Martes de Champions con cuatro clasificados a octavos

Luego de la sorpresiva eliminación del Milan ante el Feyenoord, en San Siro, el Benfica recibió al Mónaco en el Estadio da Luz con la misión de adquirir uno de los boletos hacia los octavos de final de la Champions League.

Al mismo tiempo, en Bérgamo el Atalanta comenzó su compromiso con un duro golpe frente al Brujas, mientras que en Alemania el Bayern Múnich intentó cerrar su serie frente al Celtic de Escocia.

El espectáculo en territorio lusitano comenzó con una sorpresiva postura agresiva del elenco del principado. La sociedad compuesta por Maghnes Akliouche y Breel Embolo complicó a la última línea portuguesa, que después de la primera intervención de Anatolii Trubin el VAR debió revisar si no hubo infracción del arquero sobre el delantero suizo. Un duelo que impuso el máximo suspenso en su primera escena ante le posible penal. Para fortuna de Las Águilas, desde las cabinas le informaron a Glenn Nyberg que le diera continuidad al juego.

El grito del Benfica llegó gracias a la presión ofensiva de Leandro Barreiro. El volante de Luxemburgo recuperó a la salida del Mónaco y se juntó con Vangelis Pavlidis, quien desbordó por el sector izquierdo y abasteció a Kerem Aktürkoğlu para que el turco establezca el 1 a 0. Con la diferencia de 2 tantos en la serie, la misión estaba cada vez más cerca.

La reacción de de la visita llegó gracias a la potencia de Breel Embolo. Un cabezazo al poste representó una amenaza en la que el sonido metálico paralizó a los portugueses. Y unos instantes después, el moreno atacante suizo se sacó de encima Nicolás Otamendi para facilitar el trabajo de Takumi Minamino, quien quebró la resistencia de Trubin con un puntazo al primer palo: 1 a 1.

En el complemento, los del principado continuaron lastimando al desconcierto generalizado que atravesó el Benfica. Y la exquisita pegada de Eliesse Ben Seghir dejó paralizado al arquero ucraniano, quien sólo atinó a observar cómo la pelota se enredaba contra uno de los laterales de su meta. Con el 2-1 a favor del Mónaco, el choque quedaba igualado, aunque todavía restaba por jugar casi todo un tiempo. Sin dudas, Las Águilas extrañaban al liderazgo de Ángel Di María, el gran ausente de la velada.

El combinado lusitano recuperó oxígeno cuando el árbitro recurrió al VAR para observar una falta de Thilo Kehrer sobre Fredrik Aursnes que derivó en el penal que Vangelis Pavlidis intercambió por gol: un grito de desahogo para empatar el partido y volver a poner la serie a su favor.

Sin embargo, la visita jamás se resignó. Y George Ilenikhena fue el encargado de volver a emparejar la serie gracias a su potencia física. La vulnerable marca de Nicolás Otamendi y la floja respuesta de Anatolii Trubin contribuyeron en la conquista del nigeriano, aunque unos instantes más tarde, cuando parecía que se iba a fijar el tiempo suplementario, Orkun Kökçü improvisó un movimiento de un bailarín de ballet dentro del área y selló el 3 a 3 para el delirio del público presente. Partidazo en el Estadio Da Luz.

Si algo le faltaba a la jornada, era otro penal: una presunta infracción de Krepin Diatta sobre Samuel Dahl le dio la oportunidad al Benfica de liquidar el compromiso. La agonía parecía terminar; pero desde el VAR llamaron al juez para que vuelva a mirar la acción Glenn Nyberg decidió cambiar el fallo. Los 10 minutos adicionales se vivieron a pura tensión. Las Águilas sufrieron, pero volaron hacia los octavos de final. Fue una noche no apta para cardíacos.