Distintas alternativas son propuestas ante un mundo en constante deterioro
Decrecimiento: ¿por qué es una opción para muchos?
Varios fenómenos ambientales que son resultado del calentamiento global, empujan a la elaboración de alternativas sociales y económicas para enfrentarlo



Son cada vez más las alertas que señalan que el mundo estaría entrando a una fase peligrosa de deterioro ambiental. Según muchos científicos, dicho fenómeno está es promovido por la actividad humana, la cual imprime una gran presión sobre los ecosistemas del mundo entero. A esta manera de organizar el mundo, sus recursos y la vida en general –en torno a la actividad de los seres humanos– se le ha denominado “antropoceno”.
Frente a este escenario, en las últimas décadas ha surgido un enconado debate sobre lo que se entiende por “crecimiento” económico –y su más elaborada noción de “desarrollo”–. Desde varias vertientes, distintos intelectuales, científicos y activistas, advierten que es está intención de organizar la vida humana en torno a una actividad económica de “crecimiento infinito”, la que está derivando en una situación de permanente deterioro de la naturaleza, poniendo en riesgo muchas formas de vida, incluida la humana.
“No es posible un crecimiento infinito en un mundo con recursos finitos”, ese es uno de los lemas de quienes critican la noción de un desarrollo global ininterrumpido. Desde esa perspectiva, una de las corrientes que cada vez viene ganando fuerza es la de la Teoría del Decrecimiento,
“El concepto de decrecimiento, […] es una corriente de pensamiento que preconiza la disminución regular y controlada de la producción, con la finalidad de establecer una nueva relación de equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza”, explica un portal web ambientalista.
Si bien existen varias interrogantes y observaciones sobre lo que esta teoría deja de lado, sus preocupaciones no dejan de ser legítimas y algunas de sus propuestas tienen mucho sentido.
La crítica a la idea del crecimiento infinito
La idea de que el crecimiento económico es sinónimo de bienestar social, es una idea novedosa si se la sitúa en la historia general de la humanidad. Hace parte de lo que se conoce como modernidad capitalista y, en realidad, toma forma a finales del siglo XIX y se consolida durante el siglo XX. Tanto así que, como señala el investigador costarricense, Luis Barrantes, la idea de desarrollo –ligada a la del crecimiento– llegó a ser “la religión sustituta de la segunda mitad del siglo XX”.
Según la organización ecologista WWF, la humanidad está viviendo como si tuviera a su disposición 1,7 planetas tierras, “puesto de otra manera, en la actualidad estamos utilizando recursos a un ritmo que requiere disponer de 1.7 planetas si queremos mantener en armonía la relación producción-consumo”.
En el caso de Bolivia es preocupante. En especial en lo que concierne a las actividades extractivas, como la minería, hidrocarburos o agroindustria, las cuales ponen cada vez más presión sobre el medio ambiente.
“El precio de este déficit ecológico es cada vez más evidente: tiene forma de sequías prolongadas, de deforestación, de erosión del suelo, de pérdida de biodiversidad […]”.
Los argumentos para un “decrecimiento”
Según Barrantes: “el decrecimiento sostiene que las generaciones presentes no deben seguir una línea indefinida de crecimiento y abuso del entorno natural a expensas de lo que les ocurre a las comunidades locales, en especial campesinas e indígenas y lo que les ocurrirá a las generaciones futuras de todos los estratos sociales”.
La idea es que para ello se tienen que cambiar los esquemas de comprensión de desarrollo, crecimiento y, en especial, de bienestar. Diversas escuelas de pensamiento señalan que el enfoque de Decrecimiento, no solo plantea una disminución sostenida de la producción, sino también un cuestionamiento ideológico a las instituciones y a los discursos de legitimación que presentan al crecimiento como la única forma de mejoramiento del bienestar social.
Según Serge Latouche, economista francés y uno de los principales promotores de esta corriente de pensamiento, estos son algunos de los criterios básicos de un enfoque de Decrecimiento:
1) Reevaluar valores consumistas, 2) reconceptualizar el estilo de vida actual, 3) reestructurar los sistemas de producción, 4) redistribuir la riqueza, 5) reducir el consumo, 6) reutilizar y reciclar, 7) disminuir al mínimo el traslado desmedido de mercancías a nivel global.
Críticas al enfoque del Decrecimiento
Si bien los problemas que plantea este enfoque parten de una realidad constatable y cada vez más presente en nuestra cotidianidad, la dificultad del mismo tiene que ver, fundamentalmente, con que pone mucho énfasis en propuestas deseables y explica poco sobre cómo revertir inercias históricas de la humanidad.
Por un lado, este enfoque no cuestiona seriamente las jerarquías sobre las cuales está montado el actual sistema económico. Por ejemplo, considerar la “redistribución de la riqueza” –algo deseable en un mundo en que el 1% de la población concentra la mitad de la riqueza mundial–, no es viable simplemente a través de una política pública, sino que implicaría modificar el sistema socioeconómico desde sus raíces.
También están las diferencias entre países, no es lo mismo comparar el patrón de consumo de Australia con el de Bolivia, ya que el patrón del primero puede llegar a ser 10 veces más elevado que el del segundo.
Con todo, no deja de ser una propuesta que tiene algo que decir en un mundo apremiado por una catástrofe ambiental que es indiscutible.