Hagamos sencillo lo complicado

La Unidad de Tránsito celebró el pasado viernes su 92 aniversario con la premisa de que se redujeron los accidentes de tránsito a comparación del año pasado. Sin embargo, minutos después de esta declaración un personaje tarijeño era atropellado en plena vía pública por un conductor que...

La Unidad de Tránsito celebró el pasado viernes su 92 aniversario con la premisa de que se redujeron los accidentes de tránsito a comparación del año pasado. Sin embargo, minutos después de esta declaración un personaje tarijeño era atropellado en plena vía pública por un conductor que hablaba por celular. Es un hecho sin duda grave, más allá de que sea un tarijeño muy conocido, bien sabemos que los accidentes están a la orden del día.
En innumerables ocasiones este medio de prensa solicitó datos sobre el índice de accidentes a la Unidad de Tránsito, más aún lo pedido nunca fue facilitado. Hoy hablan de reducción pero como periodistas no tenemos un parámetro para constatar sus palabras. Sólo están los accidentes que ocurren a diario y la actitud de los conductores.
Tal vez no son suficientes las campañas de concientización, los controles y las sanciones. Hay muchos conductores de vehículos que “coleccionan” boletas de infracción a pesar de que la multa crece.
De acuerdo a una tesis realizada en Tarija en 2017, el 9% de los conductores se salta los semáforos, el 27% no respeta las señales de “stop” y casi el 40% no se detiene ante un paso de cebra. El 11% de los peatones cruza sin mirar, y otro 22% atraviesa la calzada por zonas no autorizadas.
Tres factores principales influyen en la ocurrencia de accidentes de tránsito: el humano, el vehículo, y la infraestructura y su entorno. Es fácil evidenciar que el factor humano incide en una gran parte de los accidentes de tránsito, y éste ha sido el principal factor “de culpa”.
Son bien conocidas las acusaciones: “manejaba con exceso de velocidad” y “manejaba bajo los efectos del alcohol” aunque ahora se añadió una más: “Hablaba por celular mientras conducía”. La alta velocidad, el alcohol y ahora el celular son efectivamente un problema a nivel mundial; ningún país está exento.
El ser humano comete errores, el ser humano es imprudente, pero surge la pregunta: ¿se debería pagar ese error con la muerte? Y aún más, ¿deberían pagar otras personas con la muerte el error de otro conductor imprudente? La respuesta es contundente: ¡No!
Por ello un factor importante son las acciones dirigidas a educar al usuario y modificar su comportamiento; sin embargo, generalmente los resultados se ven a largo plazo. Pero está también la importancia de que cada uno de los conductores ponga su empeño en respetar las normas, pues no estamos hablando de niños.
Tocando otro factor, las acciones para mejorar la infraestructura vial y su entorno pueden ser inmediatas; únicamente se necesita una buena planificación de los recursos aun cuando son limitados, y ante todo, voluntad política.
Más allá de las cifras, los datos y los indicadores sobre la evolución de la siniestralidad, la política de seguridad vial de los últimos años es un “caso práctico” de indudable interés que merece ser analizado. Si miramos el camino recorrido por el retrovisor podemos sacar algunas conclusiones.
Para resolver un problema, lo primero que hay que hacer es ponerlo sobre la mesa y abrir el debate. Los accidentes de tráfico y sus consecuencias es un tema incómodo, feo y de difícil solución, pero no hay que meterlo en el cajón o debajo de la alfombra; porque parece que no es bueno ni conveniente hablar de ello.
Debemos crear lecciones como la de intentar hacer sencillo lo complicado, en lugar de hacer más complicado lo que ya es complicado. Podemos partir de concentrar los esfuerzos en los elementos básicos y fundamentales como el alcohol, la conducción, el uso del celular, el uso del cinturón, la velocidad adecuada y los reincidentes y así evitar la habitual dispersión con el riesgo de perderse en lo secundario o accesorio.
Entonces, pensemos ¿qué país somos? ¿Qué país queremos ser? Aún falta mucho para asumamos el verdadero compromiso de frente a la seguridad vial, con una visión progresista, que vaya desde los tomadores de decisiones hasta la forma en que se transmite la información en los medios de comunicación.

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