Pilín la Langosta saltarina
El campo su manto verde ofrecía y allí perdida entre las hojas una langosta había



El campo su manto verde ofrecía y allí perdida entre las hojas una langosta había, salto tras salto a cualquier lugar se movía.
Una tarde cansada y aburrida a visitar se decidió, no muy lejos de allí un conejo vivía.
Como eran amigos nada había que temer luego de un largo trajín a la pequeña casa llegó más la sorpresa quieta la dejó.
Algo había pasado allí, pensó Pilín.
La casita de su amigo destruida se encontraba y de él ni rastros había.
Como no había alguien a quien preguntar, penosa a pequeños saltos se volvía.
Pronto quieta se quedó, no muy lejos de ella, un cazador se movía y en una gran bolsa a su amigo lo tenía.
Desesperada por la situación a saltos se acercó. Cachín, que así se llamaba el conejo, al verla se alegró y pidiendo auxilio le gritó no me abandones Pilín, tienes que hacer algo.
Sí .--por lo menos hasta donde pueda seguirte, Dijo Y Pilín tras el cazador a saltos lo seguía
Más los disparos sorda le volvían, pero por su amigo el dolor no sentía.
Cuando ya estaba decidida a no seguir, el cazador a descansar se posó y como sueño tenía en el suelo se tendió.
Aprovechando esa oportunidad, Pilín con gran cautela a la bolsa se acercó, y en la oreja le gritó, tienes que usar tus dientes que yo con mis tenazas te ayudaré.
Cachín por el miedo de su dentadura se olvidó y gracias a Pilín manos a la obra se pusieron los dos, luego de un momento la cabeza pudo sacar y sacando fuerzas para escapar de la bolsa saltó.
Ahora, había que alejarse lo más pronto posible y juntos a grandes saltos por el bosque se escondían lejos del cazador.
Cachín las gracias daba a Pilín y como la felicidad era inmensa, juntos una nueva casa construirían porque los grandes amigos se dieron cuenta que vivir solos no era vivir.