Emergencia por la violencia feminicida

Tarija acaba de batir un triste record. Quedan todavía 20 días para acabar el año y ya se ha superado la trágica cifra de feminicidios registrada desde la promulgación de la Ley 348. Una cifra que hiela el corazón y genera rabia e impotencia, y que de alguna forma debe canalizarse hacia un...

Tarija acaba de batir un triste record. Quedan todavía 20 días para acabar el año y ya se ha superado la trágica cifra de feminicidios registrada desde la promulgación de la Ley 348. Una cifra que hiela el corazón y genera rabia e impotencia, y que de alguna forma debe canalizarse hacia un cambio radical en la conciencia social.
No era cuestión solamente de endurecer las penas y eliminar los matices en cuanto a agravantes y atenuantes, lo cual solo ha llevado a polarizar y extremar lo que debería ser una causa compartida y sin fisuras
Noticias como las recibidas en este mes de diciembre hacen cundir la desesperanza entre las entidades, agrupaciones e instituciones que estamos comprometidos con la igualdad y la lucha contra la violencia machista. No han pasado ni tres semanas desde la movilización internacional del 25N, que también tuvo eco en Tarija, y se ha incrementado el ritmo de asesinadas.

Los datos son tozudos, y no es reconfortante cuando se asume que “antes eran más, pero nadie contaba” y frases por el estilo que vienen a tratar de diluir la carga con palabras animosas. Tampoco sería correcto pensar que solo se va a peor y recurrir al otro tipo de sentencias de estilo: “cuanto más denuncian más matan” y cosas semejantes que vienen a criminalizar no al asesino sino a aquellos que piden justicia.

Ahora bien, cinco años largos después de la promulgación de la Ley 348, ya ha quedado claro que su articulado es insuficiente para lograr el cambio que requiere la sociedad boliviana y hacer frente a esta lacra. No era cuestión solamente de endurecer las penas y eliminar los matices en cuanto a agravantes y atenuantes, lo cual solo ha llevado a polarizar y extremar lo que debería ser una causa compartida y sin fisuras; es necesario abordar el problema como algo integral y ponerle freno de una vez por todas.

La Ley ha tenido evidentemente algunos aciertos, es posible que la apertura de nuevos juzgados especializados y que la incorporación de fiscales y policías sensibilizados con el tema haya ayudado en algún momento en los procesos - aunque el porcentaje de sentencias sigue siendo mínimo -, pero resulta absurdo defender la Ley como si fuera la panacea y un tótem políticos al cual solo se le puedan hacer loas. Es muy necesario que el partido de Gobierno, con su abrumadora mayoría y su transversalidad social, se comprometa a fondo con el espíritu de esa Ley; también, evidentemente, el resto de partidos cuyos mensajes en la materia nunca son ni prioritarios ni ejemplarizantes, más bien todo lo contrario.

La violencia hacia la mujer no es un problema sectorial, ni debe interpretarse en claves urbano – rural o pobres – ricos. La pasada semana se fue encarcelado acusado de matar a su ocasional pareja un miembro de una reputada familia tarijeña; el fin de semana fueron dos jóvenes rurales. El problema de la violencia hacia la mujer es real, local y requiere la atención de todos los agentes. No son noticias virales que llegan desde cualquier lugar: Carmen, Diana, Lucrecia Josefa, Felisa, Jazmín, Sebastiana, Carla Patricia, Janeth, Ivana, Gladys Ermelinda y Gladys Nieves eran mujeres tarijeñas, mujeres normales, más o menos felices, más o menos libres, no importa; su vida nunca debió ser segada.

Ni Una Menos.

 

 

 

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