Prohibido barrer los parques en otoño
Quieta la luz del mediodía
Quieta la luz del mediodía
Pausado rumor
de escondidas aves
En la inmóvil arboleda
detrás del cristal empañado
¿quién me dice las palabras
que tú buscabas en los parques?
¿quién en la vigilia de los ángeles
descifra el secreto olvidado?
¿quién me dona el tacto
que palpa la piel de los poemas
que tu padre recuperaba
de la honda noche de Morella?
¡Dulce carne del amor perdido!
El viento de la tarde
me nombra y me hundo
en tu lecho de miel
y de polvo entre las raíces
que tú proteges en tu sueño.
I
El silencio de la casa deshabitada
se detiene y contigo escucho
la frase que tu padre
toca en un violín de Amberes
¿miras en los carcomidos azogues
la imagen que él suplicaba?
¿Estará todavía en la pieza vacía
la caricia inválida que enmudecía
en el balcón donde esperabas el otoño?
Olvidas conmigo los rostros presos
en oros grises y densos pardos
pero no su desolación
viva en la romanza
de lentas cadencias
y en los versos que nos decían
“el secreto sin palabras”
El cielo en los jardines
es claridad apacible
ya no lóbrego sino
de “la pesada sombra”
Canción que regresa con tu voz
de lluvia invisible
¡Descúbreme tu mirada
de tímido ligustro
en el vaho umbroso señálame
el vuelo de los álamos!
Habían tranvías como bajeles
de antiguos cuentos murmurados
en desiertos umbrales
cantares de los duendes
la risa húmeda de tu madre
Ella entonces te adormecía
y las ondinas y elfos en sus ojos
sonreían por siempre jamás
Magos endriagos y hadas
con cuerpos de aire se estaban
caminaban y desaparecían
como los enigmas de las penumbras
¿Qué embrujos qué delirios
de hechiceras y nigromantes auguraban
el resquebrajamiento de las nubes
sin agua el sol desmoronado
la ceniza lunar cayendo
en tu morada indefensa?
La mujer con rostro de carbón apagado
con su susurro de geranio sediento
te acunaba en su regazo de tierra
¿Descubriste en esa noche
a los ángeles con su ofrenda
de “nominar los sueños”?
II
La luz del día
La cruda luz ninguna
extraña luminiscencia
nada cubierto que se da
como se dio verte en un espejo
tal un ángel vuelto a nacer
aquí en tu jardín o acaso
en la umbría casa
de las enfermas presencias
Miras las cosas como a una palabra
que inventas y al rocío
de una mañana encantada
Las gentes pasan y no entiendes
sus pesados caminares
En esta fría brasa sientes
la inmovilidad que te abraza
el agua encadenada que te ciñe
el pavor y la dicha un manantial
que se derrama en tu carne
¿Quién abrió esa puerta
que te condena a la soledad
posada en tus manos al júbilo
del primer día de tu cuerpo
donde no vive el tiempo
sino su movimiento su ir y venir
el ovillo que no se desenvuelve
y se enreda en la caricia
que te traspasa
en la vigilia que te muerde
besa la gruta
de la muerte en la vida
con su silente hoguera
y su negro ojo triangular?
Te arrebatan canciones que recoges
en los atardeceres
como si las recordaras
en un gesto de las sombras
Corres hacia los niños
que ríen y miran un cuento
sin princesas ni ogros
Te pierdes en el gozo del baile
de todo tu ser y adivinas
una música más antigua
que el lamento de los gnomos
Ves a los ángeles y oyes:
“Prohibido barrer los parques en otoño”
El cielo que sabes existe
en su ardor de ausencia convocada
delicia que te oprime palabra
sin sonido en tu sollozo
leño esclavo de un fuego
que no puedes ver
altar sordo a tus ensalmos
Tú menesterosa suplicante de vértigos
donadora ya de tí misma
te sabes caracola rumorosa
de tu sangre vertida
arena trémola en el lecho
sin orillas de tu espera
¡Tanto miedo abolido
por la flecha esperada!
Existir en la mirada anunciada
en la voz que se apropia de la noche
Recobras el arcano de los ángeles
para oír ver al que llega
para vivir en tu asombro insomne
Habla de aquel cuyo nombre
fue grabado en el agua
de Santa María degli Angelli
la desierta Vía Apia Antigua
y la soledad de Muzot Duino y Ronda
Y así el Peregrino conmovido
con la congoja de Malte te dice:
“Abril es el mes más cruel”
Tu padre extiende sus manos
obedece lo sabes
a la música del alcohol:
“¿Quién si yo gritara en el coro
de los Ángeles me oiría?"
“A la tranquila tierra díle: fluyo
Al agua presurosa díle: soy:
La noche afuera en el frío
que la ahueca
¿se llevará la nostalgia
de la flecha furtiva?
III
En la cárcel de vidrio herida
con el dardo jamás recuperado
por el inocente dueño
el imaginado amor
la inventada belleza
en tus oídos en tu boca
fueron siempre primaveras grises
Las doradas palabras
del anochecer su palpitar
en tu ser su soplo de nieve
su caminar en las hojas
muertas de los parques
con las solitarias
efigies de los ángeles
¡Dulces profecías en las enfebrecidas
zarzas de los días sin adioses!
¿Era la muerte un eco
que seguía tus pasos? ¿Estaba
en los preludios de la mañana
en las casas sin la risa de los niños
vivía en las espinas
de fingidos cantos en tu soñar
en la argamasa del muro de los olvidos
o en el agrio licor de los silencios?
Ni una brisa en las calles
sin presencia alguna Nada
sino el sonido que no existe
y que en vano esperas trice
tanta muda esperanza
ante el Ojo que no mira
Llamas al rostro de humo
que aún escucha:
“niño en alba y en sueños”
Y ya no es la muerte sin oídos
quien te dicta el poema sumergido
en el agua de los ahogados
Es él con sus “ojos sin sueño”
con su “dulzura de musgo”
“donde se aquieta el llanto”
IV
Tu padre escribe sin escuchar el viento
que calcina las orillas de su memoria
Con una mano miope rasga el velo
que esconde el delirio del recuerdo
Con la fragancia de su letra antigua
pide humilde perdón por haber vivido
Debajo de la escalera
en su mínimo lecho un destello
desciende de los andamios
con olor de pino atardecido
y el murmullo del “harpa de los misterios”
Presientes que siente el olor de sándalo
el aroma de almendras de tu hermano
la imagen que lo visita
en “la redoma del vacío”
con el vaho de los nardos
y los pasos presurosos
de la “muerte ansiosa”
Aprisiona en la garúa memoriosa
la presencia de greda y cieno
de la “tiniebla que piensa”
¡Sus sueños en el incendio
de sus huesos se esparcen en mi almohada!
Tu madre mendiga mensajera del mundo
verano en el otoño rescoldo de llama
“labriega de la sombra y de la pena”
se estremece con el roce de la noche
en la estela de la ciega mirada
Un sol mustio con sus pétalos caídos
se reclina en el amparo del agua inerte
como lágrima “en las manos sin alba”
y las heridas lejanías
callan sus conjuros
V
En estas aguas no se reflejan
nubes ni lunas
Sólo ves y deseas bañarte
en “el poema del mar”
lavarte el espanto de las olas
marchitas de tus montañas
Esta vehemencia de las voces
este lujo invasor del verde
en el fuego del placer el horizonte
sin respuestas la lujuria
de los colores que ensordecen
el grito de los claros mensajes
del cielo y su resplandor sobre la ciudad
que ríe y baila: ¡tanta voluptuosidad
te colma hasta el llanto!
¿Quién sino tú cuidaría
los parques extenuados
despojados de su sosiego
sin el leve andar de los ángeles
con el fulgor enfermo de la luna
en la tierra dormida sin tus lágrimas
sin la nostalgia de tus ojos?
La arcilla de los designios
en tu boca nombra el camino
sin adioses ni lamentos
modula una melodía
con un sabor sin tiempo
como un oboe enterrado en el agua
Todo aquello “dolido de ser muerte”
el pesar muerto de las hojas
la “mariposa obscura” en la lluvia
la congoja muda en el reposo
de la mansedumbre esperada
en la sonrisa del vino
en las canciones que te cubren
con el sueño despierto de la memoria
el fatigado rememorar
la herida de tus poemas
regresan en este desvelado invierno
en el espejo de la palabra
Miras y recién saben tus ojos
comprenden tus oídos
descubren tus manos
que no hay aquí misterio alguno
ni siquiera en la opalina tristeza
del cielo ni menos en la piedra
de tu puerta que alguien dejó
como un protector silencio
el único dichoso misterio
es la vida de las cosas
y tú misma escuchando
la frase de la romanza
que vuelve a tocar tu padre
invocando sólo a un ángel del parque
el que te sonríe detrás del secreto
de los cada vez más pequeños tranvías
Nada muere Todo se desvanece
en esta Sombra que te buscó
para sembrarte como semilla
de un río sin tiempo
Viva raíz que renace
la sonrisa de tu nombre
y tú misma en esta noche
con el Ángel que te enseñó a decimos:
“Prohibido barrer los parques en otoño”
San Luis —22—1V —15—V—97
Erquis —16—XII—97