El Arte y los hermanos Arduz Ruiz
Estos tres latinoamericanos, bolivianos por nacionalidad, son hermanos biológicos y, por lo mismo, están reiteradamente hermanados por el sólido nexo de la geografía, la genealogía y la vocación artística. Para Heberto, Marcelo y Fernando Arduz Ruiz, el Arte no ha sido una veleidad pasajera, sino una obsesiva responsabilidad que, junto a otras, los ha acompañado en el transcurso de sus vidas. En realidad, los hermanos Arduz Ruiz pertenecen a una familia de educadores y poetas. Hecho mencionado, por ejemplo, en el libro intitulado “Estirpe y Tradición” de Arturo Costa de la Torre (1977), aparte de otras menciones de la familia por parte de municipios como el de la ciudad de Sucre que reconoció la “contribución de la Familia Arduz a la cultura nacional” (1991), con motivo de la nominación de la calle Abel Arduz en homenaje al maestro educacionista (1870-1954), abuelo de los hermanos Arduz Ruiz, que había hecho de su vida un apostolado.
Otros miembros de importancia en esta familia: el Dr. Luis Arduz Daza, diplomático y hombre público de vasta trayectoria en el quehacer nacional y el profesor Wálter Arduz Caballero, egresado de la Escuela Nacional de Maestros de Sucre; poeta, ganador del Primer Premio en los Juegos Florales Nacionales con su poema ‘Canto a la ciudad de los cuatro nombres” (1959). Entonces, la actividad cultural ha sido, para estos hermanos, como un virus familiar, cuyos efectos se manifestaron en diversas formas. Heberto, Marcelo y Fernando (más otros dos hermanos, no incluidos en esta reseña), no se dedicaron exclusivamente a una rama particular del Arte. Por ejemplo, Heberto, el crítico literario y biógrafo, ha mostrado afinidades por la música y la poesía; Marcelo, el poeta y diplomático, por la pintura y la teología histórica, y Fernando, el musicólogo y concertista, por la literatura, habiendo escrito cuentos y poemas. El presente ensayo constituye un intento de patentizar la lírica presencia de estos tres hermanos, en el panorama artístico latinoamericano.
La crítica literaria de Heberto Arduz Ruiz
Heberto, lector voraz desde su niñez Su compulsiva inclinación a la lectura lo llevó al campo de la literatura y, más tarde, a la crítica literaria y el ensayo. Completó la carrera de abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca. Colaborador de diarios y revistas, publicó sus artículos desde 1967 incluyendo análisis literarios y ensayos. Por ejemplo, su ensayo “El buscador de Dios de Fernando Diez de Medina”. patentiza su presencia en el ambiente intelectual (Signo #16, 1985). Radicó en la ciudad de La Paz, desempeñando puestos de administración pública Inicialmente había publicado dos libros “Hombres y Letras” (1978) y “Mis Personajes de fin de siglo” (2013) cuyos títulos evocan de entrada, su genuino interés por las vidas y pensamientos de personajes del pasado, sobresalientes en el campo de la ciencia, la filosofía y la literatura, desplazándose sin dificultad de uno al otro, sin estricta adhesión a la cronología, ignorando igualmente las fronteras de nacionalidad y lenguaje. Siguió el mismo esquema en “Rastrojo de Lecturas y Obituario” (2013), y “Brizna de Fuego” (2014), en los que breves semblanzas de personajes diversos irrumpen en sus páginas: Desde Erasmo de Rotterdam hasta el escritor español Azorín (José Martínez Ruiz); desde Alfredo Nobel, el descubridor de la dinamita, hasta el creador del realismo mágico Gabriel García Márquez. Entre los autores bolivianos incluidos figuran Gabriel René Moreno, Franz Tamayo, Mariano Baptista Gumucio, Juan Quirós. Heberto ofrece abreviados análisis críticos, reafirmando una obvia intención de comunicarse con las juventudes despertando el interés por la lectura de los trabajos y vidas de filósofos, poetas y escritores de fuste. El libro “Trivialidades de Tiempo Libre” (2015) postula esencialmente que el tiempo productivo, así llamado ocupado, sólo cobra importancia junto a la libertad de disfrutar lo trivial, como algo que constituye igualmente una parte fundamental de nuestra propia existencia. El tiempo libre nos ayuda a evocar pensamientos, ideas y reflexiones fructíferas que solidifican nuestra formación integral, “De la vigilia al sueño” (2017), tiene un tinte claramente autobiográfico con escenarios que, por coincidencia, me son familiares. Este hecho hace que, como lector, yo pueda apreciar el recuerdo del ambiente de antaño, de Sucre, mi ciudad natal, y también de Tarija, en mi calidad de estudiante visitante y miembro de una delegación encargada de establecer contacto con el personal universitario discente y docente. Heberto menciona a sus hermanos Marcelo y Fernando, en un par de páginas de su libro, ofreciéndonos una equilibrada enumeración de los logros artísticos de cada uno de ellos. Los capítulos referentes a sus progenitores, a su despertar a la vida en la Tarija de antaño, con su Fiesta de San Roque y otras tradiciones tienen una alacridad sorprendente. Su libro “Antes de la sombra del Olvido” (2019) publicado con una breve presentación mía, contiene nuevamente una recapitulación de la 58 obra y las vidas de poetas y escritores sin fronteras de nacionalidad ni de tiempo. Nombres como el del escritor pacifista Stefan Zweig o filósofos como Miguel Montaigne, Miguel de Unamuno, coexisten fraternalmente entrelazados, con los de Pietro Santini, Juan Wallparimachi, Adolfo Costa du Rels, Carlos Castañón Barrientos, Carlos Morales y Ugarte, Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa, Alfonso Prudencio Claure (mejor conocido por el seudónimo de Paulovich). En “Recuento del tiempo lejano” (2020), el autor reitera con nostalgia la poética sencillez del ambiente familiar en que crecieron él y sus hermanos, a pesar de que el padre, militar de carrera, era destinado periódicamente a diferentes regiones del territorio nacional. En “Itinerario de letras” (2020) ofrece una abreviada descripción crítica de Carlos Medinaceli en la cultura de Bolivia, la personalidad y obra de Arturo Borda, y una revisión de Libros nuevos y Obituarios. Igualmente, en “Voces Fugitivas” (2022) el autor sigue el mismo formato, con la mención de escritores como Tamayo, Borges, pintores como Van Gogh y Picasso, y su experiencia de otra visita a la ciudad de París. En resumen, estas viñetas, semblanzas o anécdotas de los representantes de la literatura, filosofía, música y pintura parecen cumplir el papel de una invitación a las nuevas generaciones a embarcarse en el viaje de exploración interminable de la belleza del arte universal.
La poesía de Marcelo Arduz Ruiz
Yolanda Bedregal en su “Antología de la Poesía Boliviana” (Cuarta Edición, 1997) describe la labor y los méritos de Marcelo Arduz de una manera sucinta y desprejuiciada: “Nació en Tarija 59 en 1954. Sus primeros libros Estrellas en el día (1977) y Tras el vidrio del Cielo, (1978), revelan sensibilidad fina, visión interior de la naturaleza. La apretada forma de sus primeros poemas recuerda al Hai-Kai japonés. Estrellas en el día, fue aprobado como texto de consulta por el Ministerio de Educación; con su libro Bolívar delirio del Ande, (1980). Obtuvo un premio en los juegos florales de Oruro. Con La tierra en uno (Editorial Playor, Madrid, prólogo de Pedro Shimose) ganó el primer premio en el IV concurso Jaén. Diplomático, pintor, ilustrador de poemas. Fue cónsul en Río de Janeiro, donde dirigió el primer número de “Novísima Literatura boliviana”. Su hermano Heberto nos da una idea de la actividad temprana de Marcelo con la ventaja de la cercanía fraterna (“De la vigilia al sueño”, 2017), usando un estilo esencialmente informativo y libre de excesiva ponderación: “el cuarto de mis hermanos despertó temprano a la práctica del dibujo como autodidacta y a la poesía en la adolescencia, con excelentes producciones en ambos ámbitos de las artes”. Los cuadros de la exposición itinerante Latinoamericana de ilustradores para niños, auspiciada por la UNESCO, junto a la poesía de Hugo Molina Viaña, dieron mucho que hablar sobre el proyecto de convertir el castillo de la Glorieta de Sucre en una ciudadela destinada a los niños. Años antes una de sus ilustraciones en el libro “El duende y la marioneta” del mismo vate, pasó a figurar en la lista de Honor en el Premio mundial Hans Christian Andersen. Otro tanto ocurrió en el campo de su poética. El primer poemario de Marcelo Estrellas en el día (1976) fue celebrado por el prestigioso escritor y filósofo Guillermo Francovich en “Presencia literaria” de 26.02.78. Francovich calificó el libro como “un joyel de auténtica poesía, sin rebuscamientos ni artificios retóricos o metafóricos, cuya simplicidad es tan grande como la poesía esencial”. Dentro la economía de los recursos verbales comparó los versos de Marcelo Arduz con los tankas y haicus orientales, que en pocas sílabas llegan a encerrar la esencia de la poesía. El filósofo comentó, asimismo, que esa poesía se presenta como un contrasentido al chocar con nuestros hábitos: “Mil veces hemos visto una mariposa aproximarse a una rosa y nunca se nos ha ocurrido que ésta pudiera ponerse a volar. Sin embargo, el poeta nos hace sentir de repente que ese contrasentido es posible. Algo materialmente imposible se transforma de pronto, gracias al arte, en una inquietante posibilidad” (sic).
Marcelo es, en verdad, el poeta y ensayista de la familia. Publicó “Estrellas en el día”, 1976; “Tras el vidrio del cielo”, 1978; “Bolívar delirio del Ande”, 1980; “La Tierra en uno”, 1985; “Quinze Antipoemas de Amor e desenhos”, 1989 (edición en Portugués); “Intihuyphypacha” (Sol de Invierno), 1991; “Hojas solares”, 1993; “Poemas lunáticos”, 1993; “Como un grito entre la basura”, 1993; “Cantos a la Confederación Perú Boliviana”, 1993; “Poemas de cielo adentro”, 1994; “20 Años de Poesía”, 1994; “El Libertador de la Palabra” (ensayo), 1995; “Tito Yupanqui. El venerable inca modelador de la imagen de Copacabana”, 1996; “Copakawana de las Indias -salterio poético a la Virgen del Lago”, 1996; “Poesía crucista en tiempos de la Confederación” (ensayo), 1996; “La Confederación Perú Boliviana. Hito en la integración latinoamericana”, 1999; “Poesía Virtual” 1999. Además, “Jiwasanaka. Desde todas las sangres”, 61 2000; “Poemas para los Niños de la Calle”, 2001; “Genealogía de los últimos reyes Incas”, 2002; “Nazca-MacchupicchuTiwanaku. Poema Cíclico a los santuarios arqueológicos de los Andes”, 2002; “El Señor de Hunupunko y el Señor del Gran Poder”, 2002; “La sustitución idolátrica del Cristo Andino por el Señor del Gran Poder”, 2003; “Ascensión de la lluvia” (poesía concreta) 2003; “Delirio en el Monte Sacro” (poesía) Roma, Italia, 2005; “Verdadero Retrato del Señor del Gran Poder de la Santísima Trinidad” (ensayo), 2006; “Dilucidaciones acerca del Juramento de Bolívar en Roma” (ensayo), 2006. Los tópicos de sus ensayos son de alta relevancia. Marcelo ha recibido por lo menos una docena de premios literarios de los cuales mencionaré algunos: Primer Premio en el VI Certamen Internacional de poesía Jaén (España), 1984, con publicación de la obra; Primer Premio en el Primer Concurso Nacional de Poesía Tarijeña, 15 de abril 1983; Primer Premio en el Concurso Literario “Virgen de Copacabana”, 1995; Primer Premio en el Concurso Nacional de Literatura convocado por la Reforma Educativa. 1998; Premio “Poetas por una Cultura de Paz”, otorgado por la UNESCO, 2000; Primer Premio en el Concurso Internacional del “Consejo Todas las Sangres”, 2001; Premio iberoamericano en poesía “La Pluma y el Pincel del Diplomático”. Marcelo es un discípulo de Eugen Gomringer -llamado el padre de la poesía concreta, esencialmente sensorial y visual-. Su libro “Ascensión de la lluvia” (2003) es una muestra de este género de poesía y una de las facetas de la personalidad inquisitiva de este intelectual que no se arredra de tomar riesgos, puesto que no se puede evitar la impresión de que algunas de las extravagancias gramaticales del género, puedan gustar a unos o confundir a otros porque parecen trivializar la belleza y profundidad de los poemas que al cabo evidencian la sensibilidad del poeta y el modo en que se percibe a sí mismo: “como un cuarto /tengo en mí /una ventana que da/a los sueños del mundo” o sencillamente confirmar que él también “encontró su soledad /un beso en la mejilla le dio y/soñó que tenía forma de mujer”.
La música de Fernando Arduz Ruiz
“Fuertemente infiltrado el ánimo por la música, Fernando, el quinto hermano, desde muy joven escribió en la prensa, poesía y narraciones, que de una u otra manera tienen que ver con la naturaleza y sus hondos mensajes creativos, de mística y paz espiritual”, escribe su hermano Heberto. Fernando inició a los 15 años sus estudios de guitarra, flauta dulce y fagot con el maestro Ernesto La Faye. De 1975 a 1978 asistió a los Seminarios Internacionales de Guitarra en Montevideo, con el maestro Abel Carlevaro. De 1979 a 1982 estudió violín en el Conservatorio Nacional de Música de La Paz, Bolivia, y realizó presentaciones como solista de guitarra con la Orquesta de Cámara Municipal y la Sociedad Coral Boliviana. De 1983 a 1987 estudió guitarra y armonía con los maestros José Luis Rodrigo y Antonio Pérez Olea en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, España, obteniendo el título de Profesor Superior de Guitarra, a nivel de Licenciatura. De 1996 a 1998 se capacitó en Tarija con los maestros suizos Lucius Weber y Michael Müller en dirección orquestal y violonchelo, respectivamente. Y en 2004, en dirección orquestal con el maestro Koichi Fujii”. Desde 1987, fue profesor de guitarra de la Escuela Municipal de Música Regional de Tarija y director de esta por aproximadamente 14 años. Desde su creación en 1993, integra y dirige la Orquesta de Cámara “Tarija”. Ha realizado alrededor de 80 arreglos para Orquesta de Cámara; más de un centenar para guitarra y unas 400 transcripciones de música campesina y popular. Sus composiciones y arreglos han sido estrenados e interpretados en España, en Argentina, y también nacionalmente. Recibió muchos diplomas de reconocimiento meritorio por su labor de innovación, preservación y difusión, pero más que todo por su labor musical, especialmente por sus arreglos de música folklórica para orquesta sinfónica demostrando la presentida interconexión entre los diferentes tipos de música. Esa música que fluye como ininterrumpido manantial en la infinitud del universo unánime. En rigor, Fernando es uno de los pocos investigadores especializados en música que ha persistido en trabajar con los niños y jóvenes de su país, ejerciendo el papel de pionero. Sólo después de años de esfuerzo ha empezado a ver cambios positivos: Por ejemplo, la Orquesta de Cámara de Tarija se ha convertido en un Instituto, que permite obtener el grado de Técnico Superior en Música, en las especialidades de violín, viola, violonchelo y contrabajo. Por muchas razones el caso de Fernando Arduz me trae el recuerdo del creador del sistema nacional de orquestas, el popular maestro venezolano Juan Antonio Abreu. Respecto a su labor de concertista, gracias al milagro de la tecnología tuve la oportunidad de ver y escuchar sus conciertos de guitarra. Me impresionó su interpretación de La quebrada, El pastor, La rueda, del compositor Alfredo Domínguez, por su fluidez y su claridad descriptiva con inevitables reminiscencias del impresionismo musical. Del mismo modo sus interpretaciones de Tiempo feliz de Toto Vaca, Munasquechay de los Kjarkas, y Dust in the wind de Kerry Livgren, tenían la frescura de un mesurado torrente de agua cristalina. En el aspecto literario, Ferrnando fue Codirector fundador del Suplemento Cultural “Cántaro” (1992), editado por “El País”, matutino tarijeño de circulación nacional. Publicó poemas y cuentos en los suplementos culturales “Presencia Juvenil”, “Presencia Literaria” y “Cántaro”; en las revistas “Crear” N° 1 y 2 (Tarija, 1992), “Tierra Chapaca” (Tarija, 2006); y en el libro “Arcilla Iluminada” (Tarija, 2007). Su apariencia austera, su voz clara y suave, sus explicaciones preliminares hicieron la experiencia de dialogar con Fernando, muy placentera. En un ambiente en el que los artistas no logran fácilmente beneficios materiales, Fernando parece haberse enriquecido en paz espiritual. Pero, a pesar de sus logros, está lejos de considerarse un hombre realizado.
Todavía le acosa el deseo de expandir su Arte, para alcanzar con dedicación la categoría continental del maestro y del concertista.[2]
Ars longa, vita brevis
Tiempos de nostalgia. El 30 de octubre de 1983, Juan Quirós, el director de “Presencia Literaria”, publicó simultáneamente los trabajos de los tres hermanos Arduz Ruiz. Eran, indudablemente, tiempos en que el mérito era prontamente reconocido y lanzado al conocimiento público con una acucia digna de Juan Quirós y sus colaboradores que se constituyeron en los celadores de un período de excelencia en el quehacer literario del país. Este modus operandi promovió una interacción semanal entre críticos y autores que, a pesar de algunas apasionadas confrontaciones, beneficiaba a todos -especialmente los lectores- por el tono predominantemente constructivo. Recuerdo los nombres de los críticos miembros del personal y otros colaboradores que formaban parte del círculo de Juan Quirós: Carlos Coello, Oscar Rivera-Rodas; Pedro Shimose, Raúl Rivadeneira, Jesús Urzagasti, Alfonso Prudencio Claure, Carlos Castañón Barrientos, Armando Mariaca, Teodosio Imaña Castro. En este respecto, durante una conversación informal y personal, Oscar Rivera- Rodas afirmaba: “En verdad, los libros necesitan lectores, para ser apreciados. Más aún, la existencia completa del libro se realiza en el entendimiento del lector, aunque ese entendimiento pueda ser a veces inexacto”. Por otra parte -añadiría yo-, los lectores también necesitan juicios fidedignos, que corroboren, con objetividad, la solidez o fragilidad de las producciones literarias. Colijo que la escasez de críticos, adecuadamente preparados, para evaluar el trabajo de nuestros autores de fuste, ha contribuido a la falta de una mayor difusión de. sus obras y nombres, recalcando que en ámbitos especializados la crítica literaria, es considerada un artículo del género periodístico, ejecutado por un profesional en la materia, con énfasis en el análisis de los aspectos estilísticos o históricos de la obra, con la finalidad de explicar su contexto y relevancia. Por esta razón, debido a las dificultades contingentes, es refrescante mencionar a estos tres hermanos que -quizás predestinados por su genealogía- han perseverado en sus actividades artísticas con fe y firmeza encomiables, dejándonos escuchar sus voces. Esas voces que -como dice el poeta en su “Ascensión de la lluvia”- cantan “en todas las ramas de la mañana”
[2] Fernando falleció, víctima del Covid 19, en diciembre 2021. Mas, permanece nítido, intocado en nuestros recuerdos y corazones. Nota del Editor.