Sapirolo y Cascabella
Sapirolo el sapito jardinero, caminaba de aquí para allá detectando debajo de las matas de flores a todo bicho perjudicial.



Dedicatoria
A la gran compañera ANGÉLICA CAMACHO, miembro activo del Comité de Literatura Infanto juvenil.
Poetisa consagrada de gran sensibilidad cuya obra la dedicó a resaltar bellamente las glorias y tradiciones de Tarija, su tierra natal
El guardián de las rosas y jazmines
Sapirolo el sapito jardinero, caminaba de aquí para allá detectando debajo de las matas de flores a todo bicho perjudicial.
Se levantaba al alba y no descansaba hasta el anochecer. ¡Qué gusto daba verlo con sus redondos ojos agrandados escudriñando los rincones más oscuros!
¡Qué celoso guardián de las rosas y jazmines! ¡Con que fruición aspiraba el suave perfume de las flores otoñales!, algunas veces echado panza arriba veía como los blancos pilpintos jugaban a las "Esquinitas" parecían gotitas de luz que el sol derramaba y ahora al ver amarillar los arboles suspiraba entristecido; pues ya se aproximaba el día en que tendría que dejar a las rosas de sus amores para dormir su sueño invernal.
Alfombras doradas
El huerto estaba alfombrado por el dorado otoño y una ronca voz anunciaba el invierno: ¡atención!... ¡atención!...ya llega el invierno...ya llega el invierno y un hálito helado hacia tiritar los vergeles.
-¿Qué era aquello que a su paso dejaba tanto temblor?... ¿y esa voz de cepillo?...se preguntaba Sapirolo oculto tras unas matas de margaritas, de pronto...pudo ver al viento pregonador patinando sobre aeroplanos de hojas de oro. Uuu...uuu...uuu...soplaba, a su paso deshojaba el otoño.
¡Llegó la hora! –dijo Sapirolo suspirando y apresuradamente comenzó a trabajar su túnel. Luego se metió en él y durmió una larga noche invernal.
El desgranar de una guitarra
Pero...un buen día... su sueño fue interrumpido por el desgranar de la guitarra de un grillo que ensayaba su concierto primaveral. Sapirolo amodorrado aun sacó su deforme cabecita y dio una mirada de inspección a su alrededor, luego sacó todo el cuerpo y sacudiéndose lanzo su primer ¡croa!...-ahora daré una vuelta de reconocimiento por el huerto -dijo- y comenzaré mi ardua labor.
Cascabella la temible
El sapito estaba tan flaco que parecía una viñeta de cartón. Inmerso en sus planes de limpieza no percibió la presencia de Cascabella la víbora temida en el huerto, que mimetizada con la crecida hierba esperaba astuta una presa.
-Te como sapo feo, díjole la malvada- llegaste justo a tiempo para mi almuerzo. El sapito se quedó petrificado de terror, pero reponiéndose del susto pudo decir: -muy buena idea amiga mía, pero con mi flacura no creo ser un buen bocado para tu apetito.
-Ya lo veo-dijo la culebra- posando sus vidriosos ojos en el escuálido cuerpecillo de Sapirolo.
-¡eres un pobre sapo aplastado pero aun así te comeré! El pequeño batracio se sintió perdido y sacando fuerzas de su flaqueza le dijo: -para ser un buen bocado déjame que me hinche de insectos y hiervas, de lo contrario almorzarás una piel de sapo sin sabor.
-Acepto-dijo Cascabella- pero cuidado con los engaños yo te vigilaré.
Pasó un buen rato y Sapirolo humildemente le dijo: -Ya estoy listo ¡cómeme! - y se hizo un ovillito.
Los maliciosos ojillos brillaron golosos y abrió la boca enorme y quiso zampárselo de un solo bocado, pero... eh ahí que no lo lograba, se le atragantaba. Es que el pícaro sapito con un palito atravesado en su boca sentía los vanos intentos por tragar que hacia la taimada, la que sudorosa emitió un silbido entrecortado por la respiración agitada y su cansancio era tal, que cerró los ojos y se quedó dormida.
La cárcel de espuma
Entonces Sapirolo dio un salto y escupió repetidas veces a su alrededor formando una gran corona de espuma.
Cuando Cascabella despertó se halló presa en una cárcel de espuma.
-¡Qué pasa!- ¡sáquenme de aquí!-silbaba rabiosa.
-¡sal si puedes! - le contestaron a coro las flores, los pajarillos, las hormiguitas y Sapirolo.
-Si retiras esta espuma que me quema no te comeré- seremos amigos- le decía aduladora-y te colaboraré en los trabajos del huerto.
-¡no!... gritaron las rosas.
-¡no!... le silbaron los jilgueros.
-¡no te dejes engatusar!- le dijeron los grillos.
Sapirolo tomó sus herramientas, se puso su overol de trabajo e hizo oídos sordos a los ruegos de Cascabella.
¡Por fin! descubrió la forma de vencer a la malvada Cascabella, pronto haría conocer su hazaña a todos sus congéneres que tanto la temían.
"Más vale maña que fuerza" repetía satisfecho una y otra vez
Niños:
Les pido finalicen este cuento; pues yo no recuerdo como terminó.
¿Habrá logrado Cascabella escapar de su corona de espuma? ¿Cómo?...