Tarija, viviendo en la frontera

Tarija se convirtió en un enclave importante haciendo precisamente de primera frontera hacia la capital del país cuando esta estaba institucionalmente en Sucre y económicamente en Potosí.

Por Campo Largo de Caraparí, por Bermejo y hasta por La Mamora hacia Toldos. Frontera nacional hacia Potosí o hacia Chuquisaca desde Méndez, Avilés, Entre Ríos y Villa Montes. 



Tarija es el departamento que más kilómetros de territorio ha perdido con sus vecinos a lo largo de la historia. Perdió con Argentina y perdió y mucho con Paraguay durante la guerra del Chaco. 



A Tarija, cuando le dieron a elegir, decidió primero construir sus carreteras hacia la frontera, como en el casa de la ruta a Bermejo, que se hizo antes que la ruta a Potosí o la ruta al Chaco para conectar con Santa Cruz. Cuestión de prioridades dirían algunos, de negocios dirían otros.



Tarija se convirtió en un enclave importante haciendo precisamente de primera frontera hacia la capital del país cuando esta estaba institucionalmente en Sucre y económicamente en Potosí. El comercio fluía hacia allí y hacia los puertos chilenos del norte.



¿Ha aprendido Tarija a ser un departamento de frontera? Lo cierto es que existen dos realidades muy diferentes. Mientras en el valle central se  sigue viendo como una realidad lejana, en la propia frontera chaqueña o bermejeña se sobrevive con todas sus lógicas adheridas al ADN.



Después de los miles de millones que han desfilado por el departamento, en las fronteras se siguen encontrando enormes bolsas de pobreza; domicilios precarios y trabajos indignos. Claro está, también se pueden observar grandes fincas y muchos lujos de quienes deciden hacer ostentación de su situación económica.



La frontera siempre ha sido sinónimo de intercambio más que de límite. La frontera siempre ha sido un lugar para buscar oportunidades y formas de crecer acomodándose a las realidades de uno u otro lado.



La frontera chaqueña es la que especialmente demuestra los vínculos y las malformaciones de las fronteras a veces marcadas sobre planos a muchos kilómetros de distancia, lo que da cuenta de los errores y la falta de conocimiento. La similitud cultural entre argentinos, paraguayos y bolivianos asentados en el Gran Chaco sudamericano, la segunda región ecológica más importante del continente, da cuenta de las oportunidades.



En las fronteras los problemas suelen parecerse demasiado a uno y al otro lado, y no se trata solo de problemas estructurales, pues es sabido que algunos países hacen esfuerzos por dar una bienvenida impresionante (literal) al visitante mientras que en otros directamente olvidan sus puestos fronterizos y no hacen caso al qué dirán. Superados los efectos visuales, los problemas de agua, producción y servicios básicos motivados por la lejanía de sus capitales, que tan poco se preocupan por sus extremidades son similares. Ni que decir de la inseguridad derivada de la instalación de mafias.



En Bolivia la Policía no gusta hablar de grupos organizados y tan pronto se niega la existencia de pandillas en las grandes urbes como se afirma la inexistencia de los carteles del mercado ilegal (mujeres, droga, armas)  en los confines de la Patria. Lo cierto es que sin llegar a las cifras escandalosas que se repiten en México, Colombia y otros países del oriente próximo, en Bolivia se han empezado a registrar muchos casos de la actividad delictiva tanto en Yacuiba como en Bermejo.



No se trata tanto del alijo de droga incautado como de sus consecuencias posteriores. Los ajustes económicos tras narco caído suelen traer asaltos, robos en domicilios y de vehículos y como no, muertes por ajustes de cuentas.



Las competencias de seguridad y fronteras son de ámbito nacional, pero coadyuvar a que la frontera tenga una dinámica sana es en gran parte responsabilidad de la administración local. Resulta necesario, por tanto, concentrar esfuerzos para que la crisis económica no pase factura en las lógicas de frontera y acabe por expulsar a personas que no pudieron esconder su origen. Tanto en Yacuiba como en Bermejo lo informal ha desplazado a lo formal, por lo que es necesario generar alternativas reales y concretas para fijar población y que estos naturalicen la confianza vecinal.



Evitar que las fronteras se salgan de control pasa por una inversión planificada y concreta en la que todos podamos coadyuvar. El resto es tarea perdida.


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