Crónicas de amor y olvido
Pupila de mis ojos, te veo poco y te siento más.



Pupila de mis ojos, te veo poco y te siento más. Presiento tu partida, te alejas de mi vida.
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El amor que se esfuma en poco tiempo nunca fue verdadero amor.
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Algunas horas crueles de la noche asoman tu presencia a la ventana de mi memoria. Bienvenida fugaz, esporádica, leve como tu recuerdo.
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¿Entiendes la velocidad con que cruza el cielo una estrella fugaz…? Así fue nuestro amor del que no queda rastro alguno.
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La sombra se disgregó de mi cuerpo viejo, ya no quiere caminar junto a mí, porque te fuiste. Añora la época en que anduvimos férreamente unidos –uno a la otra- acunando sueños incumplidos.
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Si fueses hoy a transitar el camino de tu último día, ¿amarías profundamente la vida?
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Ama la existencia como si fuera el último día de tu ruta asignada. Ámala intensamente, cual novia en luna de miel, agitada por mil promesas.
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Si aprendiste a caminar solo por la vida, algo quedará.
Si enseñaste a amar y no pudo maravillar al sol, algo quedará.
Si sentiste piedad y tristeza por el desvalido que no camina, algo quedará.
Permanecerá tu sueño prendido en la luz de una estrella, anidada en el fondo de tu alma y en celosa vigilia ininterrumpida.
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Hace años rugió el estruendo junto a la velocidad de los años juveniles. Ahora corresponde la lentitud de las horas postreras, pre mortaja y epitafio que aún nadie conoce.
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Amo al amor. ¿Podré darle alcance algún día…?
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Llegó a su fin lo que tenía visos de idilio y comprensión. El tiempo pasa y cambia a los seres. Del romance sólo queda el recuerdo y pronto será olvido.
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De dormido abrazo mi almohada, en algunas noches de tedio, y me aferro a ella. Te amo vida, no me abandones.
Y la calma vuelve al pronunciar tu nombre, en deletreo de soledad y espera insomne.
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En las horas de desamparo y pena, prendo la radio y las canciones que fluyen sólo me hablan de ti, de tu ausencia. El corazón de los hombres late por el sentimiento del amor, real o ausente.
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En mis caminatas diarias, en solitario, imaginaba que te llevaba de la mano en dulce imán de compañía. De pronto te solté por tu desamor. Y tomé otra mano sin reclamo ni retorno, la del olvido.
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A la edad provecta se requiere compañía femenina. La soledad no es aconsejable para nadie. Pero si en una unión sentimental no hay armonía ni paz, mejor decir adiós.
Al menos así me lo dijo ella y se fue por donde vino. Ya no se abrirá la puerta de la inquilina, desde entonces en clausura.
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Ley de sobrevivencia en la selva de la vida, incendiada y apagada muchas veces.
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A pesar de todo –mi culpa y tu desamor- te amo, te seguiré amando hasta que mi alma llegue a las fronteras del olvido. ¡Quizás nunca jamás!
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Te busqué en la llama crepitante del recuerdo que no se extingue.
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Tal vez algún día la lágrima congelada se convierta en olvido.
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Una de mis hijas, Marcia, recogió el siguiente mensaje navideño, formateado en forma de un árbol: “Dar gracias y reconocer todo lo que tienes y eres, es el primer paso para vivir una vida de plenitud y llena de felicidad. Todo lo demás llegará”. Así es y será. Lo importante constituye el primer paso, después uno encontrará el sendero de la paz y felicidad aún sin buscarlo. Todo aparecerá en el camino con fe y esperanza.
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Desde la ventana en que cada mañana te miraba partir a la oficina, despidiéndote con una mano levantada, hoy no te veo llegar de vuelta, y sólo recibo la amargura de los días tensos y fríos.
Asómate al balcón de mi memoria, a fin de no olvidar el tiempo compartido.
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El olvido lucirá esencial, de incontenible llegada, para ocupar el espacio del amor fallido. Estarás en paz, el tiempo rubricará y sellará al amor ausente.