14 años y que ha sido tipificado como feminicidio por la Fiscal Departamental, Carla Oller, ha tocado extremos de crueldad, pero corre el riesgo, además, de chocar de frente con la indiferencia.

Los detalles son escabrosos de por sí: la niña fue atrapada para realizar acciones que no son de niña; la niña fue retenida, envuelta en masquin, asfixiada, dicen que hasta peloneada. Pasó todo un Carnaval sin noticias de ella. Detalles que alimentan el morbo, que circulan por las redes sociales y que generan muchas reacciones… ¿Pero se está consiguiendo algún tipo de reacción?

El pueblo de Bermejo dio una lección de ciudadanía la tarde del jueves ni bien se encontró el cadáver. Un pueblo con problemas de luz, a punto de quedarse sin gas pese a ser el primer lugar donde manó petróleo, con el dengue acechando en cada esquina, con el río decidiendo cuando hay feria y cuando no, con la caña abandonada cada temporada en el campo, con el narco apoderándose de sus rincones… el jueves no dudó en salir a las calles para exigir justicia para Carla y cuestionar la actuación policial y la negligencia municipal, que lleva años con cámaras de seguridad de adorno en sus calles. El viernes incluso se secundó un paro escolar inédito hasta el momento en el país por este tema.

Lo cierto es que en el momento puntual, ante un macabro caso como el sucedido en Bermejo, las mismas autoridades que prometieron y marcharon, no sean capaces de poner un triste post de solidaridad

En Tarija hubo el tristemente puntual plantón del colectivo Ni Una Menos y la Red Contra la Violencia que acontece después de cada uno de los trágicos feminicidios y que sirve para poner caras y voces a un trabajo infatigable en redes sociales y en el día a día. “Tristemente” porque ojalá no hubiera ninguno. El asunto entonces sale de las páginas de crónica roja y entra en las de sociedad, entra en los noticieros, consigue atención y respaldo… ¿Y después?

Después, necesariamente, llega la política. Y ahí parece que se estampa. La lucha contra el flagelo de género y la puntual barbarie de los feminicidios requiere evidentemente un cambio a largo plazo, pero una acción urgente e inmediata. Todo ello pasa por una decisión política. O más aún, por una actitud política.

En el gobierno anterior y en el actual, los estrategas de campaña no han dudado en armar marchas y concentraciones contra la violencia aquí o allá en el momento que consideraron oportuno, ambos han lanzado ideas y decretos y planes y estrategias y agendas para acabar con esto y con lo otro…

Lo cierto es que en el momento puntual, ante un macabro caso como el sucedido en Bermejo, las mismas autoridades que apuntaron todo lo anterior, no sean capaces de poner un triste post de solidaridad – excepción hecha del Gobernador Adrián Oliva, muchas veces observado por este tema en este espacio editorial y que sí supo reaccionar el mismo jueves -. Hay absurdos del tamaño de autoridades que se manifestaron por un caso reciente y casi idéntico en México, solo que la niña tenía 7 años, y que sin embargo no han tenido ni 140 caracteres para esta situación.

La batalla es política y la solidaridad y compromiso con el cambio no se demuestra en los grandes eventos, con las grandes primicias o con los enormes planes cargados de millones y consultorías para todos. Se muestra en las pequeñas cosas. En los pequeños gestos. El cambio pasa por asimilar actitudes, pasa por la movilización, pasa por llevar el recuerdo a cada esquina, a cada reunión, a cada comisión. Pasa porque los políticos escuchen de verdad, no solo cuando hay cámaras delante. Pasa porque nadie se rinda.