“Sin un Estado emprendedor no hay economía próspera”
Mariana Mazzucato, profesora de Economía de la Innovación en la Universidad de Sussex (Inglaterra), explica que, a lo largo de la historia,



el Estado ha hecho lo que el mercado no: no sólo se ocupó de arreglar las fallas del mercado, sino que tuvo un rol directo en dar forma y en crear mercados.
Por ejemplo el sector financiero. Un sistema financiero con buen funcionamiento en teoría debería financiar el desarrollo de capital de la economía, promoviendo el crecimiento económico y elevando los niveles de vida.
Sin embargo, en años recientes el sector financiero no ha estado financiando la inversión o la innovación e la economía real, sino “a sí mismo”. Según indica la académica, desde los 1970s las innovaciones financieras junto con la desregulación han hecho cada vez más fácil el obtener ganancias de inversiones especulativas en productos financieros.
Pero ello no fue siempre así. Por ejemplo, uno de los bancos más grandes de EEUU se llama Chemical Bank (Banco “Químico”), precisamente debido a que se originó (en 1823) como financiador del sector químico. “¡Hoy en día es impensable que un banco esté tan enfocado en la economía real!”, sentencia Mazzucato.
El fundamental
rol del Estado
El debate sobre los roles relativos que debieran tener el Estado y el mercado suele parecerse a un columpio, que se mece de un lado a otro según el contexto. Así ha sido a lo largo del siglo XX, y también en este siglo XXI: estatismo-privatización-estatismo-privatización.
Pero más allá de ese debate, Mazzucato ha encontrado que el desarrollo de capital en la economía requiere de financiamiento “paciente, de largo plazo, y comprometido”.
En efecto, la revolución de las tecnologías de la información en EEUU estuvo financiada inicialmente por un “paciente” flujo financiero proveniente de una red de agencias estatales estratégicas orientadas por esa misión.
Entre ellas se puede citar a la Agencia de Investigación Avanzada de Proyectos de Defensa (DARPA, por su sigla en inglés) del Departamento de Defensa de EEUU, los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por su sigla en inglés) del Departamento de Salud, la Fundación Nacional para la Ciencia (NSF), la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA), y el Programa de Investigación para la Innovación en Pequeños Emprendimientos (que ha dado a las empresas más financiamiento inicial de alto riesgo que todo el sector de capital de riesgo-venture capital).
Mazzucato agrega que, más recientemente, la “revolución verde” (de la que muchos esperan será lo más grande desde el Internet) está siendo financiada por similares agencias estatales, como ARPA-E (Agencia de Investigación Avanzada de Proyectos-Energía) del Departamento de Energía, y por préstamos garantizados tales como los que se otorgaron a Tesla con dinero de los impuestos (cerca de 500 millones de dólares).
En algunos países como Alemania y China, este financiamiento “paciente” proviene del sector de la banca estatal, como KfW (banco de desarrollo del gobierno alemán) en Alemania y el Banco de Desarrollo de la China en China. “Ambos están liderando el camino en las transformaciones hacia la economía verde en sus respectivos países”, afirma la académica, “el propio Bill Gates se ha dado cuenta de ello, y por eso ha pedido recientemente a los gobiernos que lideren en la revolución verde tal como lideraron en las tecnologías de la información”.
Incluso en Gran Bretaña -país reconocido por ser la ilustración del liberalismo por excelencia- hubo en los 1970s gran apoyo estatal para salvar a Rolls Royce, y más recientemente se puede mencionar también al Programa Catapult Centre, financiado por el Estado británico, que permitió a su industria automotriz volverse a levantar, produciendo ahora más automóviles que Italia.
El Estado junto al sector privado, no en contra
La clave para el futuro está en “deshacerse del debate estático de lo público versus lo privado. Ambos sectores son cruciales. La cuestión es cómo promover alianzas sinérgicas que permitan al sector público, en su compromiso con el sector privado, permanecer valiente, estratégico y que dé la dirección de los cambios, en vez de solamente reducir el riesgo, facilitar, administrar, subsidiar e incentivar”, afirma Mazzucato.
En ese sentido, el problema no debiera ser “abrirse al mercado”, sino “cómo estructurar y dar forma al mercado a través de inversiones públicas y privadas”, de manera que un sector se vuelva más dinámico, innovador e impulsado por la inversión.
En vez de esto, “debido a que fingimos que la inversión tiene que venir desde el sector privado y el sector público sólo debe estar ahí para regular, subsidiar o salvar el día cuando algo sale mal (llevando al sector público el lado ‘malo’ y tóxico de la ecuación, permitiendo que lo ‘bueno’ sea absorbido privadamente), esto lleva a una profecía auto-cumplida, donde precisamente porque no vemos un verdadero ro de lo público, éste se vuelve sub-financiado, pero también sub-imaginado”.
La experta sentencia: “Y cuando un sector carece de imaginación, muere. Se vuelve irrelevante y fácil de atacar. Sólo cuando la visión es la de co-crear un nuevo futuro, en vez de permitir que un lado arregle las cosas mientras el otro sigue obteniendo ganancias de corto plazo, podremos salir del típico ‘todo debe cambiar para que todo siga igual’”.