Milcíades, el peso de un Senador

Por la tradición caciquil que carga el país desde la colonia, apuntalada después durante los años republicanos por presidentes diversos como Melgarejo o Bautista Saavedra y cuyas lógicas han llegado hasta nuestros días, el papel de los Diputados y Senadores, o mejor dicho, su buen...

Por la tradición caciquil que carga el país desde la colonia, apuntalada después durante los años republicanos por presidentes diversos como Melgarejo o Bautista Saavedra y cuyas lógicas han llegado hasta nuestros días, el papel de los Diputados y Senadores, o mejor dicho, su buen desempeño, se sigue midiendo por la capacidad de traer obras y desarrollo hasta el lugar de origen.

En la medida en que estos logran viabilizar proyectos para su región, aunque esto signifique una evidencia de lógicas perversas y despachos oscuros, a los Senadores y Diputados se les reconoce también cierto peso y poder en la política interna del departamento en cuestión. A la fecha y después de tantos años, los “cardenales del MIR” siguen teniendo cosas que decir en las batallas locales, por ejemplo.

Lo normal sería que en un Gobierno tan adepto a la prebenda y el espejito como en el que ha derivado el Movimiento Al Socialismo (MAS), a su vez el más rico de la historia de Bolivia y orgulloso de su modelo de desarrollo y las cifras que lo soportan, los proyectos se fueran concretando con cierta celeridad, especialmente en aquellos departamentos donde más dificultades políticas encuentra.

Con la llegada de la Autonomía y la multiplicación de instituciones, los nombres de los diputados y senadores han ido quedando en el olvido, pero no solo por ello. Diputados y Senadores se han esforzado por convertirse en autoridades carentes de contenido, sin iniciativas legislativas de peso, sin capacidad de gestión y sumergidos en una fiscalización mimetizada con sus propios intereses personales y partidarios. Los ejemplos sobran.

En las listas del MAS de 2014 generaron especial polémica tanto el senador Milcíades Peñaloza como el diputado Ignacio Soruco Grandchat por su repentina afinidad al MAS luego de consagrar su vida a otras voluntades políticas, especialmente el primero. A su favor se decía, y sobre todo del primero, que como gran empresario poderoso, contribuiría no solo a poner orden en el partido (cosa que evidentemente no ha pasado) sino también a gestionar proyectos de primer nivel.

Ninguno de los dos escondió esa voluntad y de las hemerotecas se extrae que los dos han hablado, sobre otros, del Instituto Cardiovascular de San Lorenzo, de la remodelación del aeropuerto, de la Planta de Tratamiento de San Luis o hasta de la Planta Petroquímica de Yacuiba. Ninguno está ni siquiera avanzado en la gestión.

El Instituto Cardiovascular, prometido por Peñaloza, no aparece entre los últimos proyectos que el Banco Mundial decidió financiar en Bolivia y lo cierto es que hay pocas otras posibilidades. Los predios donde se iba a instalar, cedidos de urgencia por los comunarios, se ha convertido en una especie de planta de áridos que más pronto que tarde alguien deberá justificar.

Construir un mega aeropuerto nunca fue prioridad, solo una intervención que garantizara la seguridad, pero a los altos cargos del oficialismo, algunos especialistas precisamente en el rubro aeroportuario, solo les entraba en la cabeza sumas millonarias de las que, a la fecha, nada se sabe.

La Planta de Tratamiento es la historia de nunca acabar, y aunque ayer acabó el plazo para presentar interés para después invitar a hacer el proyecto, lo que demorará al menos otros ocho meses, tampoco hay financiación para su conclusión.

Peor ha quedado la petroquímica del Chaco, que prevista para 2018 no llegará hasta 2023 pese a haber sido licitada en 2017. Su presupuesto se borró este año, pero ningún parlamentario dijo nada.

Queda un año para acabar la gestión y no se sabe cuántos parlamentarios repetirán. Los empresarios seguirán siendo empresarios y Tarija tal vez siga esperando que alguien le haga caso.

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