Prologo del libro: “Campero y Arce, Esbozos Biográficos”
RESEÑAR páginas de la historia de Tarija es un deber de ética patriótica.



RESEÑAR páginas de la historia de Tarija es un deber de ética patriótica. Vivimos solos. El amor a nuestro solar es llama espiritual que ilumina la conciencia. Pueblo sumiso y resignado jamás podrá escalar las altas cumbres. Tarija será lo que sus hijos quieran hacer de ella.
Bolivia, República formada por amalgama de razas y unión de ríos, planos, montañas, serranías, idiomas, anhelos y costumbres, ha sufrido y sufre los latigazos de la Geografía.
Sus pueblos viven mascándose.
Y en ese conjunto está Tarija, país de trópico, blanco, hidalgo, de idioma de Castilla. Vive lejos del centro donde las actividades de la República se han concentrado. Y, sin embargo, ha dado a la patria todo lo que la floración de su raza ofrece en su mayor esplendor.
Nuestra accidentada vida republicana presenta facetas muy raras. Hay diversidad en su contextura democrática y en su plasmación moral.
Campero, el austero soldado de «La Alianza», el Quijote que campeó en el escenario político de la República sin la envergadura del audaz, del hipócrita y del amoral, supo ser defensor de la integridad nacional, probando su respeto a la democracia.
Arce, el hombre de voluntad de hierro, hecho estadista sacudió las finanzas del país, tendió rieles y cruzó alambres para traer la civilización a los pueblos enclavados en las sierras y las montañas.
Ambos manejaron los caudales públicos con suprema honestidad. El uno ascendió al solio presidencial con una fortuna personal de ocho millones de bolivianos y descendió debiendo dos millones... El otro, siendo Presidente, obtuvo un préstamo de 350 $. Para cubrir lo adeudado giró sobre sus sueldos. El pago fue representado «por no estar vencido el mes...»
Figuras así son augustas. Parece que ya no nacen hombres de tal contextura...
Narciso Campero, comandó el Ejército Aliado en la guerra con Chile, después de los vergonzosos desastres del Gral. Hilarión Daza. Como Presidente de la República convocó los comicios para la Gran Convención, la única que es honor de la mentalidad y honestidad boliviana: la del ochenta, que dio al país una Constitución libre, sana y progresista. Los caudales públicos fueron sagrados. No se amasaron fortunas privadas con el pan del pueblo. Campero hizo la trasmisión legal de la magistratura, respetando el voto legislativo, sin poner cortapisas a la corriente del billete y del cheque. Su quijotismo fue muy lejos. Silenció el crimen por buscar la paz de la República.
Aniceto Arce, llamado justamente el «hombre de hierro», construyó caminos, puentes, ferrocarriles y telégrafos. Su honradez es el mejor galardón de mandatario.
Verdad es que Campero, soldado como era, tenía respeto por las leyes. Los derechos y garantías se desenvolvieron en todo su vigor. Arce, fué duro, cruel, avasallador. Quizá obedecía al medio. Gobernó sofocando revoluciones. Por otro concepto, conservador abanderizado, robusteció a su partido y su anhelo era aniquilar al liberalismo. Y el fanatismo no hace la libertad.
Podríamos revistar a nuestros hombres. Ninguno estranguló a la República, ni levantó palacios de cristal. Pasaron dejando regueros de luz.
El general José María Avilés, de brillante carrera militar, actuó en la Guerra de la Independencia, desde Suipacha hasta Ayacucho, y, dentro la República, en las luchas de la Confederación. Estuvo consagrado y designado para suceder en la Presidencia de Bolivia al Mariscal Santa Cruz. Mas, por intrigas amorosas, fue asesinado en Lima. Privóse al país de un militar inteligente. Santa Cruz, al recibir la información de su muerte, habría exclamado: «Ha muerto uno de mis mejores generales».
El general Celedonio Ávila, sentó plaza, como soldado, a los 16 años de edad, en los efectivos que dieron el golpe del 26 de agosto de 1826, definiendo la nacionalidad de Tarija; fue honor y lujo de la clase armada. Usó la medalla conferida por el Congreso de «Fiel a la Ley», así como las de «Guardián de la Patria», «Valiente entre los Valientes», «Placa de Honor», «Defensor de la Constitución», «Legión de Honor Boliviano», y la conferida por el Círculo de Armas: «Talento y Honradez». Estuvo en batallas como las de Uchumayo, Yanacocha, Ingavi, Campañas de la Confederación, Sicasica, Yamparaez y otras. Fue herido de guerra. Terció como candidato a la Presidencia de la República el año 1855, frente a Jorge Córdova. Ávila, ha dejado al país lecciones de valor, honradez, talento y disciplina.
El doctor Luis Paz, hizo un recorrido luminoso por la política nacional. Candidato a la Presidencia de la República frente a don Severo Fernández Alonso. Se negó a autorizar el pronunciamiento militar preparado por Aldunate y Rendón para proclamarlo Presidente de la República: año 1896. Denunció el movimiento y se puso al servicio del orden. El presidente Baptista, dijo: «Luis Paz no es revolucionario; Luis Paz, no es traidor, no puede serlo, no lo será nunca». Años más tarde, actuó como Candidato Conservador a la Primera Magistratura. En el gobierno de Saavedra, fué designado, por voto de la Convención, Vice Presidente de la República, honor que no aceptó, prefiriendo continuar sirviendo al país en el alto cargo de Presidente de la Excma. Corte Suprema de Justicia. Como diplomático, honró a Bolivia en Europa. Finalmente, ahí están sus treinta obras publicadas, contándose entre ellas su «Historia de Bolivia», su «Derecho Público», etc.
El doctor Juan Misael Saracho, al que con justicia se lo llama el «Sarmiento boliviano», es el creador de la escuela moderna en Bolivia. Mentalidad de fuerte envergadura. Fué Canciller de la República, Convencional y Senador Nacional. Desempeñó la Vice Presidencia, y le tocó, en el gobierno de Villazón, asumir interinamente la Primera Magistratura. La Convención Liberal de 1915 lo proclamó candidato a la Presidencia de la Nación; más, el destino no permitió esa suerte para Bolivia: lo sorprendió la muerte en pleno desarrollo de los trabajos electorales.
El doctor Napoleón Raña, fue un ilustre médico, político y diplomático. Honró a Bolivia en el extranjero como Enviado Extraordinario ante el Gobierno de Francia. Delegado a varios congresos científicos, llegó a presidir el «Congreso General de Higiene», reunido en París. Consejero de Estado, Convencional, Senador y Diputado. El partido liberal del sud, lo tenía designado como a sucesor del Presidente José Manuel Pando.
En la vida diplomática podemos mencionar cerebros que fueron luz y pensamiento, pues además de Narciso Campero y Aniceto Arce y de otros ya nombrados, citaremos a Cornelio Ríos, José Arce, José Manuel Paz, Julio Lema, José E. Montellanos, José R. Estenssoro.
En la judicatura, figuras augustas como las de Pablo Hevia y Vaca, José Felipe Echazú, Rufino Vásquez, Eudal Valdéz y Luis Paz, que escalaron los altos sitiales del Tribunal Supremo y que han dejado en su paso lecciones de honradez.
En la vida militar, generales José María Avilés, Bernardo Trigo, Celedonio Ávila, Fernando Campero (Marqués), Narciso Campero; coroneles, los hermanos Uriondo, los Rojas, Méndez, Estenssoro, Villa de Lora, Vaca, y muchos más que fueron guardianes del orden, centinelas de nuestras fronteras que derramaron su sangre en el campo de batalla defendiendo la soberanía nacional.
Como escritores y publicistas se destacan Luis Paz, Samuel Achá, Domingo Paz, Virginio Lema, Cornelio Ríos, Tomás O’Connor d’Arlach, Manuel Othón Jofré hijo, José R. Estenssoro, José Félix Soto, Santiago Maldonado, Rosendo Echazú, Julio Lema, Alejandro del Carpió, Bernardo Raña Trigo.
Poetas ilustres que sobresalieron por la dulzura y contextura de sus trabajos, tenemos a José Julián Pérez, Ricardo Torrez, José Félix Soto, José Electo Díaz, Lindaura Anzoátegui de Campero, Tomás O’Connor d’Arlach, Manuel Campero, Aurelio Nieva, Adhemar d’Arlach.
Y recordemos a un ilustre hijo de esta tierra, orgullo del pensamiento: José Julián Pérez. Electo Diputado por Tarija al Congreso de Buenos Aires, llegó a formar parte de la Junta de Gobierno (Triunvirato) que dirigió los destinos de las Provincias Unidas del Río de la Plata: año 1816. Poeta exquisito, escritor galano, estadista de volumen.
También es necesario no olvidar a quienes perfilaron la nacionalidad de Tarija al frente de los gestos del Libertador y de los desprecios de la Constituyente de Chuquisaca el año 1825. Esos hombres se llamaron Bernardo Trigo, Isidoro Pantoja, Ignacio Mealla. Manuel Baldivieso, Juan Ramón Ruiloba, Manuel de Lea Plaza, José Antonio Vásquez, Nicolás Ichazo, Eustaquio Méndez, Gabino Ibáñez, Ángel Mendieta, Cecilio Trigo, Manuel José Hevia y Vaca y otros. Los gestos de esos varones se conservan con cariño en el corazón de todo tarijeño, con amor, gratitud y veneración.
Nuestros hombres honraron a la patria: jamás la lastimaron o la explotaron.
Si todo esto es verdad, quiere decir que vivimos con derecho propio en el corazón de Bolivia. No es el destino quien nos trajo: fue la soberana voluntad del pueblo tarijeño.
Al golpear de todas las manos, han de abrirse las puertas de la Justicia y ha de responder al grito de los corazones la voz de la República. Caerá la túnica de la incomprensión rasgada a nuestros pies, para vivir libres de pasiones y de odios, a la sombra de la concordia y del deber.
Al entregar estas páginas al juicio sereno de los estudiosos, no esperamos torcidas interpretaciones. ¡Que del fondo resplandezca la verdad, como faro luminoso de justicia!
B. T.