El diluvio que no tuvo nadie en sus planes
Nadie esperaba este fenómeno meteorológico. A la salida de los equipos, se volaba todo: banderas de la organización, globos, pancartas, papelitos, todo hacía un remolino que presagiaba lo que se venía. Y a los 15 minutos de arrancado el encuentro, arrancó la lluvia, que al principio,...



Nadie esperaba este fenómeno meteorológico. A la salida de los equipos, se volaba todo: banderas de la organización, globos, pancartas, papelitos, todo hacía un remolino que presagiaba lo que se venía.
Y a los 15 minutos de arrancado el encuentro, arrancó la lluvia, que al principio, parecía ser tolerable. Luego empezó el diluvio, cada vez más intenso. No se veía absolutamente nada. Y el árbitro brasileño, Raphael Claus al ver los charcos que se formaban, se negaba a frenar el juego.
Ya al minuto 24, en medio de la cortina de agua, llegaba el gol de Luis Fernando León: cabezazo de pique al suelo que engañaba a Burián y se le colaba entre las piernas. Independiente del Valle supo los caminos ante este cambio de clima.
Y después, lo inevitable. La Nueva Olla no era más un campo de juego, sino una piscina gigante, y el juego era imposible de seguir. Claus llamó a los jugadores y a los vestuarios, mientras continuaban los baldazos de agua y truenos.
Treinta/cuarenta y cinco minutos de demora para que se reanude, previos trabajos con secadores, escobas y lo que haya a mano, removieron el agua del campo de juego. Claus salió tras treinta y cinco minutos en el campo a reconocer el terreno, ya la lluvia había amainado.
Luego de repintar las líneas y volver a preparar el terreno de juego, el árbitro dio luz verde a la final a las 19 hora local, dentro de los plazos estipulados, a pesar de que se veía que iban a esperar todo el tiempo necesario para que el partido termine en el día.
Y a los 15 minutos de arrancado el encuentro, arrancó la lluvia, que al principio, parecía ser tolerable. Luego empezó el diluvio, cada vez más intenso. No se veía absolutamente nada. Y el árbitro brasileño, Raphael Claus al ver los charcos que se formaban, se negaba a frenar el juego.
Ya al minuto 24, en medio de la cortina de agua, llegaba el gol de Luis Fernando León: cabezazo de pique al suelo que engañaba a Burián y se le colaba entre las piernas. Independiente del Valle supo los caminos ante este cambio de clima.
Y después, lo inevitable. La Nueva Olla no era más un campo de juego, sino una piscina gigante, y el juego era imposible de seguir. Claus llamó a los jugadores y a los vestuarios, mientras continuaban los baldazos de agua y truenos.
Treinta/cuarenta y cinco minutos de demora para que se reanude, previos trabajos con secadores, escobas y lo que haya a mano, removieron el agua del campo de juego. Claus salió tras treinta y cinco minutos en el campo a reconocer el terreno, ya la lluvia había amainado.
Luego de repintar las líneas y volver a preparar el terreno de juego, el árbitro dio luz verde a la final a las 19 hora local, dentro de los plazos estipulados, a pesar de que se veía que iban a esperar todo el tiempo necesario para que el partido termine en el día.