El negocio de las hamburguesas
Un día, un hombre honrado y trabajador se propuso dejar el empleo que tenía en una fábrica para abrir su propio negocio. Su entusiasmo era tal que no le quedaba tiempo para leer el periódico, ver televisión o reunirse con sus amigos en la cantina para hablar de cómo estaba el mundo. En...
Un día, un hombre honrado y trabajador se propuso dejar el empleo que tenía en una fábrica para abrir su propio negocio. Su entusiasmo era tal que no le quedaba tiempo para leer el periódico, ver televisión o reunirse con sus amigos en la cantina para hablar de cómo estaba el mundo. En cuanto salía de la fábrica dedicaba todo su tiempo y todas sus energías al negocio que estaba por abrir. Visitó a proveedores, hizo todo el papeleo legal necesario, alquiló un pequeño local que se encontraba a un lado de una carretera bastante transitada, equipó la cocina, entrevistó a sus futuros empleados e hizo una larga lista de cosas hasta que finalmente, unos meses después, pudo abrir su negocio de venta hamburguesas y así renunciar a su antiguo empleo.
El negocio floreció rápidamente ya que allí se vendías las mejores hamburguesas con papas fritas de toda la zona. Al principio el lugar se llenaba solamente a la hora de almuerzo, pero como la comida era tan gustosa, se regó la voz y no pasó mucho tiempo para que tuvieran clientes a todas horas. Los fines de semana llegaban tantos los comensales que no cabían en el pequeño local, por lo que tuvieron que ampliarlo y contratar a más personal. Al cabo de unos meses las ganancias fueron suficientes para que aquel hombre pudiera comprar la propiedad en la cual se encontraba el negocio.
Aquella venta de hamburguesas le permitió mandar a su hijo a la Universidad. Estaba orgulloso y aseguraba a sus amigos que al graduarse su hijo asumiría las riendas del negocio y así prosperarían aún más. Entre tanto, siguió trabajando duro como siempre, alquiló el terreno adyacente para ampliar el estacionamiento, puso un enorme aviso luminoso sobre el local y contrató la colocación de varios carteles a lo largo de las vías adyacentes. Así los clientes se multiplicaron aún más.
Llegó el tan anhelado día en que su hijo se graduó y regresó a la casa. El padre estaba feliz, pero el hijo al ver en qué se había convertido el humilde negocio le dijo alarmado:
- Pero papá, ¿No te has enterado de las noticias?
- ¿Qué noticias? – contesto el padre extrañado.
- Estamos atravesando una crisis financiera muy grave. La economía del país está realmente mal y muchos podrían ir a la quiebra. Lo han anunciado desde hace meses por la radio, la televisión y la prensa ¿no lo has visto?
- No – dijo su padre cabizbajo -, no he tenido tiempo para eso, parece de debo prestar más atención a esas cosas.
El comerciante se retiró a pensar en todo lo que le dijo su hijo. Tras varios días de meditación concluyó “Yo no tengo ningún tipo de estudio ni preparación, en cambio que mi hijo estudió en la Universidad, sí”
Lo primero que hizo fue mandar a quitar los carteles en las carreteras y apagar el gran aviso luminoso para ahorrar el costo de la energía. De inmediato la afluencia de clientes empezó a bajar dramáticamente. Entonces dejó de alquilar el terreno adyacente y le dijo a su hijo.
- Tú tenías razón, verdaderamente estamos sufriendo una gran crisis.
Pero más tarde se dio cuenta que la crisis se la creó el mismo.
El negocio floreció rápidamente ya que allí se vendías las mejores hamburguesas con papas fritas de toda la zona. Al principio el lugar se llenaba solamente a la hora de almuerzo, pero como la comida era tan gustosa, se regó la voz y no pasó mucho tiempo para que tuvieran clientes a todas horas. Los fines de semana llegaban tantos los comensales que no cabían en el pequeño local, por lo que tuvieron que ampliarlo y contratar a más personal. Al cabo de unos meses las ganancias fueron suficientes para que aquel hombre pudiera comprar la propiedad en la cual se encontraba el negocio.
Aquella venta de hamburguesas le permitió mandar a su hijo a la Universidad. Estaba orgulloso y aseguraba a sus amigos que al graduarse su hijo asumiría las riendas del negocio y así prosperarían aún más. Entre tanto, siguió trabajando duro como siempre, alquiló el terreno adyacente para ampliar el estacionamiento, puso un enorme aviso luminoso sobre el local y contrató la colocación de varios carteles a lo largo de las vías adyacentes. Así los clientes se multiplicaron aún más.
Llegó el tan anhelado día en que su hijo se graduó y regresó a la casa. El padre estaba feliz, pero el hijo al ver en qué se había convertido el humilde negocio le dijo alarmado:
- Pero papá, ¿No te has enterado de las noticias?
- ¿Qué noticias? – contesto el padre extrañado.
- Estamos atravesando una crisis financiera muy grave. La economía del país está realmente mal y muchos podrían ir a la quiebra. Lo han anunciado desde hace meses por la radio, la televisión y la prensa ¿no lo has visto?
- No – dijo su padre cabizbajo -, no he tenido tiempo para eso, parece de debo prestar más atención a esas cosas.
El comerciante se retiró a pensar en todo lo que le dijo su hijo. Tras varios días de meditación concluyó “Yo no tengo ningún tipo de estudio ni preparación, en cambio que mi hijo estudió en la Universidad, sí”
Lo primero que hizo fue mandar a quitar los carteles en las carreteras y apagar el gran aviso luminoso para ahorrar el costo de la energía. De inmediato la afluencia de clientes empezó a bajar dramáticamente. Entonces dejó de alquilar el terreno adyacente y le dijo a su hijo.
- Tú tenías razón, verdaderamente estamos sufriendo una gran crisis.
Pero más tarde se dio cuenta que la crisis se la creó el mismo.