Del libro ¨Estampas de Tarija¨ 1574 - 1974
Como una reminiscencia colonial, posiblemente desde tiempos inmemoriales



LOS TAMBOS.
Como una reminiscencia colonial, posiblemente desde tiempos inmemoriales, cuando no existían carreteras ni vehículos motorizados, todas las mercaderías y productos se transportaban en récuas de acémilas: mulas, caballos o burros, habían todavía en la ciudad dos tambos, enormes caserones con patios amplios, grandes salas, corredores y extensos corrales; el primero, que lo llamaban “Tambo Maldonado”, posiblemente por el apellido de su propietario, estaba situado en la calle Camacho, entre Frías y Colón, a cuadra y media de la Recova; allí llegaban ,toda clase de forasteros principalmente del norte, entre ellos los llamados “cocanis”, que vendían coca; muchos de éstos se quedaron a vivir en las tiendas que daban sobre la calle; también llegaban allí —muy de cuando en cuando— los circos y gitanos, porque tenía un corral inmenso que lindaba en su parte posterior hasta la calle Potosí; en ese levantaban sus carpas unos y otros, especialmente los gitanos que aparecían con sus peroles de cobre, sacando la suerte, haciendo hechicerías y demás “prendidas” con la gente ingenua. Al pasar los años se fue reduciendo este Tambo posiblemente debido a que sus dueños lo iban vendiendo de a poco; en la casa principal quedó un señor Choque, padre de nuestro amigo don Juancito Choke, hombre trabajador que llegó a comprar el Tambo, hizo fortuna y dejó bien puesta a su familia.
El otro Tambo quedaba en la calle Potosí y fue llamado “Oriental” seguramente porque allí llegaba la gente y comerciantes del Chaco y Santa Cruz; éstos traían azúcar en unas petacas de cuero, una azúcar en terrones que había que deshacer; también traían suela y unos riquísimos confites grandes que vendían a 5 por “medio” y llamaban “alfeñiques”. Los chaqueños comerciantes con ají seco, queso “fronterizo” y otros productos. También este Tambo fue una casona grande con iguales dependencias que el anterior, sobre todo amplio corral para la caballada y demás cuadrúpedos.
Todavía hasta tiempo de la guerra se conservó como Tambo, para luego desaparecer con igual suerte que el Tambo “Maldonado”; parece que con la afluencia de motorizados aquellos viejos tambos tuvieron que transformarse, pues ya no habían recuas, quedando tan solo el recuerdo de otros tiempos
LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA. CORTE SUPERIOR Y TRIBUNALES DE JUSTICIA.
De éstos sí que puedo hablar con pleno conocimiento de causa porque nací, me crié y trabajé en ellos, debido a que mi padre fue empleado de la Corte Superior del Distrito y vivíamos en la misma casa donde funcionaban los Tribunales. Ya dije anteriormente que el llamado Palacio de Justicia no existía, era un simple caserón alquilado a uno de los principales adinerados de la ciudad: don Juan Navajas, y estaba situado en la calle General Bernardo Trigo haciendo esquina con la Plaza principal. Allí funcionaban los juzgados con oficinas sobre la calle y algunos en el interior del primer patio; en el segundo patio se instalaba exclusivamente la Corte en una Sala amplia adonde tenían sus escritorios los vocales o Ministros, un Salón de Actos públicos y dos oficinas para secretaría y escribanía.
Desde que tuve uso de razón tomé contacto con el “mundo judicial” compuesto por ministros, jueces, secretarios, actuarios, diligencieros abogados, procuradores y tinterillos; conocía a casi todos. La Corte Superior del Distrito estaba compuesta por 5 Ministros, que fueron abogados notables y muy distinguidos, tanto por su prestigio profesional cuanto por sus ilustres apellidos. Así, me acuerdo del más anciano Presidente el Dr. Virginio Lema, un caballero alto, bien plantado, que llevaba espesa barba blanca y vestía levita, sombrero hongo (tongo) y usaba bastón; también ejercieron ese importante cargo los doctores Andrés Araoz, un abogado más alto y corpulento que el anterior, cara gorda y colorada, pero muy bueno, cariñoso y correcto; el Dr. Roberto Brown caballero de mediana estatura, con grandes bigotes kaiserianos blancos, ojos azul claros, ya entrado en años, muy serio y circunspecto; el Dr. René Paz Rojas, también alto, un poco amarillo, serio y poco comunicativo y así varios otros doctores que sería largo mencionar. Todos estos prestigiosos caballeros duraron mucho tiempo como Presidentes de la Corte. Luego venían los dos jueces de Partido que tenían sus despachos sobre la Plaza; algunos que puedo mencionar fueron los doctores Tomás Prieto Delfín, Alberto Trigo Cainzo, Jorge Trigo, Manuel Sánchez, Rodolfo Mealla, Vicente Araoz, etc., varios de éstos llegaron a ascender como Ministros de la Corte; les seguían el Juez Registrador de Derechos Reales, que fueron los doctores Jorge Trigo, Rodolfo Ibáñez Avila y otros, tenían su oficina con inmensos libros, primero sobre la Plaza y luego en el primer patio del llamado Palacio de Justicia; finalmente estaban los jueces instructores que fueron tres; entre los que puedo citar a los doctores Antonio Estenssoro, Víctor MI. Rodríguez, Francisco Lema, Avelino Lazo de la Vega y otros; pero; tanto los ministros de la Corte cuanto los jueces, duraban mucho años en sus cargos; a algunos los conocí desde cuando fui pequeño hasta mi salida de Tarija.
Los juzgados en general tenían oficinas amplias, con pocos y viejos muebles y estantes repletos de polvorientos expedientes. El mundo litigante formado por abogados, procuradores, clientes y tinterillos, acudía todos los días desde tempranas horas, deambulando por los “estrados judiciales” en busca de justicia. Recuerdo a algunos abogados de la época: entre los más “mentados” estaban los doctores Ángel y su hijo Arcil Oliva, Epifanio y Rogelio Echenique, Justino Ruiz Lenz, Rodolfo López, Eliodoro Gaite, Delio Echazú, Juan de Dios Aguirre, David González, N. Rocabado y otros que tenían sus bufetes frente o en las cercanías de los juzgados; también habían abogados “firmantes” venidos a menos por la competencia y su edad avanzada, citando al Dr. Manuel L... a quien decían “chimango”, Moisés L... T... y otros. Como procuradores fueron muy conocidos los señores Manuel Castrillo, Julio de los Ríos que le decían “tucta”, Francisco Moreno “coto Pancho”, Nicanor Echazú, un viejito paceño Rodolfo de Loaiza que le decían “ratón blanco”, seguramente por lo bajito, cabello, barba y bigotes blancos, Julio Camacho, etc. Lo cierto es que todo aquel afán pleitista daba vida y animación a la parte céntrica de la ciudad, la misma que después del año 1.940, cuando fue construido el verdadero y actual Palacio de Justicia, se desplazó hacia aquella otra zona. Este Palacio fue construido gracias al interés desplegado por el infatigable Alcalde Municipal Isaac Attié, en el manzano expropiado a los padres franciscanos; su construcción duró muchos años, desde el 1.936 al 40, pero al fin se terminó, instalándose allí los tribunales con mayor decoro y comodidad; a aquel verdadero Palacio ya no fué mi familia porque mi padre se había jubilado.
LOS COLEGIOS Y ESCUELAS.
En los años 1.930 al 35, habían relativamente pocos establecimientos educacionales en la ciudad. Así, teníamos dos Escuelas primarias de varones: Aniceto Arce y Gral. Narciso Campero y dos de mujeres: María Laura Justiniano y Santa Ana (de monjas), éstos para casi toda la población. Aparte los padres franciscanos sostenían la Escuela Antoniana que con los años fue tomando mucho incremento. Luego, en los barrios del Molino y San Roque habían Escuelas Municipales (Urbanas) mixtas e incompletas que funcionaban, la primera en una casa de la esquina Bolívar-Ramón Rojas frente a la cervecería y la otra en un local municipal de la calle Potosí, pero en cierta época ambas fueron suprimidas. También existía un Jardín de Niños, el “15 de Abril” que funcionaba en la casa de la familia Rojas, esquina de La-Madrid y Plaza principal, donde después se construyó el actual edificio del Banco Central. Teníamos también el Colegio Nacional “San Luis”, único plantel secundario donde se educó la mayor parte de la juventud tarijeña de anteriores y posteriores épocas; fue mixto y su local colindante con la iglesia Matriz y el antiguo Teatro, se caracterizaba por su enorme patio rodeado de corredores y aulas. Tenía un Salón de Actos públicos que sirvió durante muchos años de Cine-Teatro, el “15 de Abril”; después que se cayó el Teatro Gral. Bernardo Trigo. Recién al pasar la guerra del Chaco, entre los años 1.935 al 37 se crearon el Liceo de señoritas y el Instituto nocturno de Comercio, un poco antes lo había sido la Escuela Profesional. En forma un tanto irregular funcionaba por aquellos años una Escuela de Artes y Oficios, también se instaló una Escuela de Tejidos, en el local municipal de la esquina 15 de Abril-Campero; tuvo efímera duración, archivándose los costosos telares importados. Finalmente, hubo intentos para organizar una Escuela de Agricultura en el fundo fiscal “El Tejar”, para lo que se trajo maquinaria agrícola y animales de raza, pero por razones desconocidas nunca llegó a tener actividad positiva, parece que no pasaba de los proyectos o sería por descuido de las autoridades que todo aquello se dejó al tiempo y la desidia lo destruyó.
ESCUELAS PARTICULARES.
Como resultaban pocas las escuelas públicas y posiblemente para asegurar mejor aprendizaje, las familias que podían pagar, mandaban a sus hijos a tres pequeñas Escuelas particulares de un solo curso, que enseñaban exclusivamente a leer y las primeras letras; éstas fueron la de la maestra Carmen Mealla, que tenía fama de efectiva, porque la única profesora que era una viejita de mucho carácter enseñaba por el método antiguo de la “palmeta” y los “coscorrones”, pero en forma práctica, tal que las principales familias “pudientes” mandaban a sus hijos allí antes de que ingresen a las escuelas fiscales. Otra: fue un curso para niños pequeños atendida en forma mixta en el Colegio Santa Ana, por la afamada “Maestra Santina”, una monja italiana muy conocida y apreciada; finalmente, para la gente menos pudiente pero que podía pagar, había una escuelita atendida por dos hermanas solteronas de apellido Muñoz; también éstas tenían un método eficaz porque enseñaban a leer en menos tiempo de lo conocido; una de éstas —la más vieja— Isabel, temible por sus gritos y castigos, pero como dicen que “la letra entra con sangre” los papás la preferían cuando sus hijos resultaban remolones.
Finalmente, las monjas de Santa Ana atendían un Internado para señoritas de provincias y una Academia de Corte, bordado y costura, con el nombre de “Santa Rosa”, allí sólo podían ir las hijas de la gente de recursos porque era particular y pagada.
Como autoridad superior departamental existía el Rector Escolar, cargo que —recuerdo— fue ejercido durante muchos años por el Dr. Alejandro del Carpio. Las profesoras de primaria en su mayoría normalistas que iban a estudiar a Sucre, también los de secundaria.
El Director de mi Escuela Gral. Narciso Campero fue por esa época el señor Juan Paravicini, un buen profesor chuquisaqueño que se casó con otra profesora tarijeña: la señorita Lía Cabezas y se “avecindó” para siempre en la ciudad. Entre las profesoras puedo citar a las señoritas Paz Carrillo, maestra de generaciones, prestigiosa y excelente educacionista que se destacaba por sus excepcionales dotes; luego las señoritas Alcira López, Alicia Auza, Alicia Michel, Alcira Navarro, Paz Villegas, para citar sólo a algunas; no menciono a las de la Escuela Aniceto Arce ni las de mujeres, porque poco las conocía.