Transcripción del libro: “Batalla de Tarija” de José Paz Garzón y Eduardo Valencia Paz
Memorias de:“El coronel Lorenzo Lugones.” Págs. 65 al 70
…de este insoportable mísero y humillante astado



…de este insoportable mísero y humillante astado, al banquillo o donde S. E. crea conveniente, y por ello me refiero señor a la carta que le escribí de Ambargasta etc, Un decreto de por mi orden, semejante en su modo de partir arbitrario al que hizo desaparecer al desgraciado Borges, me puso a mí en libertad con la pérdida de mi empleo a cargo de permanecer en el ejército en clase de aventurero.
Dejé pesar quince días, y cuando creí oportuno, me presenté al General con un escrito pidiendo mi pase a Mendoza para continuar mis servicios con San Martin en el ejército de los Andes; el general tomó el escrito, lo leyó con presteza entre dientes y sin hacer ninguna demostración de desagrado, rasgó con moderación el escrito de punta a cabo en dos o tres partes y me volvió la espalda, se acercó a su escritorio y después de un ligero registro, sacó un papel doblado y volviéndose a mí, me dijo: Esta carta es de Ambargasta y en ella me ha prometido Vd.„ acompañarme siempre como en la noche de Vílcapugio. Sí, señor, le contestó yo; pero un aventurero... Un aventurero me repuso él, marchará dentro de breves días con La Madrid y sus valientes compañeros a una gloriosa empresa y el aventurero luego volverá a ser el capitán, Lugones.
Esta es la razón porqué marché a esa expedición y no tan solamente porque La Madrid me hubiese llevado, como él dice en sus Observaciones folio 111 y 12 ya citados.
Con la idea seguramente de hacer algo el general Belgrano; después de haberse ocupado mucho tiempo (como él decía) en asuntos de suma importancia respecto de la política como capitán general de la provincia, formó el plan de hostilizar por la retaguardia, en cooperación con el impertérrito Güemes(1) que hacía la guerra de bandalaje sobre las provincias de Salta y Jujuy, ocupadas por todo el ejército enemigo a consecuencia de haberlas dejado desamparadas el general Rondeau en su retirada después de la de Sipe-Sipe.
Desprendió pues Belgrano desde Tucumán en el mes de Marzo del año 17 una división 300 hombres, compuesta de las tres armas y de tropa escogida, al mando de su protegido el comandante de Húsares, don Gregorio Araoz de La Madrid que se internó al Perú por los valles Calchaquíes.
Auxiliados en San Carlos con mulas y caballos por el teniente coronel de las milicias de Salta, Don Nicolás López, emprendimos nuestra marcha con dirección al despoblado por el camino de la Poma, y trastornando la cordillera de Acahí descendimos a los campos de la Abra de Queta; aquí variamos de dirección y, dejando a nuestra izquierda el camino del despoblado, tomamos el rumbo hacía Tupiza.
Anduvimos toda la noche y al amanecer dimos en la posta de los Cangrejos Con un piquete de tropa que escoltaba las comunicaciones que traía el correo de Lima para el enemigo situado en salta y Jujuy, todo quedó en nuestro poder en breves instantes, con la pérdida del valiente oficial D, N, Mendoza comandante de nuestra descubierta, que murió peleando en la obstinada resistencia que hizo la escolta del correo de Lima.
Con este acontecimiento que volaría a noticias del enemigo, era indudable que fuéramos sentidos, como también muy probable que se pusieran en alarma todos los puntos adyacentes de Tupiza; en este concepto variamos de dirección otra vez y haciendo un amago a Yavi por el camino de Pumahuasi, tornamos un rumbo enteramente opuesto al despoblado y a Tupiza que quedaban a nuestra espalda, y en la marcha de toda la noche y el día trastornamos las elevadas cumbres de la cordillera de Tarija y dejando a nuestra derecha el camino real de Cuyambuyu, entramos a el de la quebrada de Tolomosa, y marchando sin parar otra noche y un día más, descendimos como el rayo sobre Tarija por la puerta de Gallinazo.
Tan luego que nos dejamos ver en las alturas inmediatas a la villa, el enemigo salió con toda su fuerza a los Suburbios y al reconocer la nuestra, hizo sobre nosotros un falso amago, y se retiró cubriendo sus espaldas con una guerrilla que fue tiroteada por otra de las nuestras hasta las bocacalles; aquí el enemigo parece que hubiese querido presentar batalla, pero el fuego de nuestros dos cañoncitos volantes los obligó a retirarse a la plaza.
Como el enemigo se hubiese totalmente reconcentrado a la plaza bajo su atrincheramiento, los suburbios de la villa quedaron en descubierto y a nuestra disposición en todas direcciones; marchamos de frente sobre ellos, tomamos a nuestros salvo los mejores puntos de ataque, avenidas etc., y permanecimos toda la noche en sitio estrechando cada vez más al enemigo.
Al otro día, por la mañana apareció una fuerza enemiga sobre la Tablada. Llamándonos la atención por la espalda. Era un doble escuadrón de caballería con carabineros de a pié que hacían servir de infantería; sin desatender los puntos que teníamos tomados, marchamos sobre ellos con una partida de húsares solamente, cuyo número sería la cuarta parte del enemigo; éste había tomado una posición de 1a cual no podía ya moverse y tuvo que esperarnos en ala, colocando un hombre de pie en medio de dos de a caballo, nuestra partida la arreglamos del modo siguiente: una mitad por la derecha con el ayudante Caínzo, otro de mayor número por el centro con La Madrid y otra de menos número que las dos precedentes, por la izquierda conmigo: todo eso lo hicimos sobre la marcha al trote, echamos carabina a la espalda sin tirar un tiro, en medio del activo tiroteo del enemigo nos preparamos a la carga y al toque de degüello dimos una, tan uniforme, tan rápida y decisiva que el enemigo no vio más que el entrevero; murieron más de cuarenta: y los que trataron de salvar con su comandante llamado Malacacabeza, fueron perseguidos por mí el espacio de doce cuadras, y al llegar a cierta altura cuando los fugitivos trepaban a la cumbre de una cuestecilla, oí el toque de reunión y regresé al lugar del combate, con más de veinte prisioneros que se reunieron a los muchos que tenía Cainzo; con todos ellos regresó La Madrid sitio, publicando la victoria obtenida en la Tablada de Tarija a la vista del enemigo, que durante la escena permaneció quieto en la plaza dentro de sus trincheras.
La completa pérdida de esa caballería en la que el enemigo debió tener alguna esperanza, le obligó a capitular y a las cuatro de la tarde de ese dí, puso a nuestra disposición, armas, hombres y plaza, todo quedó en nuestro poder. En obsequio de la verdad séame permitido decir que La Madrid en todo el curso de su carrera no obtuvo jamás un triunfo tan completo como el de la toma do Tarija,
Belgrano recibió el parte y celebró nuestro triunfo con muchos demostraciones de júbilo y entre los trasportes de su contento y alegría, publicó con aplauso los nombres de los que más nos habíamos distinguido en esa jomada; acusó recibo del parte, detallando su celebridad en el ejército y la orden general que hacía reconocer en sus grados a los premiados, uno de ellos fui yo: respecto de esta parte secundaria, puede ser que el General hubiese cumplido con su deber; pero en Cuanto a lo principal y más interesante en la guerra, me atrevo a decir que no.
No recoger los frutos de la victoria y aplicarlos a su verdadero objeto, es una, falta que irroga incalculables perjuicios a la causa. La mayor desgracia que puede lamentar un estado, es la de que un general no tiene con qué pagar la sangre que por omisión o siniestras miras, deja derramar sin fruto. Nuestro General contraído sin duda a ciertos asuntos que se tendrían en vista respecto a las miras políticas del Gobierno Dictatorial, llegó a desatender la causa principal y como quien deja a discreción ajena un negocio de poca entidad, respecto de la suerte de nuestra expedición y la provincia que acabamos de tomar: todo lo consignó a la escasa capacidad de un jefe valiente y sin pericia que no podía conocer en toda su extensión, nuestra posición en Tarija.
Tucumán; no tuvo en cuenta la importancia de un hecho de armas tan venturoso y feliz, que arrancando de las manos de enemigo puso las nuestras toda una provincia, llena de recursos y muy aparente por su local, por lo valioso de Su territorio y el carácter de sus habitantes para ser el punto de partida en la guerra hostil; en vista de este hecho y de otros más, bien se podría asegurar que Belgrano no se ocupaba mucho de los enemigos de la causa común, por atender a los hombres que se declaraban en oposición a un gobierno que desde muy temprano dejó traslucir siniestras miras, y Belgrano por cumplir las órdenes supremas, redujo el ejército auxiliar en ejército agresor de los pueblos, convirtiendo las armas consagradas al servicio de la Patria en la guerra de la guerra de la Independencia y libertad, contra los mismos hijos del país,
Así nuestro General, tal vez de buena intención, llevando adelante la máxima de ser el primero en dar sumisa obediencia a la autoridad constituida, llegó a ser partícipe de los hechos de Pueyrredón, cuyas tendencias clasificadas de alta tuición, hundieron a la patria en el caos de fatales acontecimientos.
La Madrid por su parte, incapaz de graduar la altura en que nos hallábamos, no pudo comprender que habiendo arribado nuestra expedicioncilla bajo tan felices auspicios hasta el punto de ser dueños de Tarija, habíamos tomado la ofensiva de una manera positiva y que conservándonos allí, haciamos dos llamamientos igualmente forzosos, que en la contraposición exigían esfuerzos de parte a parte, por ser un punto interesante…