Cómo enfrentar el Bolivia Dijo No desde el Gobierno

El Gobierno tiene un puñado de opciones para enfrentar el 21F y la sonatina del “Bolivia Dijo No”, que lo acompañará de aquí a la contienda electoral de 2019. La primera es tratar de minimizar su impacto, la segunda es reducir los espacios públicos en los que se evidencie el reclamo, la...

El Gobierno tiene un puñado de opciones para enfrentar el 21F y la sonatina del “Bolivia Dijo No”, que lo acompañará de aquí a la contienda electoral de 2019. La primera es tratar de minimizar su impacto, la segunda es reducir los espacios públicos en los que se evidencie el reclamo, la tercera es enfrentarlo con argumentos. La cuarta es la violencia. En menos de una semana hemos visto poner en práctica estas cuatro opciones, es decir, que el Gobierno todavía no tiene claro que hacer para que el asunto se diluya en la opinión pública y recuperar su iniciativa política, que no la ha perdido en doce años de Gobierno.

El Vicepresidente Álvaro García Linera y un buen número de voceros han optado por insistir en que los movilizados del 21F son un pequeño grupo, financiado desde oscuros grupos de intereses, cuatro o cinco que hacen mucho ruido, etc. La reacción inmediata a ese tipo de declaraciones siempre ha sido la multiplicación de los comprometidos, no solo en las redes sino también en las calles como ha dejado en evidencia la multitudinaria marcha ni más ni menos que en Yacuiba, controlada por el oficialismo masista desde 2010.

Reducir la exposición de Presidente y Vicepresidente y dejarla solo para entornos muy seguros, como parecía era el Chaco, ha dejado algunos otros momentos vergonzantes, como la supuesta broma de Morales a Quecaña sobre las comisiones a cobrar en las obras deportivas. El ejemplo de que reducir la exposición no es buena idea también se evidenció el 6 de agosto. El presidente redujo su discurso a apenas 30 minutos de frases inconexas entre el griterío del “Bolivia Dijo No” de sus seguidores y el “Evo, Evo” de sus simpatizantes y la reacción fue inmediata, el colectivo 21F se anotó el tanto y muchos seguidores del MAS se sonrojaron.

Enfrentar con argumentos la sonatina del “Bolivia Dijo No” se ha tornado cada vez más insostenible. El asunto Zapata queda ya lejano y lo que la gente recuerda es el resultado electoral final de un pueblo libre que ejerció su derecho al voto. Pretender volver al argumento del engaño masivo y la manipulación del votante no solo ofende intelectualmente al ciudadano que votó No sino que sonroja al que votó Sí.

El uso de la violencia va desde el férreo control policial en el centro de la ciudad de Potosí el 6 de agosto o en la inauguración de la Casa Grande del Pueblo hasta la represión de la Guardia Municipal de Yacuiba a la columna del 21F, que no cejó en su empeño de mostrar su disconformidad. La violencia, como es bien sabido, solo genera más violencia y nunca jamás ha solucionado nada. El propio Evo Morales lo sabe muy bien.

Hay más opciones, como la teoría que asegura que con cortinas de humo como el extravío de la Medalla Presidencial con la que se dejó de hablar del asunto al menos unas horas se puede ir sobreviviendo, pero el impacto ha sido grande y difícilmente podría aguantar los 500 días que quedan hasta elecciones a escándalo diario.

Hay, claro, una quinta opción, que es retirar la candidatura, ceñirse a la Constitución original y no al fallo del Tribunal Constitucional, elegir un sucesor, empoderarlo de la agenda 2025 y empujarlo hasta el día de las elecciones, salvaguardando la unidad del partido y dejando a la oposición sin discurso. Pero esto, claro, no parece que aún sea una opción en el Gobierno, salvo que sea la verdadera opción.

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