El nuevo relato insuficiente de YPFB
El presidente de YPFB, Óscar Barriga, anunció el viernes pasado una inversión de doscientos millones de dólares en Ilo (Perú), cien para los ductos y cien para la planta de almacenaje. El objetivo – dijo – es alcanzar el mercado mundial de ultramar a través de la licuefacción del gas...
El presidente de YPFB, Óscar Barriga, anunció el viernes pasado una inversión de doscientos millones de dólares en Ilo (Perú), cien para los ductos y cien para la planta de almacenaje. El objetivo – dijo – es alcanzar el mercado mundial de ultramar a través de la licuefacción del gas natural y su distribución en barcos metaneros. El lunes, el ministro de Hidrocarburos Luis Alberto Sánchez, anunció exactamente lo mismo.
El anuncio de Barriga llegó en una entrevista más o menos ordinaria en la red Patria Nueva y fue recogida por los medios como una buena señal. Ya desde principios de año Barriga ha optado por darse un perfil propio, parándose firmemente ante los permanentes globos sonda que llegan desde Brasil y Argentina y todas las maniobras de desgaste que – parece – tienen por objetivo acabar con los contratos bilaterales de suministro de gas, o al menos forzar una negociación a la baja de precios y volúmenes. El de Sánchez llegó con su habitual fanfarria mediática, reciclando datos antiguos y pidiendo actos de Fe para creer en el futuro.
No es posible que se dé una ruptura de la cadena de mando en el sector hidrocarburos; el Ministro Sánchez se ocupó en 2017 de cerrar bien el círculo y asegurarse el control de todas las agencias y empresas dependientes. Barriga fue su viceministro de confianza y, además, la Asamblea Plurinacional le ha aprobado una Ley para colocarse como Presidente del Directorio, es decir, el último decisor.
No es posible que se dé una ruptura de la cadena de mando en el sector hidrocarburos; el Ministro Sánchez se ocupó en 2017 de cerrar bien el círculo y asegurarse el control de todas las agencias y empresas dependientes.
Lo que sí parece probable es que desde los nuevos hilos que manejan comunicación hayan recomendado una nueva estrategia comunicativa que alivie el desgaste a la que se somete al presidente Evo Morales y al conjunto del Gobierno con los permanentes anuncios que no se concretan y las lecturas optimistas de los hechos más relevantes.
Barriga fue también en enero quien salió al frente para negar categóricamente las informaciones publicadas en Brasil que hacían referencia a que el gas que todavía no se ha entregado a ese país en el marco del contrato GSA – y que asciende a 1,7 TCF según el Ministerio – ya estaría pagado. Barriga no especuló ni buscó justificaciones para el vecino país, sino que negó tajantemente, dejando en claro que el gas se seguirá enviando y se pagará al precio vigente.
El año pasado, cuando Argentina empezó su campaña de desprestigio sobre las posibilidades de Bolivia de cumplir con sus compromisos en el contrato y aseveró que ya estaba lista para ser autosuficiente con la producción de Vaca Muerta en dos años, Bolivia estuvo a punto de aceptar una ampliación temporal, que no de volumen, que suponía un perjuicio para los intereses de desarrollo propio.
El relato ahora parece ser diferente; pues reclama un respeto hacia los compromisos firmados y niega las injerencias a la soberanía nacional para tomar decisiones sobre su propio gas; pero al mismo tiempo, confirma que trece años después de la nacionalización, la exportación sigue siendo la prioridad, que la industrialización real; la del plástico; fue una quimera y solo se hará realidad cuando “sobre gas” y no queden urgencias electorales que cubrir con liquidez inmediata.
De esto también va 2019.
El anuncio de Barriga llegó en una entrevista más o menos ordinaria en la red Patria Nueva y fue recogida por los medios como una buena señal. Ya desde principios de año Barriga ha optado por darse un perfil propio, parándose firmemente ante los permanentes globos sonda que llegan desde Brasil y Argentina y todas las maniobras de desgaste que – parece – tienen por objetivo acabar con los contratos bilaterales de suministro de gas, o al menos forzar una negociación a la baja de precios y volúmenes. El de Sánchez llegó con su habitual fanfarria mediática, reciclando datos antiguos y pidiendo actos de Fe para creer en el futuro.
No es posible que se dé una ruptura de la cadena de mando en el sector hidrocarburos; el Ministro Sánchez se ocupó en 2017 de cerrar bien el círculo y asegurarse el control de todas las agencias y empresas dependientes. Barriga fue su viceministro de confianza y, además, la Asamblea Plurinacional le ha aprobado una Ley para colocarse como Presidente del Directorio, es decir, el último decisor.
No es posible que se dé una ruptura de la cadena de mando en el sector hidrocarburos; el Ministro Sánchez se ocupó en 2017 de cerrar bien el círculo y asegurarse el control de todas las agencias y empresas dependientes.
Lo que sí parece probable es que desde los nuevos hilos que manejan comunicación hayan recomendado una nueva estrategia comunicativa que alivie el desgaste a la que se somete al presidente Evo Morales y al conjunto del Gobierno con los permanentes anuncios que no se concretan y las lecturas optimistas de los hechos más relevantes.
Barriga fue también en enero quien salió al frente para negar categóricamente las informaciones publicadas en Brasil que hacían referencia a que el gas que todavía no se ha entregado a ese país en el marco del contrato GSA – y que asciende a 1,7 TCF según el Ministerio – ya estaría pagado. Barriga no especuló ni buscó justificaciones para el vecino país, sino que negó tajantemente, dejando en claro que el gas se seguirá enviando y se pagará al precio vigente.
El año pasado, cuando Argentina empezó su campaña de desprestigio sobre las posibilidades de Bolivia de cumplir con sus compromisos en el contrato y aseveró que ya estaba lista para ser autosuficiente con la producción de Vaca Muerta en dos años, Bolivia estuvo a punto de aceptar una ampliación temporal, que no de volumen, que suponía un perjuicio para los intereses de desarrollo propio.
El relato ahora parece ser diferente; pues reclama un respeto hacia los compromisos firmados y niega las injerencias a la soberanía nacional para tomar decisiones sobre su propio gas; pero al mismo tiempo, confirma que trece años después de la nacionalización, la exportación sigue siendo la prioridad, que la industrialización real; la del plástico; fue una quimera y solo se hará realidad cuando “sobre gas” y no queden urgencias electorales que cubrir con liquidez inmediata.
De esto también va 2019.