Surgen críticas neoliberales al neoliberalismo para su renovación
En 2016 irrumpía un ensayo escrito por tres de los principales economistas del Departamento de Investigación del FMI (Jonathan Ostry, Prakash Loungani y Davide Furceri), titulado “Neoliberalismo: ¿sobrevendido?”, en el que los autores coinciden en que los resultados del neoliberalismo han...



En 2016 irrumpía un ensayo escrito por tres de los principales economistas del Departamento de Investigación del FMI (Jonathan Ostry, Prakash Loungani y Davide Furceri), titulado “Neoliberalismo: ¿sobrevendido?”, en el que los autores coinciden en que los resultados del neoliberalismo han sido negativos.
“Las políticas de austeridad no solo generan considerables costos de bienestar por el lado de la oferta, sino que también dañan la demanda, y por tanto empeoran el empleo y el desempleo”, afirmaban.
Ostry, Loungani y Furceri también reconocían que la consolidación fiscal (es decir, no tener déficit) tiene costos en el corto plazo en términos de “menor producción y bienestar y mayor desempleo”, y que “la deseabilidad de los países con amplio margen fiscal para simplemente vivir con elevada deuda pública y permitir que sus ratios de deuda declinen orgánicamente a través del crecimiento ha sido subvalorados”.
Los autores reconocen también que “el aumento de desigualdad engendrado por la apertura financiera y la austeridad puede en sí mismo socavar el crecimiento, justamente lo que la agenda neoliberal intenta impulsar. Actualmente hay fuertes evidencias de que la desigualdad puede reducir significativamente tanto el nivel como la duración del crecimiento”.
Por tanto, Ostry, Loungani y Furceri recomiendan que las políticas consideren más los efectos redistributivos, y que además, éstas sean diseñadas para “mitigar de manera anticipada algunos de los impactos, por ejemplo, a través de un aumento del gasto público en educación y entrenamiento, que expande la igualdad de oportunidades (llamadas políticas de predistribución)”.
Y cuando sea inevitable aplicar estrategias de consolidación fiscal, “éstas podrían ser diseñadas para minimizar los impactos adversos contra los grupos de bajos ingresos. Pero en algunos casos, las consecuencias distributivas tendrán que ser remediadas después de que ocurran usando impuestos y gasto público para redistribuir el ingreso. Afortunadamente, el temor de que estas políticas en sí mismas perjudiquen el crecimiento económico es infundado”.
¿Qué pasó? ¿Se unía el FMI a las críticas al neoliberalismo pese a ser uno de sus principales promotores en el mundo? Para el reconocido cientista político y docente de la Escuela Superior de Administración Pública (Colombia), José Francisco Puello-Socarrás, esta aparente autocrítica en realidad no pretende modificar, y menos aún intentar superar, el actual estado de las cosas.
“Este neoliberalismo crítico del neoliberalismo ni siquiera pretende impugnar los efectos que él mismo ha causado en el pasado, acertadamente descritos como holocausto social. Este tipo de sagaces diatribas hay que interpretarlas como estrategias discursivas resilientes desde el interior del neoliberalismo, una forma de regenerar su maltrecha imagen, tanto en el sentido ideológico como práctico”, explica Puello-Socarrás.
Neoliberalismo regulado: renovación y resiliencia
Para el experto, estas autocríticas “se inscribe en la misma línea de argumentación propia de las corrientes neoliberales heterodoxas, las cuales han criticado férreamente la desregulación y el libertinaje de los mercados tanto como el poder de los monopolios”.
Así, este pensamiento neoliberal crítico del neoliberalismo “defiende la presencia estatal en función de una economía regulada (aunque no dirigida, dos cuestiones distintas), como presupuesto económico político para garantizar la máxima libertad (genuina) de los mercados”, advierte.
Acaso sea por esta razón que el modelo económico que se aplica en Bolivia actualmente no hace más que recibir halagos y buenos augurios de parte de los promotores del estatus quo neoliberal en el mundo, como el propio FMI, el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Sea como fuere, Puello-Socarrás nota que desde ahora la “palabra clave y salvadora sería: regulación”; una forma de paliar los efectos nocivos del neoliberalismo y su mala imagen, para afianzarse, relegitimarse, renovarse, quedando demostrada así su capacidad de resiliencia discursiva e ideológica.
“Las Herejías neoliberales, no son blasfemias contra el neoliberalismo”
Poco después de que Ostry, Loungani y Furceri publicaran su ensayo en junio de 2016, el economista en jefe del FMI, Maury Obstfeld, salió a aclarar la posición del Fondo en un boletín titulado con cuidadosa precisión: “Evolución, no revolución: replanteamiento de la política en el FMI”.
En dicho texto, Obstfeld señala que: “El FMI desde hace mucho tiempo procura aprovechar las experiencias concretasen el terreno y las nuevas investigaciones para hacer más eficaz su supervisión económica, su asistencia técnica y la forma en que responde a las crisis. (...) Ese proceso no ha alterado fundamentalmente la esencia de nuestro enfoque, que se basa en mercados abiertos y competitivos, marcos robustos de política macroeconómica, estabilidad financiera e instituciones sólidas. Pero sí ha aportado importante información sobre cuáles la mejor forma de alcanzar esos resultados de una manera sostenible”.
Así, el FMI puntualiza que la idea es “mejorar” el neoliberalismo, no cambiarlo. ¿Habrá aprendido el FMI del modelo boliviano? ¿O será que el gobierno boliviano aplica los aprendizajes acumulados del FMI? Lo cierto es que ambos están en la misma página: lo de Bolivia al final nunca fue una revolución, sino una mejor gestión del capitalismo, cambiar su rostro para no cambiar su esencia.