Vivir después de Cristian

Desde hoy, nuestro compañero Cristian Osvaldo Mariscal desaparece de la portada de nuestra edición diaria. El contador de días en ausencia que se convirtió en contador de impunidad y exigencia de Justicia ha dejado de tener el efecto deseado y se ha convertido, más bien, en el recuerdo del...

Desde hoy, nuestro compañero Cristian Osvaldo Mariscal desaparece de la portada de nuestra edición diaria. El contador de días en ausencia que se convirtió en contador de impunidad y exigencia de Justicia ha dejado de tener el efecto deseado y se ha convertido, más bien, en el recuerdo del dolor para una familia que debe encontrar consuelo.
La desaparición de Cristian Mariscal, en cuya búsqueda se dejó la vida su papá Jaime Mariscal, que desde su apariencia menuda demostró tener un corazón de hierro y una voluntad firme para interpelar el poder, es una realidad tan amarga que la familia difícilmente va a poder pasar página, pero tiene derecho a sufrir en su intimidad, vivir y salir adelante. Es un justo homenaje a la memoria de Cristian Mariscal.

El contador se ha convertido también en el alimentador de decenas de rumores que no conducen al esclarecimiento de un caso sino a multiplicar la confusión, tal como desean aquellos que no fueron capaces de cumplir con su misión ni esclarecer un caso que contó con pruebas por demás y sin embargo fueron sistemáticamente destruidas.

Desde El País no nos cansaremos en recordar que desde aquel 19 de enero de 2014 en el que el periodista fue grabado por última vez por las cámaras de una discoteca saliendo en plenas facultades para ir a casa de su ex pareja a, según testimonio de los involucrados, pedir otra oportunidad, la cadena de irregularidades ha llevado el caso a un punto muerto.
No nos cansaremos en repetir que las pruebas que detectaron manchas de sangre en esa casa donde se le vio con vida, según testimonio, por última vez, fueron arruinadas en el tránsito entre los laboratorios de la Policía y la Fiscalía.

No nos cansaremos en repetir que los teléfonos celulares y el resto de aparatos electrónicos de los involucrados en las últimas horas en que se vio con vida fueron arruinados en un pericia sui generis que acabó con un allanamiento ordenado por el Fiscal de Chuquisaca y que, por ello, nunca hubo luz al respecto.

No nos cansaremos en repetir que el vehículo de Cristian Mariscal fue encontrado un año después, que las pistas lo traían hasta Tarija, que don Jaime describió las cicatrices del mismo por anticipado y que sin embargo acabó anulado como prueba víctima de la burocracia irregular y la hegemonía chutera de este país.

No nos cansaremos en repetir que el Fiscal General Ramiro Guerrero y el propio Presidente Evo Morales comprometió hacer esfuerzos en este caso y, sin embargo, el Fiscal Departamental de la época, Gilbert Muñoz, fue ascendido a “Fiscal Superior” sin haber esclarecido este caso.

No nos cansaremos en repetir que Cristian era un periodista incisivo, espectacular y amante del directo, entregado en su última etapa a dar voz a los que menos voz tenían y que desaparecer, convertirse en un anónimo, no estaba ni mucho menos en sus planes ni encaja con su forma de ser. Menos el suicidio.

Desde El País hoy recordamos nuestro 27 aniversario bautizando la sala de redacción con el nombre de Cristian Mariscal, para que todos nuestros periodistas del presente y el futuro conserven la memoria y recuerden que tenemos una historia que contar todavía sin final. Animamos también a todas las instituciones representativas de este departamento y en particular a la Policía, la Fiscalía y el Poder Judicial a hacer lo propio, a mantener viva la memoria de Cristian Mariscal con un solo propósito: encontrar la verdad y permitir a la familia, de una vez por todas, despedirse y hallar paz en sus corazones.

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