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Hay más droga en Bolivia

El narcotráfico viene ocupando portadas y portadas en este primer semestre del año; tanto por los operativos de incautación como por los escándalos que han venido aparejados. Dos operaciones han tenido mayor atención mediática por lo que supone en lo político, sin embargo, nadie debería...

El narcotráfico viene ocupando portadas y portadas en este primer semestre del año; tanto por los operativos de incautación como por los escándalos que han venido aparejados. Dos operaciones han tenido mayor atención mediática por lo que supone en lo político, sin embargo, nadie debería pensar que se trata de argumentos de confrontación electoral y más bien, todos los actores deberían entender que la droga es un problema al alza en el país y que no vale hacer como que no se lo ve.

El caso Montenegro tuvo ramalazos de telenovela. Policías entregando medallas, fiestas sexuales donde compartían altos cargos de la seguridad del Estado con los operadores del mercado, infidelidades y poder. La cuestión vino por Brasil.

El caso del clan Castedo involucró también a familiares vinculados al poder; hijos, sobrinos, matriarcas, redes de aeropuertos clandestinos y no tan clandestinos, avionetas, etc. La cuestión vino por Paraguay.
En Tarija siempre hubo bodegueros; gente que guardaba la droga hasta que alguien venía, la sacaba y cruzaba la banda. Pagaba en plata. De repente empezaron a pagar en droga. Ahí se inició a construir un mercado local, fortalecido por la doble moral y el cinismo
También en nuestra frontera bermejeña tenemos días sí y día también noticias desde el otro lado de cargamentos requisados que salieron de Bolivia sin que nadie a este lado viera nada. Y eso que los gomones siguen operando con normalidad.  También más allá de lo épico y lo ancestral, tampoco nadie puede creer que los problemas entre Yungas y Chapare no tengan ese mismo origen común como asunto de fondo.

Bolivia es uno de los tres países productores de hoja de coca, y si bien es cierto que produce mucho menos que Colombia y menos que Perú, tampoco hay dudas de que una buena parte de esa producción se desvía al narcotráfico. Lo dicen innumerables informes, pero sobre todo el sentido común, y negarlo es un absurdo.

Hasta hace bien poco, por el asunto de la producción de droga se pasaba de puntillas. “País de tránsito” era incluso una denominación en la que muchos se sentían cómodos, en la medida en que la droga, sea autóctona o sea prestada, salía hacia terceros países. Y sí, evidentemente, muchos sectores comparten la visión de que el tema es puramente ultraliberal, oferta y demanda. Nadie produciría si no hubiera consumidores, y por tanto, hay una responsabilidad cuando menos compartida. Pero igualmente, el debate estaba a un nivel diferente, ajeno.

El consumo de drogas sigue siendo bajo en Bolivia, pero se ha disparado entre las nuevas generaciones en proporciones alarmantes. Tan alarmantes como la escasez de datos que hay en ese sentido y la escasez de medios para combatir estas adicciones.

En Tarija siempre hubo bodegueros; gente que guardaba la droga hasta que alguien venía, la sacaba y cruzaba la banda. Pagaba en plata. De repente empezaron a pagar en droga. Ahí se inició a construir un mercado local, fortalecido por la doble moral y el cinismo.

En Tarija, una ciudad mediana, se encuentra todo tipo de droga y no está claro que nadie esté haciendo lo suficiente para educar en ese sentido. No solo se trata de un control policial, de represión, se trata de ser conscientes de un problema instalado, y enfrentarlo. No maquillarlo.

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