Un viaducto fantasma, que costó lo suyo

No deja de ser un ejercicio saludable que la Contraloría General del Estado encuentre daños y responsabilidades en los proyectos que tiene a bien revisar para determinar el buen manejo de los fondos del Estado. Ciertamente resulta alentador comprobar que al menos alguna instancia logra hacer un...

No deja de ser un ejercicio saludable que la Contraloría General del Estado encuentre daños y responsabilidades en los proyectos que tiene a bien revisar para determinar el buen manejo de los fondos del Estado. Ciertamente resulta alentador comprobar que al menos alguna instancia logra hacer un trabajo y sacar informes detallados mostrando los problemas. Otra cosa es que lleguen tarde, tan tarde que algunos pueden considerarse prescritos en el mismo momento de su notificación.

El último informe hace referencia al viaducto fallido entre la Avenida Las Américas y la avenida Alto de la Alianza, un proyecto que se licitó y que finalmente fue truncado por una leve oposición vecinal y donde se ha determinado un daño por responsabilidad indolente y negligente de casi un millón de bolivianos.

Una vez identificado el daño, lo que procede es iniciar una batalla legal de esas que tan pocos frutos han dado en el departamento de Tarija en la última década: con Mario Cossío huido en Paraguay y su hermano Pablo con “paradero desconocido” y con la excepción del exejecutivo de Yacuiba Marcial Rengifo, aún sin sentencia, no existe un solo encarcelado en Tarija por delitos de corrupción o similares, ni de la época de Cossío ni de la época de Lino Condori, una situación que debería llamar a la profunda reflexión.

Sí existen más de una veintena de imputados por todo tipo de delitos que sin embargo siguen haciendo política de forma más o menos activa y que incluso no dejan de evidenciar los jugosos dividendos que les ha dado la etapa de gestión política.

Hace unos meses, uno de los presumibles candidatos a la Gobernación de Tarija por parte del MAS Tarija, Juan Luis Coronado, señalaba que lo que no podía ser es que en la gestión pública no se asumieran responsabilidades sobre las decisiones que han acabado resultado dolosas para el Estado. Coronado se refería a proyectos que difícilmente podían ser concluidos o que demostraron estar sobredimensionados o que se licitaban sin los acuerdos necesarios para ello.

El caso del viaducto de San Jerónimo es un ejemplo de esa indolencia al gestionar; una muestra de los caprichos por un lado y de la debilidad por el otro. La oposición vecinal no fue sostenida, pero igualmente se dejó perder un dinero en un proyecto que, en el caso de haber sido necesario para la ciudad, debía haberse llevado a buen término. Los tiempos de los caprichos ya han pasado y es tiempo que cada cual piense antes de tomar decisiones, y después las lleve hasta el final. De eso se trata gestionar a favor de la ciudad.

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