El bosque
En un país cualquiera, había un bosque, algunos dicen que encantado, no lo sé, lo cierto es que era el bosque más hermoso que nadie ha visto. Allí convivían todo tipo de animales, los que conocemos y los que jamás llegaríamos a imaginar. Entre ellos habitaban el bosque, una tortuga,...
En un país cualquiera, había un bosque, algunos dicen que encantado, no lo sé, lo cierto es que era el bosque más hermoso que nadie ha visto. Allí convivían todo tipo de animales, los que conocemos y los que jamás llegaríamos a imaginar.
Entre ellos habitaban el bosque, una tortuga, una luciérnaga y un gusano. Los tres se conocían, como se suele decir, desde siempre; entre ellos había una gran amistad, no hacían nada el uno sin el otro.
Desde hacía un par de semanas, la tortuga y la luciérnaga no veían igual al gusano, había perdido su habitual alegría, sus cantos, sus chistes…, ya no les llamaba, siempre daba excusas para no ver a nadie; ellos insistían una y otra vez:
Vamos a bañarnos al lago, gusano, hace tiempo que no haces nada con nosotros.
No me apetece, yo iré otro día -siempre respondía.
El tiempo pasaba y el gusano siempre decía “iré otro día”. La tortuga y la luciérnaga, cansadas de oír su respuesta, decidieron visitarle para saber qué le ocurría realmente.
Hablaron con él, el gusano se sentía triste, había perdido la ilusión por todo, estaba cansado, muy cansado, no consideraba que pudiera aportar nada a la tortuga y a la luciérnaga. Donde mejor se sentía era en casa, sin tener que demostrar nada a nadie y sin tener que guardar las apariencias.
Tras escuchar la explicación del gusano, la tortuga y la luciérnaga se fueron sin entender cómo le había llegado a pasar esto. Era todo tan complicado que pensaron que ellos nada podrían hacer al respecto, excepto estar a su lado.
Mientras tanto, el gusano, abatido y triste, se sentía desorientado; había perdido el rumbo, se veía perdido en la nada. En aquel momento, el peor momento de su vida, cerró los ojos agotado.
Medio dormido, vio revolotear a su alrededor una mariposa blanca, blanca y brillante, casi transparente y con antenas plateadas; era la mariposa más bella que había visto por aquel bosque. Aquella mariposa le transmitía paz, la paz que necesitaba y todas las sensaciones que había perdido, disfrutar de lo importante, reír, vivir el momento, todo lo que tuvo y había perdido. El gusano entendió que él era importante, para la tortuga, para la luciérnaga y sobretodo, era importante para él mismo.
Entre ellos habitaban el bosque, una tortuga, una luciérnaga y un gusano. Los tres se conocían, como se suele decir, desde siempre; entre ellos había una gran amistad, no hacían nada el uno sin el otro.
Desde hacía un par de semanas, la tortuga y la luciérnaga no veían igual al gusano, había perdido su habitual alegría, sus cantos, sus chistes…, ya no les llamaba, siempre daba excusas para no ver a nadie; ellos insistían una y otra vez:
Vamos a bañarnos al lago, gusano, hace tiempo que no haces nada con nosotros.
No me apetece, yo iré otro día -siempre respondía.
El tiempo pasaba y el gusano siempre decía “iré otro día”. La tortuga y la luciérnaga, cansadas de oír su respuesta, decidieron visitarle para saber qué le ocurría realmente.
Hablaron con él, el gusano se sentía triste, había perdido la ilusión por todo, estaba cansado, muy cansado, no consideraba que pudiera aportar nada a la tortuga y a la luciérnaga. Donde mejor se sentía era en casa, sin tener que demostrar nada a nadie y sin tener que guardar las apariencias.
Tras escuchar la explicación del gusano, la tortuga y la luciérnaga se fueron sin entender cómo le había llegado a pasar esto. Era todo tan complicado que pensaron que ellos nada podrían hacer al respecto, excepto estar a su lado.
Mientras tanto, el gusano, abatido y triste, se sentía desorientado; había perdido el rumbo, se veía perdido en la nada. En aquel momento, el peor momento de su vida, cerró los ojos agotado.
Medio dormido, vio revolotear a su alrededor una mariposa blanca, blanca y brillante, casi transparente y con antenas plateadas; era la mariposa más bella que había visto por aquel bosque. Aquella mariposa le transmitía paz, la paz que necesitaba y todas las sensaciones que había perdido, disfrutar de lo importante, reír, vivir el momento, todo lo que tuvo y había perdido. El gusano entendió que él era importante, para la tortuga, para la luciérnaga y sobretodo, era importante para él mismo.