Del Libro: Tarija en la Gesta de La Revolución e Independencia Americana
La gesta salteña - tarijeña en la estrategia continental
La tierra esgrimía contra el invasor las cuchillas de sus montañas



Rodolfo Leandro Plaza Navamuel 1
La tierra esgrimía contra el invasor las cuchillas de sus montañas,
las boleadoras de sus tormentos, el pial de sus enmarañadas selvas,
conjuntamente con el criollaje bravío, agitado por el patriotismo, hasta
convertirse en notable cordillera humana, bajo la inspiración y el
comando de Martín Güemes, capitán por derecho natural, con
despacho de general expedido por Dios y una limpia y honrosa
foja de servicios, de tal magnitud y trascendencia que, con la firma
de la Patria, merece llevar la rúbrica de la humanidad civilizada
Joaquín Castellanos, 17-VI-1921.
La sangre chapaca en la defensa de la libertad e Independencia
En 1807, por Real Cédula del 17 de febrero de ese año, Tarija que había pertenecido a la provincia de los Chichas y dependía del Virreinato del Perú, pasó a depender de la Intendencia de Salta en el orden político, y del Obispado de Salta en el espiritual. Es importante tener presente que Tarija se adhirió desde el principio a la Revolución de Mayo. En efecto, el 13 de julio de 1811, José Antonio de Larrea redactó la célebre Proclama de la Junta Subalterna, llamando a los tarijeños a regar con su sangre esos desérticos terruños, “habían intervenido en la defensa de Santiago de Cotagaita y en la Batalla de Suipacha, a cuya victoria contribuyeron con la sangre de sus chapacos y vecinos que se unieron al primer Ejército Auxiliar del Norte”2.
Oportuno es, por su significativo tenor, incluir la citada Proclama, que dice:
“Proclama de la Junta Subalterna de Tarija a los moradores, y milicianos de ella, y sus partidos. Valerosos tarijeños: Desde los primeros momentos, en que supisteis que la inmortal Buenos Ayres trataba de salvar la patria de la esclavitud y tiranía, en que ha gemido por tres siglos, manifestasteis vuestra adhesión a este gran sistema, y quando algunos de los pueblos circunvecinos se disponían a sofocarlo en sus nacimientos, vosotros le disteis lecciones de patriotismo, jurando derramar vuestra sangre para sostenerlo. Así lo cumplisteis. La patria os llamó a Santiago en su defensa, y volasteis a socorrerla. Allí peleasteis contra unas tropas veteranas, aguerridas, y superiores en número; y a pesar de estas ventajas, que debían asegurarles la victoria, las obligasteis a encerrarse en sus trincheras. En Suipacha os cubristeis de gloria, ganando una victoria, que dio una nueva fuerza y energía a nuestro sistema. El bambalea ahora por unos sucesos poco favorables de la guerra, pero no de la consecuencia que se han figurado. En estas críticas circunstancias os vuelve a llamar la patria, informada de vuestro valor, que ha resonado en los ángulos más remotos de este continente; ¿os ensordeceréis a sus clamores? ¿Permitiréis que ella sucumba, y que vuelva a arrastrar nuestras cadenas, que la tiranía sabrá hacer más pesadas, y más ignominiosas? No. Lejos de vosotros esta conducta, que eclipsaría la gloria que habéis adquirido con vuestras hazañas, y os cubriría de ignominia y confusión. Vosotros tenéis una gran parte en la sagrada obra de nuestra libertad, no la dexeis imperfecta; consumadla. Vosotros habéis ceñido vuestras sienes con laureles inmarcesibles en los campos del honor: no permitáis que una infame cobardía los marchite. No temáis a esas huestes mercenarias y cobardes, que con prestigios, y simulaciones, pretenden colorir su infame causa. La nuestra sí, es justa, y sagrada. El cielo no puede dexar de protexerla. Aprontaos pues para correr a Viacha, a uniros con vuestros hermanos, que han dado nuevas pruebas de valor en la acción del 20 de junio. Regad, si es preciso, con vuestra sangre, esas áridas campañas, para que produzcan la frondosa palma de la victoria, que va a decidir nuestra felicidad, y nuestra suerte. Haced este último, y generoso sacrificio, en obsequio de la madre patria. Ella lo recompensará a su tiempo, y transmitirá su memoria a la posteridad más remota, escribiendo en los fastos de esta sagrada revolución el siguiente epíteto: Tarija me salvó. – Dada a 13 de julio de 1811. – José Antonio de Larrea. – Francisco José Gutiérrez del Dozal. – José Manuel Núñez de Pérez”.
Tarija tiene las mismas características y culturalmente se asimila a las tradiciones del noroeste argentino, un ejemplo de lo dicho es el chapaco tarijeño que recuerda al gaucho salteño, diferenciándose notablemente con los de la Puna. En definitiva, vale hacer hincapié en que la guerra gaucha, gesta güemesiana o gesta salteña, mediante una guerra de recursos fue forjada con Güemes a la cabeza, junto a sus oficiales, los famosos gauchos salto-jujeños y los chapacos tarijeños, en combinación con los decididos altoperuanos; cuya sangre –al decir de Urcullo- corrió mezclada en defensa de una misma causa enarbolando los mismos pendones, batallaron, cayeron y triunfaron: “todos se ligaron con un mismo juramento, uno fue el objeto, uno el empeño”.3
Fueron ellos los pilares fundamentales que sostuvieron la defensa de la Patria, solos y sin el apoyo ni ayuda de otras provincias y mucho menos de Buenos Aires, sin mengua –hay que decirlo-, la actual República Argentina les debe toda la contención del invasor, la libertad y la Independencia Nacional. 4
Tarijeños poco o nada recordados
Durante la guerra de la Independencia numerosos tarijeños se destacaron en la lucha, algunos de los cuales estuvieron muy vinculados a familias salteñas, entre los cuales, el escritor Juan Navajas Paz5 menciona a los hermanos sacerdotes José Mariano y Sebastián Ruyloba6, José Julián Pérez de Echalar -quien fue un panfletista contra los opresores; Francisco y Manuel Pérez de Uriondo, José María Avilés7, Ramón y Manuel Rojas8, Pedro Antonio Flores, al bravo comandante José Ignacio Mendieta9, y a los hermanos Clodomiro, Mariano y Saturnino León10, aunque en este como en otros listados, quedan importantes cabildantes y militares en el tintero.
De las investigaciones realizadas en el Archivo y Biblioteca Históricos de Salta, se halla una Carpeta de Gobierno referida a Tarija, de donde se pudo rescatar otros nombres hoy olvidados y de gran relieve durante el periodo independentista, como Bernardo Trigo, Manuel de Lea Plaza11, José Felipe de Echazú, Diego Arze, Domingo Arze, Clemente Caso, Gregorio León, Mariano Aparicio, Eustaquio Méndez, José María Aguirre, Manuel Valverde y Pedro José Cabero, que conformaron el frente de los Escuadrones de Tarija, tal como se puede observar en la lista hecha en 1825 por el general Juan Antonio Álvarez de Arenales, que se transcribe:
“Relación del número de reclutas que corresponde dar a cada uno de los Escuadrones de Tarija.
1er. Escuadrón: Su Comandante el Coronel D. Bernardo Trigo, diez y siete hombres.
2.º Escuadrón: Su Comandante el Teniente Coronel D. Manuel de Lea Plaza, diez y siete hombres.
3.º Escuadrón: Su Comandante D. José Felipe de Echazú, diez y siete hombres.
4.º Escuadrón: Su Comandante D. Diego Arze, diez y siete hombres.
5.º Escuadrón: Su Comandante D. Domingo Arze, diez y siete hombres.
6.º Escuadrón: Su Comandante D. Clemente Caso, diez y siete hombres.
7.º Escuadrón: Su Comandante D. Gregorio León, quince hombres.
8.º Escuadrón: Su Comandante D. Mariano Aparicio, quince hombres.
9.º Escuadrón: Su Comandante D. Eustaquio Méndez, diez y siete hombres.
10.º Escuadrón: Su Comandante D. José María Aguirre, diez y siete hombres.
11.º Escuadrón: Su Comandante D. Manuel Valverde, diez y siete hombres.
12.º Escuadrón: Su Comandante D. Pedro José Cabero, diez y siete hombres.
Resultan doscientos reclutas, que deberán ser precisamente jóvenes de catorce a veinte
años, de familias a quienes hagan menos falta, pero no vagos, viciosos, ni lesionados. Tarija
Septiembre 13 de 1825 - Arenales –
Nota: - Si hubiere jóvenes de buena calidad y disposición decentes que voluntariamente quieran tomar partido en el Batallón de la Provincia que ha de ser uno de los cuerpos del Ejército Nacional, se les dará plaza efectiva según su actual aptitud, en que podrán emprender su carrera brillante, y ser útiles y honorantes asimismo a la Patria y a su particular país y vecindario, sin que en tal caso puedan impedirlo los Padres, parientes ni otro alguno” - Rúbrica - .12
Sin embargo, no se debe olvidar los nombres de otros poco recordados militares y religiosos, que rescató el historiador Mariano de Echazú Lezica, de cuyas biografías fueron divulgadas en diferentes publicaciones, entre los que se mencionan Manuel Álvarez, al cura Baltasar Arze, Mateo Berdeja, Manuel Caínzo, Ambrosio Catoyra, Juan Díaz Chávez, Manuel de Echalar, Nicolás de Echalar, Juan de Dios de Evia y Baca (de Hevia y Vaca), Francisco González de Villa, José Hurtado de Saracho, Vicente de Ichaso, Manuel Jaramillo, Eugenio Méndez, José Manuel Núñez de Pérez, Leandro Pacheco, Francisco de Paula Aráoz, José Antonio Reguerin, Agustín de los Ríos, Pedro Manuel Rodríguez Valdivieso, Miguel Gerónimo Tejerina, Cecilio Trigo, y al destacado cura jujeño José Miguel de Zegada y Rubianes.13
La Academia Güemesiana del Instituto Güemesiano de Salta
Desde la Academia Güemesiana del Instituto Güemesiano de Salta, se viene trabajando incansablemente por la difusión de la vida y obra del prócer salteño en la convicción de que Martín Miguel de Güemes es una de las máximas expresiones de las virtudes del argentino y del hispanoamericano. En este órgano institucional fue Juan Manuel de los Ríos el primero en encarar un artículo referente al estudio de ambos próceres, titulado “Derivación final de la muerte de Güemes. La entrevista de Guayaquil entre los Libertadores San Martín y Bolívar” dando así el puntapié inicial en el Boletín Nº 1 publicado en 1977.14 No obstante, aún en la Argentina poco se conoce acerca de la obra del general Güemes y mucho menos de quienes lo acompañaron en la lucha por la emancipación americana.
Una de las recordadas historiadoras y académica de la Academia Güemesiana del Instituto Güemesiano de Salta, María Inés Garrido de Solá, señaló que el aporte más significativo de San Martín a la causa, fue el vasto plan combinado, con la consecuente participación de Güemes. Un plan erudito e ingenioso, en el que actuaron el pueblo en armas guiado por San Martín y muchos otros, con el objetivo de defender la libertad de América desde las Provincias Unidas del Río de la Plata. San Martín libertó Chile y Perú, recorriendo enormes distancias, a través de territorios inhóspitos y con inferioridad de hombres y armamento. Mientras, Bolívar hacía lo mismo desde Venezuela y Nueva Granada (Colombia), bajando hasta el Ecuador, convirtiéndose en el ‘colibertador’ del Perú. Desde el punto de vista político, económico, social y cultural, el aporte relevante de San Martín como estadista fue su visión de América, la que para él, al igual que para Güemes, Bolívar y quienes los siguieron, era la América única, unida, integrada.15 Luis Oscar Colmenares que presidió por muchos años el mencionado Instituto, rescata que la mayor contribución de San Martín a la libertad e independencia “la llevó a cabo mediante su cruzada libertadora al Perú” reflexionando que este aporte:
…originó el cese de los intentos españoles de recuperar las provincias argentinas. La acción sanmartiniana impidió que el Ejército Realista del Alto Perú continuara con sus intentos de llegar a Buenos Aires para derrocar y detener a las autoridades centrales de las Provincias Unidas. El máximo aporte del Libertador a la emancipación americana fue libertar Chile, expulsar a los españoles de Lima, proclamar la independencia del Perú y ser su primer mandatario independiente.
Señala asimismo, que la mayor contribución de Güemes comienza a partir que el Director Supremo del Estado le encomienda la defensa de las provincias. Fue una epopeya con Güemes a la cabeza, sin parangón en la emancipación de América, que duró cinco años consecutivos.
Una gesta de todo el pueblo de Salta y Jujuy: gauchos, pudientes, mujeres y niños. “La gesta güemesiana es la epopeya de la Independencia Argentina. La epopeya de la Patria”; pues Martín Miguel de Güemes no pudo libertar las provincias del Alto Perú ni auxiliar al Gran Capitán a libertar el Perú, porque lo mataron. Pese a este suceso, “al defender exitosamente la libertad y la independencia de las provincias argentinas, consiguió que se mantuviera la unión de las mismas y pudieran formar –sin deserción alguna- la Nación Argentina”.16
Por su parte, otro miembro de la Academia Güemesiana Luis Alberto Leoni Houssay, sostiene con toda razón, que la valorización de Güemes y de la guerra gaucha que fuera su obra magna en la consolidación de la Independencia Argentina, como contributiva a la emancipación de la América del Sur, no ha alcanzado todavía la significación trascendente que merece en la historiografía nacional y continental como que no existe en la historia militar del mundo un conductor igual y una guerra semejante.
Las circunstancias de haber contribuido decisivamente en el éxito de la empresa libertadora sanmartiniana, en la emancipación de media América, elevan a Güemes y a la guerra gaucha, por él conducida, a la nominación justa de gesta continental, al lado de la revolución norteamericana de 1776, al mando de Washington y de la revolución colombiana.17
En definitiva, si no hubiese sido por la actuación del general Martín Miguel de Güemes, supremo defensor de la libertad e Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, no hubiese podido ejecutarse el plan en donde el libertador de medio continente Americano el general José de San Martín –ciertamente- tuvo una actuación decisiva.
1 Rodolfo Plaza Navamuel, es académico de número del Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta y de la Academia Güemesiana del Instituto Güemesiano de Salta. Académico correspondiente de la Academia Sanmartiniana del Instituto Nacional Sanmartiniano (Argentina) y asociado correspondiente del Instituto Sanmartiniano del Perú. Presidente del Centro de Investigaciones Genealógicas de Salta.
2 Porcel, Roberto Edelmiro: Los Porcel en la conquista del Perú y Alto Perú, Segunda edición, Tarija, Bolivia, Talleres de “Editorial Luis de Fuentes”, 1999, p. 20.
3 Urcullo, Manuel María: Apuntes para la historia de la revolución del Alto-Perú, hoy Bolivia, Sucre, Bolivia, Imprenta de López, 1885, p. 85.
4 Plaza Navamuel, Rodolfo Leandro, El señorío del valle de Calchaquí en la guerra de la Independencia Americana, Bicentenario de la Batalla de Salta 1813 – 20 de febrero – 2013, Salta, Publicación Especial del Instituto Güemesiano de Salta, 2013, p. 117.
5 Navajas Paz, Juan: El Moto Méndez, La Paz, Bolivia, Ediciones Isla, 1990.
6 Los hermanos sacerdotes D. José Mariano y D. Sebastián Ruyloba se destacaron tanto en el sacerdocio como en la política; nacidos en Tarija, en setiembre de 1771 y en enero de 1777, respectivamente. Ambos brillaron por su prédica en el púlpito. Generosos y caritativos con los más necesitados. Patriotas acérrimos, sacrificaron toda su fortuna por la causa de la Independencia. Recuerda la tradición que sus padres habían tenido numerosos esclavos, el primer paso de los hermanos Ruyloba, a su regreso de Chuquisaca, fue dar carta de libertad a todos ellos. Los historiadores tarijeños coinciden en que sus “talentos dieron gloria y honor a su país, mereciendo figurar en primera línea entre los más notables ciudadanos que ha tenido Tarija” [O´Connor D´Arlach, Tomás (1888): Tarijeños Notables, Tarija, Bolivia, Imprenta “La Estrella de Tarija”, p. 16/18.].
7 El general José María Avilés nació en Tojo y es uno de los caudillos que más se distinguió en la guerra de la Independencia. Compañero de Eustaquio Méndez, combatió con singular valor en diversas oportunidades contra las tropas realistas. En 1818 fue gravemente herido. Creada la República de Bolivia, el Libertador José Antonio de Sucre lo ascendió a coronel en 1825. Participó en la Batalla de Yanacocha el 13 de agosto de 1835, donde tuvo una lúcida actuación, siendo reconocido su valor y patriotismo por el gobierno del gran mariscal Andrés Santa Cruz, que lo promovió al grado de General de Brigada. El famoso guerrero falleció en Perú, en 1838.
8 Don Ramón Rojas nació en Tarija en noviembre de 1753, hijo de don Cipriano Rojas y de doña Bárbara Jirón. En su tierra chapaca Rojas es considerado el caudillo más notable después de Méndez; alcanzó durante la guerra de la Independencia el grado de teniente coronel y comandó el Regimiento de Dragones Infernales, Regimiento que según señala O´Connor d´Arlach “se componía en su mayor parte de soldados tarijeños y era la pesadilla de los españoles”. Venció a las fuerzas realistas comandadas por el general Joaquín de la Pezuela, en el combate de La Tablada, el 30 de octubre de 1814. Intervino en numerosas campañas desde 1810 a 1816. Ante un nuevo avance de los españoles, el 5 de abril de 1816 en el combate de Las Barrancas, nuevamente se enfrentó contra Olañeta, donde perdió la vida. Don Manuel Rojas tarijeño como su tío Ramón, pues su madre Micaela Rojas que falleció dejándolo de uno o dos años de edad, era hermana de don Ramón Rojas. El historiador Bernardo Trigo apunta que “se cree que el padre fue don Deudato Ruyloba, hermano o familiar, al menos, de Nicolás Ruyloba, que es quien educó y formó en su hogar al joven Manuel”. Rojitas, como se lo llamaba familiarmente fue un valeroso guerrero que se inició en el Regimiento de Infernales que comandaba su tío Ramón Rojas. A mediados de 1816 y con el cargo de comandante, actuó valerosamente en los combates de Concepción, Padcaya, Orozas, Cuyambuyo y Yesera. Perseguido por los realistas, en 1821 el comandante Manuel Rojas fue sorprendido en las laderas de “Colón”, tomado prisionero fue degollado y su cabeza fue colgada en un algarrobo en el camino al pueblo de Concepción, actual capital de la provincia de Avilés.
9 El comandante José Ignacio Mendieta, tarijeño nacido en 1782. Patriota aguerrido que con su compañía chapaca de los “Guerrilleros” dio batalla a los realistas con el fin de evitar el avance de éstos a la Villa de Tarija. El último combate en el que intervino es el de Sivingamayo del que logra escapar, herido, hasta Padcaya, donde fue asesinado.
10 Navajas Paz, Juan (1990): El Moto Méndez, p. 44/45.
11 El Tte. coronel don Manuel de Lea Plaza nació alrededor de 1769 y falleció en Tarija, a los 68 años de edad, el 25 de febrero de 1837; hijo de don Fernando Marcelino de Lea y Plaza de Mendieta, nacido en San Bernardo de Tarija en 1732, y de doña Narcisa de Velasco y Sánchez de Mexía.
Ignoramos la vinculación familiar de los Lea Plaza de Tarija con los de Salta, entronque o parentesco que no descartamos. No obstante, es justo destacar las coincidencias entre las diferentes ramas de la familia de Lea y Plaza asentadas en Chile, Bolivia y Argentina, en cuanto a la gloria de haber entregado la mayoría de sus varones a los ejércitos en la lucha por la Independencia, así como el fervor a dicha causa de sus mujeres, cuyas memorias esperan un justo reconocimiento. En cuanto a los Lea Plaza salteños, cabe mencionar que fueron veintidós valientes guerreros y esforzadas mujeres que nunca recibieron un razonable merecido homenaje y recuerdo de la provincia. Éstos guerreros de la Independencia Americana organizaron bajo sus mandos en diferentes puntos de los Valles Calchaquíes: Escoipe, Cachi, Atapsi, Seclantás, Molinos y San Carlos, varios escuadrones y regimientos con sus familiares, paisanos voluntarios y sus propios recursos jugando un rol primordial desde el inicio de la guerra de la Emancipación y durante las luchas civiles, contribuyendo con su gente a los Regimientos de Caballería de Salta, Tucumán, Catamarca, Jujuy, Tarija y el Alto Perú.
En algunos documentos, don Manuel figura como don Manuel Martínez de Lea Plaza. Fue militar, patriota, guerrero de la Independencia que alcanzó el grado de teniente coronel y fue capitular de Tarija. El biógrafo del general Güemes, lo menciona a don Manuel Martínez de Lea Plaza, como oficial de los tarijeños. Y señala: “Para la Historia es un testigo abonado pues que anduvo muy cerca de las balas”.
Formando parte de las milicias tarijeñas, estuvo incorporado a la Vanguardia del Ejército Auxiliar al Perú, que comandaba el coronel González Balcarce. Una conocida carta (sobre lo ocurrido en el combate de Santiago de Cotagaita) fechada en Tupiza el 13 de noviembre de 1810, remitida por don Manuel de Lea Plaza a don José Hurtado de Saracho, señala su intervención en una de las cruentas contiendas durante la Guerra de la Independencia, dice así: “El 27 del pasado fue el combate que tuvimos en Santiago, donde perdimos las esperanzas de poder seguir para adelante… el general hizo retirar la gente que caminamos esa noche toda la noche, que si los de arriba no hubieran andado tan cobardes, nos apresan a todos según el desorden que hubo, así para emprender la batalla, como para la retirada, pero Dios quiso que no, y nos vinimos a Tupiza. Luego de alguna información acerca de la batalla de Suipacha (…), Manuel de Lea Plaza agrega: los tarijeños se han portado en el día (7 de noviembre) grandemente, como en Santiago, sólo ellos fueron los que sostuvieron el fuego a excepción de los artilleros, que los de abajo se andaban escondiendo por los cerros (…) Estando en Tupiza vinieron los de arriba a pagarnos la vista… y tuvimos que mandarnos mudar a Suipacha, y al día siguiente bajaron los de arriban a Suipacha, y esa noche antes nos llegaron las municiones y también dos cañones; con que, a los de arriba les habían informado que no teníamos municiones, y con esa satisfacción nos fueron siguiendo, pero, Dios mediante, los hemos hecho retroceder como que les hemos avanzado cuatro cañones, cerca de dos pearas de municiones, aguardiente, bizcocho, reses, charqui, mulas, fusiles, muchos prisioneros, heridos 20, muertos me parece que han de ser más de 50. Estos infelices daban mucha lástima al ver como disparaban, dejando uno la mula, otros, aún la casaca, que es la última ponderación… (el resto del párrafo ya es conocido). El día siguiente mandó el general Córdoba un parlamentario a nuestro general que decía que como lo dispensase a él, entregaría al señor Nieto y que sólo él era el causante de todas estas revoluciones; no sé en lo que parará… Nuestro Sargento Mayor (Güemes) caminó el día 9 de éste para Cinti con más de 3000 hombres para ver si está allí la plata del señor Nieto y otras condiciones que dicen ha llevado secretas, que según a mi parecer pueden traer algunos cómplices, como es Cavero y otros… De los tarijeños murió uno que es de San Lorenzo, que según me aseguran que se había estrechado con temeridad como que lo mataron a boca de cañón; heridos dos o tres, pero no es cosa de cuidado. Que los de abajo han sido ocho. Yo quedo bueno, gracias a Dios, que he salido bien, sin embargo que hemos andado muy cerca de las balas. Y en posdata: Después de escrita ésta, llegó un propio de Potosí a nuestro general en el que le dicen que ya tienen preso al gobernador de dicho Potosí y van en pos de Nieto, y quedamos esperando al general Ocampo, y estamos de esperada en Tupiza. Vale”.
Don Manuel de Lea Plaza participó activamente en el Cabildo de Tarija, siendo uno de los que en 1826 decidió la suerte de Tarija, es decir su pertenencia a Bolivia. Así lo vemos al cabildante de Lea Plaza figurando entre los llamados “separatistas” que firman el Acta redactada el 16 de julio de 1825, donde manifiestan su deseo de pertenecer al Alto Perú. El acta es enviada el 13 de agosto, a los diputados de la Asamblea instalada en Chuquisaca, y también al general Arenales que aún se encontraba en Chuquisaca. Edgar Ávila Echazú, dice que “tales peticionarios eran el coronel Bernardo Trigo, Ignacio Mealla, Manuel de Lea Plaza, José de Aráoz, Agustín Mendieta, Francisco Javier Arce, Manuel Zacarías Saracho, y Pedro Ichazo. A todos ellos el Moto Méndez les puso el mote de “bolivianistas de nueva hora”, sin pensar que él mismo engrosaría sus filas a poco”. Esta declaración, como bien señala Ávila Echazú, fue la primera que hacía pública la voluntad anexionista de Tarija a Bolivia.
Mientras tanto, en la Villa de Tarija, el 9 de septiembre de 1825, el general Juan Antonio Álvarez de Arenales reglaba “el servicio interior del Pueblo, y exterior de su campaña para los casos que puedan ocurrir, y por último facilitar esta de un modo seguro y fácil, ha acordado crear, formar, y organizar los Escuadrones de Milicias (…) El Segundo Escuadrón se compondrá desde el río de esta Villa para adelante en todo el Partido de Tolomosa desde Tablada, y San Jacinto hasta los confines de la Caldera. Su Comandante Teniente Coronel Don Manuel de Leaplaza”. En documentos sobre Tarija, existentes en la Provincia de Salta; figura el teniente coronel D. Manuel de Lea Plaza en una lista fechada en septiembre 13 de 1825 y firmada por el general Álvarez de Arenales, como Comandante del 2.º Escuadrón de Tarija, con diez y siete hombres. En mayo del mismo año figura como Alcalde Ordinario de Segundo Voto o como Alcalde Nacional de Segunda Elección, dando su voto para Diputados del Congreso Peruano al señor Cura y Vicario doctor don José Mariano Ruyloba. Más tarde, tras las elecciones del 26 de febrero de 1826 y un sin fin de actas y controversias, el 26 de agosto de 1826, los representantes del pueblo de Tarija resolvieron independizarse de Salta y de Argentina, reclamando su anexión a Bolivia. En seguida se nombró a las nuevas autoridades: Prefecto del Departamento fue designado el ex gobernador Bernardo Trigo; jefe de las Milicias don Mariano Valverde; regidores fueron nombrados José María Aguirre, Juan Ramón Ruyloba, Manuel Lea Plaza, Fermín Vaca, Agustín Mendieta, Luis Castillo, José Antonio Vázquez; procurador general Mariano Cecilio Trigo. “Se nombraron diputados ante el Congreso Boliviano al coronel Gavino Ibáñez, José María Aguirre y José Fernando Aguirre -señala Ávila Echazú-; quienes, con el nuevo Prefecto, representarían los derechos de las Provincias en el Congreso de Bolivia, al que debían solicitar la incorporación de Tarija a la República de Bolivia (…)”.
Contrajo matrimonio con doña Manuela Mendoza y dejó numerosa e ilustre descendencia, la que llega hasta nuestros días en Tarija, otros lugares de Bolivia, Argentina, Chile, Uruguay y países de Europa. Uno de sus hijos, el doctor Manuel de Lea Plaza y Mendoza de sobresaliente actuación en Tarija, fue Ministro de la Corte Suprema en 1869.
12 A. y B. H. S. Carpeta de Gobierno, Tarija, 1825.
13 Echazú Lezica, Mariano de: “Datos biográficos de treinta patriotas que actuaron en Tarija”, inédito. Gentileza del doctor Eduardo Trigo O´Connor d´Arlach.
14 Anteriormente, en 1951 Juan Manuel de los Ríos publicó “San Martín y Güemes” en el Boletín Nº 25 del Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta.
15 Solá, María Inés Garrido de, “San Martín y la gran América”; de la misma autora: “Martín Miguel de Güemes. Héroe Nacional”, en: Colección artículos de la Biblioteca Provincial Dr. Atilio Cornejo.
16 Colmenares, Luis Oscar, “San Martín y Güemes en la gesta por la Independencia Argentina”, en: Boletín del Instituto Güemesiano de Salta
17 Leoni Houssay, Luis Alberto, “Valorización continental del general Güemes y la guerra gaucha”, en: Boletín del Instituto Güemesiano de Salta Nº 15, Publicación Oficial del Gobierno de la Provincia de Salta, 1990, p. 109/123. Coincidimos plenamente con Leoni Houssay cuando en la página 110 del citado artículo, afirma que “También, y es el caso mencionarlo por sus connotaciones, la ofensiva folclorista llevada a cabo por los sucesivos gobiernos de la provincia, sus instituciones culturales, agrupaciones nativas, periodismo y los propios salteños, orgullosos de la estirpe gaucha, cantada por Leopoldo Lugones, en su novela llevada al canto y al cine, hacen que el turista y el hombre ajeno a la historia auténtica, piensen que la victoria se debió a la acción montonera, irracional, de aquellos paisanos comandados por Güemes, sin darle el mérito a una campaña regular, pensada y ejecutada, en el más alto nivel político-estratégico”.