Mil millones sufren hambre en un mundo de abundancia
Los investigadores Gustavo Duch y Fernando Fernández, hacen notar la paradoja sobre la alimentación en el mundo actual, donde “estamos produciendo alimentos suficientes para el doble de las personas que vivimos en este planeta”, mientras hay unas “1000 millones de personas […] que...



Por su parte, el politólogo español Guillermo Marín apunta el trasfondo que genera esta paradoja: la falta (y desigualdad) de control y acceso a los recursos productivos.En su texto titulado “El terremoto alimentario. Causas de la crisis alimentaria y tendencias de futuro”, Duch y Fernández analizan las causas reales de la crisis alimentaria y sus derivaciones, así como las medidas necesarias frente a las fluctuaciones de los precios de las materias primas agrícolas.Así, según los autores, el núcleo duro de esta crisis es “interpretar la alimentación como un negocio, no como un derecho humano”.En Bolivia, como han mostrado distintas investigaciones sobre el tema, la alimentación está siendo considerada en la práctica más como un negocio: se está imponiendo aceleradamente un modelo de agricultura industrial ligada a grupos empresariales que plantea la producción de monocultivos a gran escala con un alto uso de insumos externos.Extrañamente, y pese a que la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) considera que la agricultura familiar campesina es clave en la lucha contra el hambre y el desarrollo rural sostenible, el gobierno boliviano y los empresarios privados nacionales y extranjeros comparten una visión diametralmente opuesta.De hecho, en reiteradas ocasiones a lo largo del año 2014, el vicepresidente Álvaro García Linera ha anunciado un incremento de la superficie agrícola en Santa Cruz principalmente destinada a la producción de monocultivos, con la idea de que la exportación de estos productos permitirá superar la dependencia alimentaria que Bolivia padece.Coincidentemente, el presidente de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), Julio Roda, considera que gracias a este apoyo del Gobierno, “máximo en cinco años, Bolivia va ser un país libre de dependencia alimenticia de otros países, va ser un país soberano”, y que la expectativa es precisamente exportar la producción agropecuaria con valor agregado.Según datos del Viceministerio de Desarrollo Rural y Tierras, la superficie de cultivos de producción creció en 2014 de 2,5 a 3,5 millones de hectáreas, que representa un 40% más que en 2013. Y particularmente en el departamento de Santa Cruz, la superficie cultivada llegó a 2,4 millones de hectáreas, de las que 1,2 millones de corresponden a la producción de soya y el resto a otros productos como el arroz, el trigo, sorbo, girasol, entre otros. Principalmente monocultivos para la exportación (salvo en el caso del trigo).Mientras tanto, “la agricultura campesina que históricamente ha provisto de alimentos a la población (de Bolivia) se encuentra en una situación de estancamiento”, así lo advirtió anteriormente la Fundación Tierra. Bolivia importa lo que antes producíaEl predominante modelo de agricultura agroindustrial empresarial, contrario a las expectativas del gobierno nacional y de la CAO sobre la superación de la dependencia alimentaria, ha generado en realidad el declive de la producción de alimentos de consumo básico, en los que antes Bolivia era más autosuficiente.Por un lado, según datos de la Fundación Tierra, en los últimos siete años las importaciones de alimentos aumentaron a razón de 100 millones de dólares cada año. En Bolivia la gente tiene más poder adquisitivo y consume más alimentos, pero en lugar de producirlos, se importan.Asimismo, información del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) evidencia que durante el primer semestre de 2014, Bolivia destinó 358 millones de dólares para comprar de Perú y Brasil los alimentos que antes producía: manzana, arroz, pescado, yuca, almidón de maíz, leche evaporada, fruta fresca, almendra, pera, kiwi, tomate, lenteja, entre otros.En este sentido, según el IBCE hay en general unos 300 productos de la canasta familiar que fueron importados de los países vecinos. Sólo la compra de harina demandará este año 240 millones de bolivianos.