El Real Madrid se diluye en las manos de un Betis fantástico

Tarde negra para el Real Madrid en Sevilla que, como un azucarillo, se diluyó en las manos del Betis (2-1) pese a que empezó ganando con un buen gol de Brahim. Los andaluces, comandados por un soberbio Isco (asistencia y gol), aprovecharon el bajón merengue y le dieron la vuelta al partido para dejar al Real Madrid en una situación delicada. A falta de lo que hagan Atlético y Barça esta jornada, si o sí los de Ancelotti van a quedarse fuera de la cabeza de LaLiga. En el Villamarín, por su parte, se acercan a Europa.

No es como empieza

No es fácil entrar al partido como lo hizo el Real Madrid. Por el ambiente, hostil, por el rival, talentoso, y, sobre todo, por el carácter merengue que no suele acostumbrar a ser así en el tramo inicial de los encuentros. Pese a ello, a los diez minutos, los de Ancelotti ya marchaban por delante en el marcador después de varias posesiones largas. En una de ellas, Mbappé se inventó un gran pase hacia Mendy que, en lugar de definir, le cedió el balón a Brahim para que marcara a placer el 0-1.

Aquello parecía que era el principio de un camino llano para el Real Madrid en el Villamarín pero, poco a poco, Isco fue entrando en calor con la pelota y empezó a dirigir las operaciones junto a Jesús Rodríguez y Antony. Así, el malagueño, en un córner, le puso un 'caramelo' a Jhonny Cardoso para que, libre de marca, este hiciera el empate. Casualidad o no, eso fue el preámbulo de la tormenta que empezó a caer en Sevilla y que le dio todavía más épica al partido. El agua pareció venirle muy bien al Betis, que se lanzó arriba, y muy mal al Real Madrid, que llegó vivo al descanso gracias a Courtois y una de sus paradas milagrosas. Es decir, de todo lo que bien que había empezado el equipo blanco ya no quedaba ni rastro.

Y lejos de recomponer su estructura, el Madrid siguió diluyéndose en la segunda parte. Circunstancia que aprovechó el Betis para confirmar lo que se veía venir: la remontada. Fue con un penalti cometido por Rüdiger de manera muy clara sobre Jesús Rodríguez que transformó Isco, el que más a gusto estaba de los 22 jugadores que había en el césped. Menuda tarde la suya.

En ese momento, el Villamarín se fundió en uno con su equipo y Ancelotti, con el objetivo de frenar aquello, introdujo a Camavinga y Güler en el centro del campo. Pero no dio demasiado resultado. Vinicius y Mbappé, las armas más letales del equipo, eran islas alejadas de la portería rival y cada vez que recibían el balón era para perderlo. Así, era imposible.

Entre tanto, el Betis tuvo el 3-1 en las botas de Cucho pero lo envió fuera y tuvo que fiarlo todo a aguantar el arreón final que siempre tiene el Real Madrid en estas situaciones. Y lo aguantó, para alegría de sus aficionados que, empapados en agua, se fueron a casa contentos después de ver cómo su equipo, tras cinco años sin hacerlo, volvió a ganar a los blancos en su estadio.