Una mirada en la Tarija en el año de 1950
El barrio de San Roque
Sobre la calurosa pesadez que hamaca el un poco adormilado día de los tarijeños,
Sobre la calurosa pesadez que hamaca el un poco adormilado día de los tarijeños, y contagia a sus gentes un ritmo no tanto cansino cuanto elegantemente perezoso, irradia clarísimo cielo azul en que navegan nubes de blancura inmaculada. El verde de la campiña emana sopor de siesta, que es propio, por lo demás, de todas las zonas de Bolivia a ésa semejantes.
Bien visto, el indio en Tarija no existe; fue transformado en el Chapaco, que sin dejar de ser indio es español así mismo. Los colonizadores que se establecieron en estas tierras levantaron iglesias y conventos, que fueron venero de religiosidad y sabiduría; pero al mismo tiempo se reprodujeron en las madres aborígenes, dando como resultado el tipo bello de un mestizo tan característico como el que hemos nombrado. El “Chapaco” habla aún el castellano del caballero español, bien que ya sujeto a inflexiones impuestas por su tierra y las condiciones sociales de su naturaleza.
Por eso mismo, no hay nada más característico en Tarija que el barrio de San Roque, que es el barrio esencialmente popular, donde se concentran las chicherías y el pueblo da expansión a su espíritu y cultiva su música y baile típicos. La cocina de San Roque es especialmente piscícola, se surte de la pesca del Pilcomayo; es variada y en extremo sabrosa.
En el barrio de San Roque, y en una fiesta chapaca, viendo bailar la rueda, escuchamos también sus cantares. Bellas coplas como éstas:
No hay quien levante un caído
ni quien la mano le dé,
cuando lo ven por el suelo
todos le dan con el pié.
Toma la llave dorada
abrime por un costado
allí encontrarás mi corazón
con el tuyo acompañado.
En su célebre capilla se venera al Santo patrono de los perros: San Roque, en cuya festividad el barrio entero se viste de fiesta. Es entonces cuando el chapaco muestra todas sus galas y enseña su arte en todas sus manifestaciones. Las calles se inundan de cañas, que forman cañas triunfales por donde San Roque pasea en majestuosa procesión.
Nadie que visite la bella ciudad del Guadalquivir boliviano deje de pasear este bario, pues es lo más tarijeño de Tarija por el colorido de las manifestaciones populares, por el acendrado patriotismo que cultivó, siempre lo más boliviano de Bolivia.
San Roque
El primer domingo de la fiesta, la ciudad de Tarija se llena de campesinos. Todos desde sus lejanos pagos se trasladan a la urbe. Algo que se recuerda con emoción es lo que era en el pasado este acontecimiento religioso. Con tiempo se preparaba su celebración; haciendo promesa los hombres de concurrir a la procesión con sus “cañas” y las mujeres con sus “alfereces” que consiste en unas varas de madera de dos metros de largo, adornadas con pañuelos de diversos colores y cintas colgantes, varas que proporcionaba el Cura Párroco, previa limosna de dinero. Cientos de estos promesantes concurrían a la Misa y manifestación mística con unción espiritual.
La Procesión
Hay que agregar al aspecto folklórico de los “chunchos” otro personaje que lo complementaba: era el “diablo”.
El sujeto que lo representaba se disfrazaba con una máscara de tigre, de león, gato y de otros animales felinos, en cuya cabeza habían dos puntiagudos cuernos, para simbolizar a la criatura infernal escapada del averno en su misión de tentar las malas costumbres y la inmoralidad.
A ello se sumaba el resto del traje que consistía en una leva roja de dril, con botones grandes de cartón forrados con tela negra, pantalones cortos, bombachas amarillas, medias verdes, calzado con alpargatas viejas y espuelas, una larga cola que le bajaba de la nuca a los talones, hecha de calcetines usados de diversos colores y embutidos de lana, figurando una sarta de butifarras.
Con el látigo en la mano, su oficio era vigilar el orden durante las danzas de los “chunchos” espantando a los traviesos muchachos que se agolpaban a su alrededor incomodando su ejecución en el curso de las procesiones o exhibiciones. Las guaguas lloraban de miedo cuando lo veían y las beatas se santiguaban golpeándose el pecho… Hace tiempo que ha sido suprimido este personaje por los célibes Curas, por considerarlo una falta de respeto al Santo.