'Anora' arrasa en los Oscar y su director Sean Baker acapara cuatro estatuillas, todo un récord
Ningún otro cineasta había logrado antes llevarse de una tacada los Oscar de mejor película, dirección, guion original y montaje



Fue la fiesta de Anora. Los Oscar del 2025 tienen un nombre propio. Se llaman Sean Baker, el director de esa película independiente por la que se llevó cinco estatuillas, de la que cuatro fueron a título personal: mejor filme, director, guion original y montaje. Nadie en los 97 años de historia de los premios de la Academia había logrado acumular esos cuatro reconocimientos de una tacada
Otros cineastas habían logrado tres con una sola película, pero nadie nunca había alcanzado el techo de Baker, un director que, hasta esta edición, había sufrido la indiferencia de los académicos.
La noche de los Oscar fue muchas noches. El grito por el fin de la ocupación de Palestina, el primer triunfo de Letonia, la noche del elogio a los inmigrantes o de la resiliencia de Los Angeles tras los devastadores incendios de hace dos meses. Y por encima de todo, fue la noche en que se desenredó la madeja para saberse cual era la película elegida después de los líos y las controversias.
Anora, que fue favorita luciendo la Palma de Oro en Cannes, el pasado mayo, luego cayó a medida que crecía Emilia Pérez, hasta que la controversia entorno a esta película le volvieron a dar vida a ese relato por el que Mikey Madison, en su papel de “escort”, ganó como mejor actriz protagonista. La cara de la resucitada Demi Moore, la favorita de todos los críticos por actuación en La sustancia, no dejaba lugar a dudas de su decepción.
Los otros premios de interpretación sí respondieron a las apuestas. A Adrien Brody se le reconoció como mejo actor por The Brutalist, su segunda máxima distinción en 22 años, después de ganar el mismo galardón en el 2003 con El pianista.
El mejor secundario correspondió a Keiran Culkin por Un dolor real. Zoe Saldaña ganó la de actriz secundaria por personaje en Emilia Pérez, que de sus trece nominaciones, la que más tenía solo confió la de la actriz de origen dominicano y la de mejor canción por El mal, tema en el que Saldaña también participa.
The brutalist se quedó en segundo lugar con tres estatuillas (banda sonora y fotografía). Wicked y Dune 2 (por supuesto efectos especiales) sumaron dos, como Emilia Pérez. Conclave se apuntó el de Peter Straughan por el mejor guion adaptado.
Entre las bromas y jocosidades del arranque, O’Brien modificó su tono para afrontar la destrucción provocada por el fuego en esta metrópoli y sostuvo que la entrega de premios parecería autoindulgente si no se abordaba ese contexto. “Incluso frente a terribles incendios forestales y políticas divisivas, el trabajo, que es de lo que se trata, debe continuar. Durante años, a través del trauma y la alegría, este ritual aparentemente absurdo seguirá aquí”, sostuvo.
Y así llegó el primer premio, el de Culkin, al que su mujer le prometió tener el cuarto hijo si ganaba un Oscar.
Las películas de animación tuvieron su momento. En largometraje se impuso Flow, el primer Oscar que se va a Letonia, en tanto que en el apartado de corto salió del sobre A la sombra del ciprés, creación iraní cuyos dos autores hacía escasas tres horas que habían aterrizado en Los Angeles puesto que recibieron los visados solo dos días antes.
Pero, al margen de los incendios, el mayor golpe de realidad se produjo cuando el palestino Basel Adra y el israelí Yuval Abraham salieron a escena para aceptar el Oscar al mejor documental, No other land, la película sobre la ocupación de Cisjordania.
Adra recordó que su protagonista vive y sufre cada día bajo el dominio de Israel. El documental “refleja la dura realidad que hemos sufrido durante décadas y todavía resistimos y por eso pedimos a todo el mundo que tome acciones serias para frenar la injusticia y la limpieza étnica”. Abraham, su colega, apostilló. “Hay una solución política con derechos nacionales para los dos pueblos (israelíes y palestinos). Y tengo que decir aquí que la política exterior de este país está bloqueando esa ruta”.
También Brody se pronunció contra “la opresión sistemática”, el anti semitismo y el racismo. “Rezo por un mundo más feliz e inclusivo y creo que el pasado nos ha de enseñar a todos, es un recordatorio para no dejar que el odio quede sin control”, remarcó.
Para quien no conozca los entresijos del desarrollo de los Oscar desde dentro del Dolby Theatre, debe saber que no hay una sala de prensa que reúna a tantas pajaritas, corbatas, vestidos de gala, con cuello palabra de honor, con colas, lentejuelas o escotes de vértigo.
No solo lucen glamour los celebrities. Incluso para los periodistas acreditados en la sala de prensa, sin acceso a la platea de la gala, existe un código de vestuario. Nada de tejanos o zapatillas deportivas. A ellos se le recomienda el tuxedo aunque se acepta n traje oscuro.
En la espera corre un rumor. Aseguraban que Kamala Harris, la gran loser o perdedora del show de la política –hay quien bromea que hay mucho más espectáculo hoy en Washington que en Hollywood-, sería una de las asistentes sorpresa. Ella misma se encargó de desmentirlo con un post en las redes, en el que se fotografío en su casa, en el sofá, frente al televisor viendo la llegada de las estrellas a la fiesta de Hollywood.
Mientras tanto, precisamente con la mirada puesta en la alfombra roja, todo el mundo, en especial la prensa española y latina, estaba pendiente de que emergiera Karla Sofía Gascón, la protagonista de Emilia Pérez, la película . Y sí, llegó, pero esquivó el photo call, posiblemente para no hablar y meterse en más embrollos.
Como dijo luego Conan O’Brien, el presentador de la ceremonia, “Amo Anora, ahí usan la F-word (la palabra fuck, jódete, que si se pronuncia las teles ponen un sonido para taparla) 479 veces, tres más que el récord establecido por el publicista de Karla Sofía Gascón”, bromeó tras el descubrimiento de tuits racistas y más.
A pesar de haber caído en desgracia por esos mensajes y otras circunstancias, y esa especie de tirria se constató cuando la brasileña Aún estoy aquí se llevó la estatuilla a mejor película internacional en detrimento de la producción francesa, muchas conversaciones de los reporteros versaban sobre Emilia, el film que se acerca al mundo del narcotráfico bajo la perspectiva de un capo que se siente y quiere ser mujer.
Había división de opiniones entre los propios periodistas que viajaron desde México. “Los temas musicales pueden ser dramáticos, pero en este caso no están vinculados a la realidad", afirmó Susana Moscatel, del diario Milenio. “La película utiliza elementos que caricaturizan la realidad y hay un shock cultural porque los actores utilizan acentos y palabras que no se usan en mi país y que te hace perder la historia”, insistió.
En cambio, Marios Szekecy, de El Universal, remarcó que “la película es muy conmovedora en sus historia”. Según su visión, “cuenta la tragedia de una persona que cuando encuentra el amor, sus errores del pasado se lo quitan”. Y remata, “es un filme original en sus canciones y al abordar el drama de México. Una sola película no puede contar un problema, al igual que ocurre con otros temas, como la iglesia o con el Holocausto”.
Zoe Saldaña tampoco fue ajena a lo que se vive en Estados Unidos con los inmigrantes. “Mi abuela vino a este país en 1961. Soy una hija orgullosa de unos padres inmigrantes con sueños y dignidad y trabajando duro con las manos, y yo he llegado a ser la primera con raíces dominicanas que recibe un premio de la Academia y sé que no seré la última”. Ella también defendió, además, la existencia de un film como Emilia Pérez.
En uno de los momentos emocionales, Morgan Freema recordó a su amigo Gene Hackman, fallecido hace unos días.
Ya en el cierre, los productores de Anora, al recoger el máximo galardón, hicieron un discurso en favor del cine independiente. Su película, costó seis millones de dólares. Suplicaron a la industria cinematográfica, sostenida en parte las empresas de streaming, a que incentiven a la gente a acudir a las salas de cine y "tener una experiencia comunitaria”.